domingo, 7 de julio de 2019

Domingo tres.

Fufú y Asuka

Lo extrañas. En verdad lo extrañas mucho. Extrañas hablar con él, contarle tu día,  lo mínimo y lo máximo. Lo que te duele, lo que te asombra.

Mañana vas a regresar con él a casa, aunque esta noche estarás sin él.
Te han dicho por ahí que no aguantas nada. ¿Será eso? O será que estás un tanto aislada, bastante, que el silencio es tu amigo, hasta que no hallas otra salida para tu voz. Si por eso escribes, te dices, sí, pero él te falta.
¿Cuándo vendrá?
Cuando acabe su trabajo allá.
Te hace falta él, te hacen falta tus amigos, también tu familia.
Vinieron tus padres este sábado. Todo fue raro. Ve cómo no convives con tu padre, porque es difícil, y cómo con tu madre las cosas van, porque ya no vives con ella. Te dice que si no te interesa mudarte a otro lugar, cerca de donde ella vivirá. No, declinas. No es lo que quieres, la gente de allí no te agrada, es cerrada e hipócrita. ¿Más que la de acá?
Sí.
Te gusta tu vida acá, te gusta poder ver el Popocatépetl tan cerca; te gustan tus gatas; te gustan tus plantas; te gusta pasar tiempo con tu amor; te gusta pasar tiempo contigo; te gusta el pan de aquí; te gusta la comida de acá. Allá ni saben lo que es el sazón.
Te cansó un poco que el viernes todos estuvieran de fiesta, menos tú. Necesitas ver gente en plan relajado. ¿Cómo hacer amigos?
Todavía te lo preguntas.
Ojalá llegara alguien, como la niña sin un ojo del hospital cuando eras pequeña, y te lleve de la mano por el lugar y sea tu amiga sólo porque estás ahí.

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