martes, 26 de abril de 2022

Cansancio y un poco más.

Abril. Ya se fue abril y ni lo sentí. Entre tantos viajes y pendientes por hacer, viajes, viajes y viajes. ¿Y las fotos? ¿Y la diversión? Sólo viajes. Y sólo veía con recelo las fotos alegres y familiares de la gente, las bodas, los XV años, y yo, viajes, viajes, viajes.
Primero para peinar el asunto de los terrenos del padre, la familia ávida de sus hectáreas, de su cuarto, de su herencia. El hermano disponiendo a diestra y más que siniestra de lo que no es suyo, ayudado de la ausencia de mi padre. Todos dando por sentado que está tan enfermo que sería mejor hacer y deshacer por él, sin él. Ese viaje fue sencillo, más fácil, algo relajado. Con una parada en Oriental, otra en Libres. El enorme tren, las paletas del Pato y los quesos de cabra. Una charla con una vieja conocida, hotel decente y joda, joda, joda. Ningún otro paseo y un regreso bueno, con cemitas y alegría de no ver una súper carretera, sino la panorámica vía federal que me brindaba recuerdos, vagos, pero recuerdos.
Segundo, para peinar lo que dejó mi madre, mi madre y su hermana, aquella persona molesta que sólo gusta de estropear las cosas, aquella parienta que llegaba de extranjia para des-arreglar lo que ya estaba acomodado, como lo hizo la vez de la emergencia familiar, la vez que por su mandato se mudaron de manera revuelta y desordenada las cosas de mi madre a diversas locaciones, todas lejanas, todo mezclado. ¿Qué encontré?
Bultos de ropa, documentos desordenados, no las facturas, no los contratos, pero sí muchas cosas muy, pero muy viejas, trastos, ropa de cama, cobijas, dos o tres, quizá cuatro vidas. Las vi todas amontonadas y bien dispuestas por la sobrina, pero en desorden, de ese desorden de las cosas que no son tuyas y les das un sitio con lo que la mente te alcanza. Todas las cosas de mi madre.
A decir verdad, creía todo mucho peor. Tal vez el año transcurrido ayudó a que se fuera ordenando todo, aclaro que no solo, pero tal vez; sin embargo, ¿qué necesidad había de favorecer el caos ante el caos no pedido?
Las negociaciones.
Este viaje fue tan pesado, no sólo por los kilómetros manejados, no sólo por el estrés de no saber dónde estaba cada cosa, sino por ver qué era lo conveniente y cuáles iban a ser los nuevos términos en cuanto a los habitantes e la casa de mi madre. Finalmente, la de las decisiones habré de ser yo, ¿no? Y pues sí, así fue, porque es lo mejor para todos en este momento y porque no me doy abasto con las cosas. ¡Las cosas! ¡Cuántas cosas hay en todos lados? ¿Alguien quiere ropa de señora  mayor? ¿Alguien quiere una recámara? ¿Alguien quiere una caminadora, una cama de masajes? ¿Alguien quiere rentar una casa semiamueblada?
Las Cosas.
Mientras tanto, de tanta vuelta, tanto pendiente, tantas charlas, no hubo paseo, no hubo mucho que ver, pero sí gente horrible. Gente horrible en las calles, en el centro comercial donde paramos a almorzar, en las redes. Las señoras prepotentes queretanas amedrentando a las chicas que apenas estaban entrenando para formar parte del equipo de la cafetería. Las personas que hacían escarnio de las amigas que dejaron a la que apareció muerta en una cisterna. Las personas que se burlaban de aquéllos que lloraban una palmera que parecía que vencería a la humanidad.
La gente es horrible, es una porquería, y no cualquier gente, sino la gente del país. Ya no cada quien tiene su lucha, sino que cada quien tiene su móvil para odiar. Es tan cansado ver las estupideces de las personas, pero lo es más aún cuando una sólo quiere cerrar la mente tantito para lograr encontrar el mejor camino. 
El mejor camino.
El mejor camino sería… que dejaran estar en mi camino. ¡Cuánta mezquindad! ¡Cuánta falta de corazón y tiento! ¡Cuánto maldito egoísmo! Tanta porquería duele y hace que desee dejar de vivir, que sólo quiera estar acostada en mi cama viendo a la nada, sin decir nada, sin ver, sin oír, tan sólo sintiendo el fresco de las recientes lluvias, tan sólo acariciando la suavidad de las almohadas. Dejar de ser en la vida real y la tecnológica, simplemente desaparecer, como lo hice todo este mes de mi trabajo.
Dejar el camino, dejar.

Sombras