miércoles, 3 de julio de 2019

Día tres punto tres.

El cerro de la Chichi, parte de la cordillera del Tepozteco y parte de la Sierra
del Chichinautzin.
Contratiempos, contratiempos. Digamos que no tuviste contratiempos. Este día donde también ibas a hacer ese extraño trabajo y vino la casera y familia, a machetear el predio. ¿Qué ganas tiene la gente de dejar pelona la tierra? La yerba crece y protege la tierra de la quemazón de estos lares. Y luego echaron alguna cosa al rededor de los árboles. Tuviste que llegar a poner ramas encima con la esperanza de que tus gatitas no fueran a pisar esa cosa y terminaran envenenadas, porque te dijo la casera que es tóxico. ¡Pero si tienes gatas! Tienes gatas, puso un maldito insecticida. ¿Para qué? ¿Para qué la casera codicia las frutas que ella no viene a cosechar?
Si los murciélagos se las comen de noche es porque nadie las ha arrancado del árbol.
Si las iguanas se las comen cuando caen, es porque las tiró la tormenta, porque nadie las arrancó antes. ¿Para qué la casera quiere matar a los insectos de la tierra?
¿Y los grillos?
¿Y los sapos?
¿Y las cigarras?
¿Y las luciérnagas que vienen más adelante?
No dices nada. Tampoco te ofreces a tirar su basura. Te molesta que eche veneno, aún sabiendo que tienes inocentes a tu cargo.
Después sales a buscar algo que no encuentras.
Vuelves. 
Volviste a esperar una clase que ya no diste. No llegaron, ni llamaron, mi mandaron mensaje. Pero tú sí llamaste antes para confirmar. Nada. La cita era a las 6:30 y ya van a dar las 8 de la noche.
Quieres salir por un elote. Lo harás.
Ya quieres irte a vivir a tu terrenito para tener todo enmontado a tu antojo, para cuidar las plantas y que tus gatas se den vuelo. Ojalá ese día llegue pronto.

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