martes, 16 de julio de 2019

Día dos punto cinco.



Oscuridad.
Ansiedad.
Te levantaste ansiosa, porque te dormiste ansiosa. Tuviste ganas de llorar todo el día, lo hiciste sólo después de las cachetadas que te propinaste porque la voz no salía, no salía. ¿Por qué no respiras?
Le escribiste a tu amor que te refugias de la ansiedad comiendo y nada, no puedes comer. Te volviste a poner medio mala; pero estás convencida de que no es otra cosa que colitis nerviosa. Odias la colitis nerviosa, te priva de ti, de tu comer; la odias porque la colitis nerviosa eres tú.
Fuiste a chequeo con la doctora e igual, lo mismo que te había recetado antes. ¿Qué podrás hacer más por ti?
Tranquilizarte, olvidar, dejar ir. No sabes cómo hacerlo; nunca has sabido cómo hacerlo.
Por la tarde te pusiste a ordenar la bibliografía de esa cosa interminable que has estado haciendo por años, como mil. Ahí sí que tuviste un gusto. Volviste a ver los libros bonitos, las lecturas agradables. En realidad sí, el kitsch es el lugar en donde el Hombre puede resguardarse del horror del mundo exterior. Estás totalmente convencida. (Ich bin unbedingt).
Un ratito de gozo, porque tus libros están bonitos, porque le prometiste a tu amor que cuando todo esto terminara, se los prestarías, para que los leyera y entendiera más tu mente.
Justo en este momento acabas de recordar que antaño le decías a tu bella ex: "Si muero, dale mis diarios a A…, él sabrá qué hacer con ellos." Tus diarios. Cuánto tormento guardas en ellos.
Ya es tarde, ha acabado el día. Una buena amiga te ha escrito que no te desgastes en pelear en vano con la gente de las redes sociales, pero si una de esa gente era tu amiga de la facultad. ¿Está viendo y no ve? No sabes soltar, lo sabes, y ella tampoco lo verá. Es una lástima, pero es más lástima que te has enfermado del espíritu, del alma, del ánimo, que tus males físicos son un reflejo de tu estado emocional. Te sientes al borde. 
Estás cansada en verdad de ver por ti, de sostener, de no bajar la guardia, de temer que algo malo pase, de cuidar y cuidarte. Pensaste en dormir el resto de la tarde, pero había cosas por hacer, tenías que comer y, si dejas todo apagado, los malignos vienen y se esconden para darte sustos.
El miedo paraliza u obliga a avanzar. A ti el miedo te está haciendo avanzar al lugar oscuro de la desesperación.
Quizás estás exagerando, estás un tanto fatalista. Quizá mañana, cuando salgas, todo huela y se vea mejor. ¿Y si no? 
Ya bajó la gata Isis, la amas por sobre todas las gatas. Tu gatita hermosa está echada sobre la caja, no te mira, pero te acompaña. Es su hora de estar contigo. ¿Por qué dicen que los gatos no quieren a sus humanos? Son unos tontos.

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