martes, 28 de marzo de 2023

Los días de enferma: La voluntad.

Y al final, se miró una luz.

Hizo viento loco y se alborotó el calor, o eso fue lo que sentí ahorita. Esto lo he estado masticando los últimos días de dolor, de casi muerte, no muerte, pero sí de gravedad:
He estado bastante indispuesta estos días, en cama, en fiebre, en vómito y diarrea, he estado realmente mala y no ha habido un diagnóstico acertado a la primera, por lo que mi cuerpo ha tardado más de lo acostumbrado en recuperarse. Dentro de las casi alucinaciones y dolencias, dentro de los insomnios que pena e idas al baño no he hecho más que pensar, más que en darle vueltas a los acontecimientos de mi vida. Aunque justo ahora no puedo recordar exactamente de qué quería escribir. Creo que de la nada.
La nada que es todo y que soy yo. La lucha de voluntades, los días pasados.
¿Por qué mi padre y no mi madre?
Y la respuesta vino después del duelo incesante de mis tripas: La voluntad. No había otra más. Porque no dependía todo de mí, sino de las dos, porque la constante pelea de ambas jamás iba a acabar, sino con la muerte, porque no se puede ayudar a quien no quiere, aunque las opciones estén dadas. Pensando esto, escribiendo esto…creo que soy igual. Y cada quien tiene que descubrir su camino sin otra cosa más, porque de eso también se trata la vida, ¿no? No sólo de ser feliz, no sólo de comer y del placer, no sólo de aprender, sino de hacer la regalada voluntad, porque cuando no se tiene aquello, ¿acaso la vida es? ¿Qué más da entonces vivir si no se puede hacer un papalote con dicha acción?
Justo ahora no estoy enfocando bien, porque la enfermedad me ha quitado algo: La atención y la capacidad de enfocar mis ojos con atención, pero, qué más da…
Cuando cumplí años me di el regalo de una lectura de Tarot. El buen amigo tarotista me dijo que habría un duelo en este año, que no temiera, que era parte del camino, ¿será acaso este el duelo? ¿Un terrible recordatorio de que este cuerpo envejece y ya no soportará más excesos? Ojalá sea eso y no otra cosa, aunque tampoco sé lidiar muy bien con el duelo del cuerpo, ¡¿dónde está?! Lo necesito para muchas cosas. Lo necesito para andar, para ejercer, para ejecutar, para actuar, para cuidar, para amar, para mí. Lo necesito para mí. ¿Dónde ha estado?
Recordé a mi madre y su constante pérdida del cuerpo. Su lucha por querer seguir viviendo, por querer hacer su voluntad. Quizá así lidiaba con estar enferma una y otra vez; era rebelde de las instrucciones médicas, porque su cuerpo todavía resistía y resistía y resistía… y ya. Era una persona rebelde, así lo puedo ver ahora.
Enferma, cuidando al padre y enferma. Hubiera querido que ella estuviera aquí para que viera por mí, aunque después recordé que no precisamente me cuidaba de mis enfermedades varias cuando las tenía. Me reclamaba y me mandaba a volar. Como la vez que me sacó de mi cama por una supuesta reparación, o las veces de cólico que sólo me reclamaba que había comido mal. De sus cuidados maternos recuerdo solamente los que me daba de niña, cuando me daba desenfriolito en una cuchara con té de manzanilla, pero después…
Eso de idealizar a las madres y los padres es de lo más terrible; lo que dicen en la televisión es mentira. Ni ellas son cuidadosas, ni ellos protectores. Al final del día, una es la que se cuida y la que se protege, y termina cuidando al padre en su enfermedad inesperada. 
Y así sigue la vida, el tiempo transcurre, se escurre y yo dejo de sentir un poco más. A veces es sólo anhelo, pero ya es poco el deseo. ¿Terminaré en convertirme en una flor que se marchita? Tendría que saber qué palabras utilizar para terminar esta madeja de ideas.
No las hay.
Soy la nada.

jueves, 9 de marzo de 2023

Mi aborto del feminismo.

Pido perdón por no cumplir con el feminismo, por no llenar los estándares, por querer sacudirme en todo momento los "deber ser" y los preceptos de éste.
Pido perdón por no ser 100% sorora y no dejar de torcer los ojos ante algunas acciones que me incomodan, de esas que parecen mandato, de esas que me saben a imposición, a regla inquebrantable y absoluta.
Pido perdón por no haber soportado ya los absolutos, los no rotundos, la ceguera ante el contexto, ante las personas individuales y sus historias.
Pido perdón por haberme exaltado con una compañera que tuvo a bien el querer proteger identidades de mujeres, sin saber exactamente si se les estaba vulnerando o si era real lo que se le estaba diciendo.
Pido perdón por no soportar esos absolutos feministas, esos "porque es hombre" y punto, aunque se haya tratado de razonar con ella, aunque se le haya dicho "él es mío y hace lo que yo le digo y es mi material", aunque se le haya dicho "vine a cubrir el performance de mi esposa", mientras ella hubo respondido: "Pero no todas son tus esposas".
Pido perdón por pedirle a mi único compañero de vida, al bueno, que me acompañe en cosas simples, en recoger material gráfico y echarle un ojo a las compas, así sin estorbar y sin protagonismos. Pido perdón por ahorita no tener una compañera lesbiana que me pueda apoyar en ello.
Dicho todo esto. Dejaré de ser feminista.

(Aunque siempre me llamará la atención de cómo paulatinamente hay chicas aquí y allá que se quejan de que las activistas les han hecho mal).

Gestorbener Feminismus