miércoles, 24 de julio de 2019

Día tres punto seis.

Hoy te despertaste como casi nunca: Sin plan.
Antes de levantarte, ya te habían llamado por teléfono: Tu amor.
Te levantaste entonces. Pusiste a lavar las sábanas y las toallas.
Las noticias de tu amor fueron, no exactamente sorprendentes, pero sí inauditas, tampoco inauditas, pero sí impactantes. Tuviste noticias no sabes si buenas o malas, pero tuviste Schadenfreude. ¡Qué se le va a hacer! Ya sabrás más en unas horas, o mañana. Ya se sabrá. Lo único que te atreves a decir es que las malas condiciones laborales son pasaderas cuando se tiene un buen ambiente laboral, ¿y cuando no lo hay? ¿Cuando el jefe es inepto y culpa a los del equipo por sus malas acciones y decisiones?
¿Por qué quedarse cuando el jefe del proyecto demuestra ser aún más prepotente que la Institución? ¿Quedarse por la paga es válido? ¿Qué tanto? ¿Y si terminas enfermo por ello?
Nunca hay que hacer algo por dinero. Esa es la lección del verano. Sí, pero no a costa de la dignidad, la salud y la alegría.
En la comida te agendaron masaje para mañana. ¡Qué alegría! ¡Qué bien que la lavadora está lavando las sábanas y las toallas! Tuviste tino en hacerlo, a pesar de que estuvo nublado todo el día y que amenazaba con llover, o no, aún no sabes bien los signos de la lluvia de día en estas tierras.
Tu ropa se secó.
La recogiste.
No atinas a decir nada más, porque no puedes. Sólo esperas que tu amor te avise que ha llegado a su destino para que tú sigas tu noche. La noche.
Aún tienes cosas por hacer.
Aún tienes que tender la cama, darle de comer a las niñas y bañarte. Te hace falta.
Ya llegó tu amor con bien.

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