miércoles, 28 de noviembre de 2018

Desesperanzada y harta.

Despierto tras un sueño largo y pesado, tras haber soñado por segunda vez con aquella persona que me jodió hace un año. Exactamente hace un año, o casi, pero sí, digamos que hace un año yo estaba en la locura enamorada y se me rompió el corazón de la manera más vil e injusta.
Un año y estoy acá, en Cuautla, dándole a los proyectos, viendo cómo las cosas avanzan como una masa lenta, que no ahoga, pero que sí desespera, y no un poco, sino bastante.
¿Qué más hacer?
Es cierto que el que espera desespera, y desespera más que, al despertar, tras un sueño extraño, incómodo y bello a la vez, veas noticias espantosas en la red.
¿Qué tiene que ver mi vida, en este momento, con los horrores que se dan a conocer por las redes sociales?
Todo y nada. Todo y nada porque soy mujer y soy parte de un grupo vulnerable en este país piñata, en este mundo matraca. Todo. Y nada, porque estoy hecha una furia y hago las cosas según mejor pienso y me place y porque sé que en la lucha también está el "Adaptarse o morir".
¿Por que digo todo esto?
¿Por qué no dejarlos morir solos? ¿Por qué, si los hombres son los impartidores de injusticias, no se les abandona a su suerte? ¿Qué harían un montón de hombres solos en casa sin ninguna mujer cerca? ¿Qué harían un montón de hombres solos en una oficina, sin una mujer cerca? ¿Qué harían un montón de hombres solos en una Entidad Federativa, sin una mujer cerca? ¿A quién tendrían para impartir su misoginia? ¿Con quién delegarían los trabajos mínimos del hogar, de la oficina, del orden, de la agenda de la semana? ¿Con quién conversarían por las noches y sacarían sus miedos más profundos? ¿Quién les lavaría, plancharía, cocinaría, limpiaría?
Sí. Ellos, en algún momento, tendrían que hacerse cargo de ellos mismos.
Sí. Hay varios hombres en este país piñata que se hacen cargo de ellos mismos, que son ordenados, limpios, organizados, que saben lavar, planchar, cocinar, fregar, pero no son el grueso, lamentablemente, no. Hay muchos hombres aún que se creen que debe haber una mujer cerca para hacer las nimiedades del hogar y la oficina, muchos y de todas las clases sociales. No sé. Me han dicho que no debo generalizar, pero ¡cómo no hacerlo si lo sigo viendo, si lo atestiguo!!
Me he cansado de la nimiedades de hogar; me he cansado de ver cómo las mujeres pelean infructuosamente (yo incluida) con hombres que se creen los dueños del entorno y más allá; me he cansado de ver cómo las mujeres aleccionan a otras mujeres sobre cómo deben ser mujeres, cómo deben ser femeninas, cómo no deben ser no femeninas, cómo deben ser activas, cómo deben ser no pasivas, cómo deben ser feministas; me he cansado de ver los horrores que sufren las mujeres por el hecho de ser mujer; me he cansado de ver cómo, aunque estén unidas, no resulta en gran cosa, de que, por mucho que se pida justicia, no la hay… ¿Y si mejor TODAS desaparecemos? Y si se nos trata mal en el trabajo, en la escuela, dentro de un gobierno, ¿por qué no nos vamos de allí y lo dejamos solos?
Adaptarse o morir, sí. Hace no mucho oí que las mujeres ya hicimos mucho para entender, para cambiar, para ser y entender al otro, pero que los hombres han hecho poco de esto, que las adaptaciones les han venido guangas, que es hora de que ellos hagan el esfuerzo también y pues, ¿por qué no lo dejamos solos a que hagan todo, toditito el trabajo? 
Quizá aprendan algún día, quizá mueran, o quizá, lo cual es lo más probable, hagan de otros hombre su 'mujer' su ser inferior para que se haga cargo de las nimiedades del hogar, la oficina, la vida diaria y cotidiana.
Sí, esa es la Eva desesperanzada y harta.



jueves, 22 de noviembre de 2018

Entrada del desarraigo.

Sentadita, esperando a que no se me acabe aún la batería, estoy, estoy sentada en una cafetería, la de los abuelos, esperando a que mi novio termine las labores del día, porque ya me quiero ir. ¿Será que me va a dar alguna enfermedad? Ojalá no, porque no quiero pagar por medicina. Odio la medicina.
La última vez que tomé medicina, no me fue bien.
Tengo frío.
¿Qué tanto ha pasado desde la última entrada?
Muchas cosas. 
Hemos cubierto eventos, hemos caminado como locos por las calles de Cuautla buscando comida, escuelas, gente, buscando más y más oportunidades. 
Dicen que uno se labra las oportunidades, eso dicen; yo siento que las oportunidades llegan y se brindan a ti. Habrá gente que piense lo contrario, ¡qué sé yo! Yo no sé nada. Cada vez sé menos del mundo, cada vez veo más de cerca el mundo matraca y cada vez me cae más gordo.
¿Por qué a gente se deja envolver por los sinsentidos de otra gente? ¿Por qué caen en engaños manifiestos?
No hay un salvador, no hay un mesías, no hay quien vaya a solucionar tus problemas, ni quien te vaya a proveer de justicia.

El salvador, el mesías, el solucionador de problemas y el dador de justicia eres tú mismo.
Cada vez me convenzo más de que la anarquía es el camino, ¿estoy loca? Quizás estoy perdiendo el camino, quizás no doy más conmigo, no sé. Yo nunca sé nada. Soy como un pozo sin fondo, un pozo donde todo se pierde, donde nada nuevo te puedes hallar, ¿¡qué si no!?

Me gusta vivir aquí, eso sí, me gusta el calor, la comida, las posibilidades infinitas, me gusta sentirme desarraigada y atada únicamente a los saberes de antaño. No sé si querría siquiera que mis abuelos se sintieran orgullosos de mí, ¿no es eso algo cursi acaso?

Caminante del desarraigo.