jueves, 21 de julio de 2011

La diferencia.



Si ustedes vinieran a decirme que estoy muy mal, seguramente les creería. Si ustedes me tomaran de la mano y me llevaran consigo, lejos, seguramente no escaparía. Si ustedes me dijeran las palabras más horrendas de esta lengua y fueran para mi persona, seguramente las atesoraría.
Los cuatro colores que vi en el cielo no fueron suficiente consuelo para dejar de decir la verdad y la oscuridad tapó las bocas y las llenó de las palabras más inverosímiles nunca antes pensadas en otros días, pero estos días pasaron y la verosimilitud nos alcanzó, me abracé a ella y dejé que me llevara de los pelos hasta arrastrarme a donde jamás había estado.
Nunca y para siempre y los días que no se fueron tranquilos de mis dedos. La lejanía fue sana, mientras duró; los deseos irrefrenables y los ojos brillantes.
No todas son palabras hueras, unas tienen relleno intenso, de sabores añejos, de pimienta a. de C.; otras, de las cosas que siempre han estado allí y allí permanecerán (me gusta el verbo italiano rimanere) y las demás palabras siempre serán suaves, no enunciadas, caricias que quedan más allá del tacto.
Como si hubiera la forma de salvar a alguien, mas uno mismo no se puede salvar (de sí mismo).

domingo, 17 de julio de 2011

La historia huele a billete viejo.


Cuando nadie es capaz de decir lo que le carcome, es mejor dejarlo por la paz; no hacer guerra, porque es incomprensible. ¿Cuál es la mejor manera de actuar ante noticias viejas, justicias divinas y sucesos relevantes? Ser una piedra de río y dejarse moldear por la corriente, por los vientos, por las incertidumbres.
Cuando no se puede más con los pesos ajenos, ¿dejarlos caer por sí mismos? Cuando no se puede dar opinión genuina, ¿caer en los lugares comunes del habla? ¿Quién es el que dicta el registro de las palabras?
Muchas cosas podrían escribirse, pero no darían buen efecto. Siempre es mejor hablar, siempre será mejor enunciar; un poco de ruido no hace daño. Más cosas aún podrían haberse dicho en el momento ¿para qué? Si la gente quiere desperdiciar lo bueno, si desechan lo que otros quieren, si gustan de aquello de comer pan enfrente de los pobres, ¿qué se debería reclamar, a quién?




lunes, 11 de julio de 2011

El uso


Tú que sabes de lo que hace duraderas las cosas, tú qué, porque todo fue tan repentino que insípido se puso y no hubo manera de salpimentar ni azucarar nada. ¿Quién más podría decirte bueno o malo? ¿Quién sino yo? Pero callada quedé y todo siguió su curso y si otro hubiera sido el caso; y si la atención hubiera sido nula; o si la atención hubiera sido todo.
No quedó de otra que seguir en paz y ser cauta y gozar la paz fuera de las quejas y las incertidumbres. Estas semanas de silencio, estos días tranquilos y bellos, donde la lluvia moja, empapa, pero no enfría, donde la gente nueva aparece y desaparecen los que siempre han estado, donde hay piedras para confiar los secretos menos interesantes y hojas para grabar aquéllos recuerdos.
Ya sabrás, espero, de las cosas duras que son blandas, del gris acero, del viento que ahoga y refresca; mientras tanto, quedo de ti, sospechosa y atentamente.


sábado, 2 de julio de 2011

Que julio empezó.


Si le hicieren daño, si le rompieran el corazón, si le subieran el ánimo al máximo, para luego dejárselo por abajo de los suelos. Si todo eso y más le hicieran, ¿qué podría hacer yo?
Que julio empezó ensombrecido y con malas mañas, ya gastadas, ya apestadas y cansadas. No quisiera tomar parte de eso; no quiero y no digo nada.
Que piensen, que digan, que hagan; que yo volví y nada pasa; que yo voy y nada hacen; que yo hago y no hay reacción.
Julio viene con ganas de mojarme toda y ojalá lo consiga.