viernes, 25 de febrero de 2011

La pregunta que jamás fue hecha y fue contestada.


Una tarde de pláticas de cocina y NY, una tarde fue, la de nieve, la de comida prometida, la de sonrisas familiares y chismes parentales. Una tarde que terminó con la noticia: la respuesta que jamás fue requerida y que vino.
No fue ahogo, no fue complicación, no fue paro del corazón.
Fue suicidio.
La palabra de la que todos se guardan, de la que todos quieren saber, por si quedó una pregunta—o todas—en el aire; la que causa morbo, miedo, angustia, pero sobretodo, impotencia.
El llanto que vino después del impacto, sólo eso, mientras trataba de distraer el hambre—o tal vez por baja de azúcar—con kheer (pudín de arroz a la manera hindú), no sé de donde vino; ni sospechaba, ni suponía, ni nada.
Se mató mi primo, dije.

sábado, 19 de febrero de 2011

Atorado


¿Quién dijo que soltar es fácil? ¿Quién dijo que dejar ir lo es? ¿Quién dijo que no mostrar miedo es pan comido? ¿Papa caliente? Pásalas.
Se entrega mucho, se entrega más, se entrega todo. Todo un año dado y aún se espera algo a cambio, ¿quién dijo que siempre se tiene que dar algo a cambio? Equivocaciones de todos los días que hacen suspirar de tan sólo recordar palabras, frases sueltas, comentarios sin importancia, o tal vez comentarios cargados de toda la importancia, ¿quién más que la persona que los dijo, puede saberlo? O es acaso todo cuestión de interpretación.
Ensoñaciones frecuentes, ardientes; no querer recordar nada de ellas, el miedo no anda en burro, dicen; diría yo que anda en camello, en alpaca o hasta en elefante; diría yo que pisa más firme que todos esos animales juntos, que todo un zoológico o un circo.
Dar todo por nada o dar todo y esperar algo, o dedicar un mínimo esfuerzo y esperar a que los milagros pasen. Si no desesperara el que espera.
O deja de sentir, o siéntelo todo, o conóceme por completo al fin, que yo jamás te he pedido nada, ni explicación, ni tiempo, ni vida; que los acuerdos bien han sido claros y sólo hay permiso de quererte.
Si tan sólo fuera así de fácil, ¿verdad?

jueves, 17 de febrero de 2011

La emoción.


La emoción, el llanto, el gusto. La vida misma que cae sobre mi, los años, lo que se merece y no, la música vieja que se vuelve en nueva antes los oídos jóvenes o los oídos que por muchos años estuvieron tapados ante las posibilidades auditivas. Ahora juega con los nuevos juguetes y se imagina en otros lugares; los conocidos, los impensables, los ruidosos y ruinosos y no le importa nada, ni la idea de fracaso, insatisfacción o angustia que pudiera llegar tan pronto se malograra algún proyecto (de nuevo).
Escribir con el corazón en la mano y decir ¡qué importa! pero luego volver a la autocensura y esperar, como me dijo mi sueño, para poder ser yo plena del todo, recuperar mi alma, mi amor y mi cuerpo y poner a trabajar la mente como solía hacerlo y mantener en forma lo que me importa del físico y saber—tal como ahora lo sé—que eso jamás acabará y que las oportunidades perdidas son las clausuradas por ti mismo, y que cada uno hará lo que quiere y no más, pero sí menos.
Si poco importara la vida, no tendría entonces sentido vivirla, sentir siquiera pena; si poco importara el destino, tampoco tendría entonces sentido seguir adelante, tomar decisiones y sorprenderse de lo que llega inesperadamente. Será que algunas personas tienen eso, será que otras no; será que al principio uno firma un contrato, ya sea de destino, ya sea de acciones.
Si todos vamos en el mismo barco, ¿el chiste es saber elegir el camarote adecuado? Y uno jamás sabrá si se ha hecho la decisión correcta hasta que llegue la brisa refrescante o la ola ahogadora.
Esta vez el miedo está apartado y, pase lo que pase, la misión a la que me he entregado no está más que en mi cabeza (y mis notas) y es sólo mía, mas yo no soy de ella y ella puede cambiar porque yo la estoy creando, ¿no es eso emocionante?

martes, 15 de febrero de 2011

El gusto.


¡Qué gusto me da que seas feliz al fin! Aunque siempre esté el temor de que todo cambie. ¿Quién lo puede asegurar? ¿Quién te puede dar el certificado de felicidad perpetua?
Los temores que no deberían existir; los terrores que deberían desaparecer.
Cuando lo inesperado de alcanza, te alza, te zangolotea, te da golpes y te vuelve a tirar en el más frío suelo y difícilmente puedes levantarte; cuando sientes que has salvado todos esos obstáculos, los más molestos; cuando oyes lo que sientes y un zumbido en el oído te avisa que no te encuentras del todo bien, que la presión arterial se te ha subido y no encuentras un lugar cómodo. Te levantas, giras tu cuello y miras las cosas mínimas y bellas que están,
que están.

¿Tú estás?
Los lugares en donde te imaginas, no existen más. Los lugares en donde se supone que deberías estar, no tienen cabida en ti. Los miedos de angustia terrible te arrebatan el sueño, mientras que al día siguiente te alzas en victoria y juras que todo ha acabado. ¿Lo está?
Una cosa hay, sí, segura: Que estamos vivos.


jueves, 10 de febrero de 2011

¿Dónde vivir, dónde estar?


Anuncio que esto será corta-pega en todos los lugares donde se me puede leer, dado que me estoy dando cuenta que el estilo empleado no es de este espacio, pero como ya empecé aquí, pues me "jo".
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No querer gastar tiempo y energía en cosas malas, en cosas terribles.
Un objetivo ha sido el practicar la generosidad lo más posible, porque, entre mi amable lector y yo, no soy muy generosa que digamos. Será mi mente de Einselkind, será que nací sola y sigo aquí. Yo no lo sé. (¿Ve el lector amabilísimo a qué me refiero? Yo empiezo una frase con 'yo'.
Alguna vez en clase de latín aprendí que escribir Ego era de mala educación o que sólo los que nomás allí sus chicharrones truenan, tenían permitido escribir.
Decía, un propósito tácito mío ha sido el de practicar la generosidad.
El año pasado, fue la paciencia y el hecho de vencer la neurosis: dejar pasar las insignificancias domésticas. Este año quizás sea esa cualidad que ya dije lineas arriba.
¿Por qué? Debe ser que he visto esa cualidad en varias personas para conmigo y sin pedir nada a cambio; o debe ser, como dice David: compassion (sorrow or the capacity to feel sorrow for another's suffering or misfortune compassion>).
Yo no sé si eso sea bueno o malo; lo que sí sé es que esa generosidad o esa compassion me ha salvado la vida, el pellejo, la salud mental, la integridad. Es por eso que ahora quisiera practicar eso de la generosidad, eso de hacer el bien sin mirar a quién, eso de lo desprendido. Miren que es harto difícil para mí, porque aferrada, necia, ególatra, soy.
Esta mente mía ha viajado ya bastante y sólo para decir que, en vez de estar pensando en mí o en la buena voluntad, debería estar actuando en cosas serias dentro de este país, y no me refiero a enarbolar la bandera mexicana y decirle al gabacho: "Gabacho, esto es México"; no, sino hacer algo por mí: lo mejor, mas aún sigo pensando qué podría ser lo mejor, porque, como alguna vez pregunté, entre jugando y entre en serio, a amigos de alguna estación de radio por internet: ¿dónde tendré más problemas, aquí o allá? y ellos, entre juego y juego, me dijeron sabiamente: "donde sea tendrás problemas", pues no me queda de otra que con esa respuesta, poco y muy esclarecedora, hacerme a la tarea de solamente pensar en cuál debe ser mi siguiente paso.

domingo, 6 de febrero de 2011

Importancias


De estar aquí, de estar allá, de dónde la mente tener.
De la necesidad de uno o de otro o de los dos. De la necesidad de reflexión.
No querer poner barreras, ni cerrar las posibilidades, ni las puertas, ni las ventanas y terminar con un frío en el cuerpo.
Cuando se ofrecen soluciones y ninguna es aceptada, ¿qué se puede hacer?
Con ganas de empezar a buscar; porque cuando uno tiene cierta relajación, llegan reclamos inesperados.
¿O soy injusta, o soy demasiado egoísta?

jueves, 3 de febrero de 2011

No tiene título.




Sé que escribiré aquí con toda la intención de imprimir electrónicamente la más intrincada idea, el más profundo sentimiento, mas sé que pronto he de dejar esta escritura por otras voces, las voces amigas, las que saludan, las que preguntan, las que desean.
Intentaré escribir las más profundas líneas, tanto como marcas de expresión de un rostro anciano, tanto como surcos de la tierra dispuesta a ser sembrada, tanto como grietas tras el terremoto.
Lucharé por encontrar las palabras correctas para expresar los sentimientos que se han alojado en mi pecho estas últimas semanas; las sorpresas inesperadas, las luces, los soles que sí salen y calientan un poco; o acaso las molestias extrañas, la desesperación, el proyecto que se queda varado por falta de claridad mental (o mejor dicho paz).
Tal vez sea el momento de no poder expresar con palabras–ni habladas ni escritas–todo lo maravilloso y horrendo por lo que he pasado en esta vida corta, en este territorio, en este Estado, en esta ciudad. O quizás sea el momento de ser otra, de ser la que nunca pensé ser y sonreír. (Ay guácala, qué asco me doy, dice la adolescente que presencia esta vida mía.)
Qué mejor que seguir con las neurosis, las penas, los bloqueos, las frustraciones.
Qué mejor que vencer las neurosis, las penas, los bloqueos, las frustraciones.

Se debate...