lunes, 13 de enero de 2020

Yo sólo quería ver televisión

Empecemos por el principio.
¿Ya se acabó el año? ¿Ya estamos en el 2020? Para mí da lo mismo, o ya no es lo mismo, o ya da igual. Este ordenador no lo he abierto desde el año pasado, es real. No tuve oportunidad de ver series, de hacer facturas de diciembre, de hacer ningún trabajo pendiente, ni adelantar, ni nada. 
Vivir en medio de duelos y emergencias al rededor de un mes, y justo el mes de vacaciones, en donde se debe hacer un necesario descanso, no es aprendizaje, lo aseguro.
Apenas comenzando las vacaciones decembrinas, cuando vino un extraño suceso, algo que movió la psique y los planes familiares de más de un núcleo. Que se metan a allanar la casa materna buscando algo en específico da mucho qué pensar; que se metan a allanar por segunda vez y dejan sólo su cuarto patas pa'rriba, da aún más que pensar.
No pude ayudar la primera vez, tampoco la segunda. Quizá me hubiera puesto en peligro; quizás no.
Sólo sé que la paranoia y la estupidez es inmensa, que entorpece más la voluntad de un ser ineficiente, ególatra, impositivo, odioso, que la misma incapacidad del aparato judicial de este país piñata.
Este diciembre me encontré con un par de extraños robos, el desequilibrio mental de un familiar cercano, la inacción y total corrupción policiaca, la pasividad de una madre y la imposición más arbitraria y estorbosa de su hermana. Todo el conjunto me dejó exhausta; me tiene aún así.
Justo hoy, al dar clase a mi jovial alumno, no tenía otra gana más que la de llorar y estar en la cama sin hacer nada, hoy, el primer día del año en que pasaré la noche a solas, hoy, la primera tarde del año en la que sólo me tuve a mí y a mis gatas.
No bien comenzando las vacaciones, empezaron los más extraños problemas.
Después del robo a casa habitación, vino el peregrinar de una madre, con su parada de supuesto descanso en este hogar, en donde no hizo más que criticar y ponerse a limpiar, no sin proporcionarme sendos viajes en carretera, un susto en la Xochimilco-Oaxtepec y todo el kilometraje que no acumulé durante el año. 
No olvido tampoco el choque que sufrió mi amor, a causa de la falla de unos frenos del carro en el que venía de un supuesto profesional de la seguridad privada, que fue a ver la casa para ver qué sacaba de dinero, digo, en qué podía ayudar. Mi novio ya está mejor; quedó bastante mallugado, al igual que su amigo, que fue a ayudarle para ver la escena del crimen.
Todo parecía resolverse, o calmarse siquiera, cuando se decidió llevar a mi progenitor a un asilo para terminar su recuperación mental, oh, pero ¡sorpresa! Con la prisa estúpida de la idea más idiota, concebida por la más ineficiente persona en caso de crisis y peligro, no le dieron ni las medicinas psiquiátricas, ni las recetas completas a los que se dedicarían a cuidar la recuperación del padre. ¿La razón? Una mudanza exprés que habría de hacerse al día siguiente muy temprano, sacando cosas sin razonar de una casa que había estado habitada por casi veinticinco años, mudanza decidida, no por la dueña de la casa y de las cosas, sino por su hermana. ¿Y qué pasó después? Que mi padre se descompensó, dejó de tomar su medicamento y tuvo una crisis psicótica, tomando por sorpresa a sus nuevos cuidadores, quienes no tenían idea de lo que pasaba, porque mi madre no se dio el tiempo de informar la situación por completo, dado que su hermana la sacó de prisa del lugar, no importando la salud de mi padre, ni mi regreso nocturno y solo hacia mi hogar en otra ciudad.
Muchas otras cosas pasaron, pero justo esa fue la que logró que determinara desconectarme de los problemas familiares, no por problemáticos, sino por haber sido agrandados por la ineptitud de una persona.
Ahora bien.
El cumpleaños, sólo con mi amor. El día siguiente con los ruegos maternos de convivir y mi total negativa. La partida de rosca con la aparición de la tía viniendo a recoger las pertenencias maternas.
Y toda la siguiente semana tratando de recuperar el tiempo, hacer los pendientes que habíamos planeado, buscar cosas para el nuevo hogar, ir al cine, tratar de descansar, finalmente comer nuestra dieta habitual.
Lo que nos lleva al día de hoy: Estoy realmente agotada, pareciera que el año no acabó, que las sorpresas no cesarán, que las cosas de tengo planeadas para este 2020 se verán entorpecidas por causas totalmente ajenas a mí.
No olvido que pasé el 25 de diciembre manejando y un 30 de diciembre de lo más pesado y salvaje, que mi cuerpo y mi psique están aplastados, y que por eso soy incapaz aún de retomar la vida cotidiana, por más que me esfuerzo, por más que hago lo del día a día, porque llega un momento a una hora cualquiera en la que todo me llega y se cuelga de mis hombros, como si ese todo deseara que no avanzara más en mi propia vida.
Este fin de año fue realmente retador. Tuve que sortear no mi ineptitud, no mis apegos, no mis deficiencias, sino las de muchas otras personas. Agradezco a quien estuvo a mi lado, mi amor, a quien preguntó por mis desventuras, mis amigas, a quien no me importunó.
Por cierto, mi perra Gilda se quedó sin casa también; aún no sé quién la pueda cuidar de aquí a mayo. 

Extraño a mis papás.
Yo que sólo quería recibir regalos de navidad.
Yo que sólo quería pasar un cumpleaños feliz.

Yo sólo quería ver televisión.