domingo, 19 de julio de 2015

Es raro cuando es familiar.

De una salida de vacaciones, una salida familiar cualquiera. Un día de esparcimiento y feria de las flores, donde lo menos que hay son flores, donde lo más que hay es gente, comida, cumbia y solazo. Yo no sé por qué como que quiero llorar o no sé. Debe ser envidia lo que hay en mí, envidia de tener pocos panas. Me siento apartada y rara. Demasiado fuera de lugar. ¿Qué era lo que me gustaba hacer en esos ayeres? Tan fuera de lugar como nunca pensé, o acaso siempre estuve fuera de lugar, acaso nunca llenaba los estándares que la edad cumplía. Si volviera a tener los dulces veintes, haría exactamente lo mismo, sólo que con un teléfono móvil, por qué no—No es llanto, no es rabia, no es envidia, es aburrimiento de ser yo misma y no poder cambiar y decir vamos a beber hasta que las hormigas nos caminen, vamos a hacer tonterías y a no pensar en que mañana tenemos cosas que hacer.
No sé con exactitud qué tipo de desasosiego traigo, quizá sea que no llevaba yo acompañante y no pude ver las cosas que me gustan ver, y no me esperaron al caminar entre las multitudes, y cuando caminé rápido tuve que esperar en las avenidas, y cuando llegaba con flojera a casa, tampoco pude tomarme mi tiempo.
Sé que a la gente no le interesa todo lo que me interesa, pero, si me tomo el tiempo... bueno, no importa, total que en este mundo apartado no soy yo, sino otra, no usan mi verdadero nombre, por el que respondo y soy contenta, sino un nombre estúpido que le resta intelectualidad a toda persona que lo porta y debo asumir ese rol.
Será la insana envidia de no tener verdadera cercanía ni apego con las personas con las que debería...
Yo no sé cómo se le hace para eso; no entiendo el universo familiar. Pocas veces he cupido en una de esas que se llaman familias.