miércoles, 31 de diciembre de 2014

No mucho que decir.

Que se acaba el año 2014 y comienza una nueva oportunidad. Que el nuevo ciclo. Que olvidarlo todo y hacer, construir. Más bien yo diría reconstruir. Hay mucho por hacer en este año que está por comenzar, mucho por ver, mucho por decir, mucho por cantar, mucho por ahorrar. Hay mucha vida que dar y mucho por dejar ir. Que se vaya todo aquello que me ha hecho daño, que no me moleste más. Que venga a mí más felicidad y alegría y paz, sobretodo paz. 
Qué más quisiera yo que verdaderamente olvidar los malos ratos, las depresiones inútiles, las constantes decepciones de la Humanidad. Qué más quisiera que la violencia y el sinsentido se borrara cuando pasáramos del 31 de diciembre al 1ro de enero. Muchos dirán que es mejor no voltear a ver cómo todo se derrumba, se ensucia, se pudre. No puedo dejar de no verlo, no puedo estar calmada y celebrar el año nuevo, la navidad, el día de muertos. No, no celebré nada, porque no hay nada que celebrar, porque estos ciclos de tiempo sólo marcan tiempo, pero no hay bienestar ni beneficio en su transcurso.
Solía celebrar con euforia el año nuevo, pero ahora no le veo razón; ahora sólo quiero estar conmigo misma y analizar qué de todo ha sido lo que he hecho mal, qué es lo que en verdad me molesta, qué es lo que puedo cambiar, qué... qué demonios estoy haciendo aquí.
Ahora me siento en mi sillón y recuerdo lo que estaba haciendo hace un año...(¡mmm! je je), mas poco recuerdo los anteriores. Varios años con mis amores pasados. Uno en VT con amigos varios, allí, donde supe cómo era que el fútbol sí unía mentalidades.
Varias uvas, mucha sidra, abrazos, algunas—varias—decepciones, sexo...
¿Qué es el año nuevo en realidad? ¿Hay algo más allá en dar una vuelta más al sol? Sólo es eso y eso lo es todo. Será ese ciclo cósmico el que llena de esperanza a las gentes, el que las hace creer que todo será ahora mejor, y sin embargo, sigue tan igual, o casi tan igual que hace unos años, o mejor dicho, peor que hace unos cuantos años. ¿Qué hay que celebrar? ¿Que se acaba este año roto y comienza otro igual de roto? ¿Qué hay que celebrar? ¿Que este año violento de gente ciega no tendrá continuación en el siguiente? ¿De verdad hay que creer eso y celebrarlo? ¿No es parte de la misma ceguera?
¿Cómo voy a volver a creer en el misticismo del año nuevo?
Habrá quien me hable de cerrar ciclos, habrá quien me diga que no es un círculo, sino una espiral. Mucho tiempo creí en el Tiempo como una espiral. Ahora eso no es consuelo; ahora todo eso no es más que vértigo.
Tal vez lo único bueno de pensar en un nuevo ciclo sea en la oportunidad de no cometer los mismos errores y de emprender cosas buenas y bellas. Ojalá—¡Ojalá!!—las haya para mí y para todos aquellos a los que amo.

La gata Isis

martes, 18 de noviembre de 2014

O Leide weh! (Sé que pocos lo leerán).

Sé que pocos leerán esto porque al final del día, de la mañana o de la tarde, viene valiendo sorbete, porque este espacio tiene una advertencia de contenido para adultos, porque la gente teme o tiene flojera, o teme y tiene flojera. Escribo por no dejar rondando en mi cabeza el mismo pensamiento, el que me asaltó de pronto mientras preparaba mi cena, ti té, mi café de la mañana siguiente.
¿Qué hacer cuando un alumno le sugiere a otro dejar los planes para el futuro y mejor unirse a los sicarios? No, ni siquiera a los productores, vendedores, expendedores, traficantes de droga, no, a los sicarios... ¿qué hacer?
Tal vez he pecado de vieja, de snob, de anticuada. Tal vez he vivido en otro país todo este tiempo, cobijada por mis libros, mis reflexiones y mis notas musicales. Tal vez creo que existo y sólo soy el fantasma de muchos otros que pisaron esta tierra, gente con pelucas, gente que gustaba de leer libros y sonreír de cosas buenas.
¿Qué soy ahora?
En esta humanidad deshumanizada y ultraviolenta, deshumanidad psicópata, ¿dónde quepo yo?
Ahora todo va sobre mí. ¿Para qué estoy aquí? ¿para qué estoy aquí si nada o poco puedo cambiar, si ni mi entorno inmediato parece mejorar? Está en mí, como está en cada uno de los demás; empero ¿y si cada uno de los demás no quiere mejorar? ¿No lo saben, no se dan cuenta, no lo saben, no se quieren dar cuenta?
No se trata de mí ahora, se trata de mí y de todos, de ti también, el que no sabe saludar, y de mí que a veces también olvido hacerlo. Se trata de mí cuando decido no echar agua buena en el agua mala y de alguien más que culpa a los demás por ser persona estúpida. Se trata de mí por acatar órdenes y cumplir responsabilidades y de los otros que dan órdenes, mostrando el poco respeto que tienen por los demás y que me echan a la guerra sin fusil.
Se trata de mí porque he dejado de hacer las cosas que me gustan por hacer las cosas que dije que haría—maldita consciencia, maldita responsabilidad, maldita escuela, malditos estudios, maldita cabeza que no me deja botarlo todo—.
Hacer bien tu trabajo de poco sirve. Hacer, pensar y decir por todos los medios, tampoco. Todo queda en opinión, en algo loco que dijo ese merolico, que viene con su erre que erre, con su insatisfacción, que todo lo ve mal y feo, que no se calla y deja estar en paz con mi refresco, con mi soda, con mi cerveza, con mi pantalla, con el dinero que pedí prestado, con el dinero que me he ganado en mi jornada de once horas y contando.
Vámonos a vivir a Tuvalú, aunque ya ni en Tuvalú debe estar bueno.



sábado, 1 de noviembre de 2014

Alto, no siga.

No veo la razón de festejar, de hacer desfiguros, de hacer cosas sin sentido. No veo. No veo el porqué. 
Ellos no quieren ver más allá, sólo miran sus ombligos, sólo quieren permanecer cómodos. 
No veo la razón de la fiesta, del gozo, no la veo, simplemente porque todo está triste, no sólo yo, sino todo: el mundo, la vida, las calles. El color de la calle está deslavado; el sonido del viento está desafinado; el aroma que guardan los rincones ni siquiera es rancio.
No veo vida, no veo muerte: Veo pasmo.


viernes, 24 de octubre de 2014

El denso cansancio.

El denso cansancio que hace que las cosas no salgan bien, que todo se preste a malas interpretaciones.  El denso cansancio que quita alientos y juega con los pensamientos de la gente. 
El denso cansancio que ofusca, o fusca, ofuscación, ¡oh! fusca canción...
El denso cansancio que ya llegó, que no se va, que está en mí, en ti, en todos.
En denso cansancio que reclama atención, que grita, que quiere justicia; el denso cansancio que crea la injusticia.
El denso cansancio en el que todos ya estamos, del que nos queremos sacudir, del que estamos hartos. ¿Todos estamos hartos? ¿Segura?
Algunos en la calle, otros en sus casas. Algunos aceptan todo lo que les dicen, otros no están conformes y buscan más información, y luego saben, y luego salen, y luego reclaman, ¿y después?
El denso cansancio de hacer, participar y decir y no ver más que un espejo, y no ver más que las mismas acciones repetidas al infinito, en pasado, en presente, en futuro, hasta en copretérito y pospretérito.
El denso cansancio que hará que todos relajen las manos, que todos relajen sus puños en alto y miren hacia otro lado, como ocurre siempre, como ocurre casi siempre.
El denso cansancio, ensordecedor, ese que abarca los cuerpos poco a poco, hasta inmovilizarlos, hasta dejarlos en calidad de bultos, listos para lo que se disponga.
El denso cansancio, esa movilidad inmóvil, ese movimiento rápido y constante que poco a poco se va convirtiendo en un sólo y único momento sin importancia, en un punto débil y fácil de borrar, en un ser que ya no mueve, ni se quiere mover.


martes, 30 de septiembre de 2014

La pérdida de la fe en la humanidad

Anécdotas de la vida real.

Los alumnos ineptos, que cuando les estás resolviendo el problema, miran al techo, que cuando das el tema para ellos, voltean y te dan la espalda. Los alumnos que te desgastan la vida, las horas, que no aprueban el examen. Los alumnos que no asisten, que se van antes, que ponen como excusa la fiesta. La gente que es eternamente niña, infantil, irresponsable de sí. La gente que sólo piensa en qué color de labios se pondrá la boca o qué cinturón se le verá mejor a sus botas, qué celular es mejor para las redes sociales, quién ganará en el programa de televisión... La gente inepta. 
Si demonios, quieren ser mejores, ¿por qué no lo buscan de verdad? ¿por qué se conforman con lo que tienen al alcance de la mano? ¿por qué no juegan a ser algo más que esos pequeños insectos, peldaños, basuras, que están echadas a un lado?
¿Por qué no toman el compromiso consigo mismos, aunque les cueste tiempo, esfuerzo, sangre?
¿Por qué dejan todo para el último momento? ¿Por qué se lo dejan a alguien más? Que el otro firme, que el otro diga, que el otro vaya... Que pena me dan.
No, no es pena, es asco, es casi una rabia que me lleva a la náusea.
Una parte de esa gana por ver a la humanidad reconocerse y levantarse, se ha ido.
¡Idiotas! ¡Tarados! peor... ¡MEDIOCRES!

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Personas raras, personas que te proponen cosas, personas que te hacen recordar lo que solías hacer, con quién te solías juntar... Esas cosas ricas que solías disfrutar. Personas que te preguntan, te quieren enredar ¿y luego? Luego sólo te quedas con el deseo, las ganas y el disgusto de la no satisfacción. Te quedas sólo con el deseo de volver a sentir esa suavidad, esa delicadeza, ese despliegue de fuegos artificiales y energía encaminada a un sólo objetivo, el más bello, el indescriptible, ese que ningún hombre experimentará...
Y así me quedo, sólo pensando, sólo rememorando las cada vez más lejanas sensaciones.
Ese placer.





domingo, 7 de septiembre de 2014

El extremo vacío de los quicios

El quicio, sacar de quicio. Casi, casi me sacan de quicio y caigo y quedo chueca, casi o ya estoy chueca, o ya estoy fuera de mi quicio y estoy volando hacia la locura de las respuestas sin preguntas. Entre no saber qué vale o si lo vale o si quien vale lo vale o valemos... madre. Valemos madre todos, así, sin material, sin dudas a resolver, porque no las hay, porque no hay solución, porque la vida es eso que no tiene explicación, que sólo sucede, como risa estrepitosa, llenadora. 
El quicio de la vida. Si la vida no tiene pies ni cabeza, menos quicio y, ¿por qué estoy escribiendo esto? ¿por qué no simplemente me pongo a decirle a cada uno lo que pienso de ellos? Yo los quiero o los amo o estoy decepcionada o siento el abandono de sus días. Cada quien hace lo suyo lo mejor que puede, igual que yo con los alumnos cada que los veo. Si acaso le viera sentido nuevamente...
No hay sentido, no hay consenso, no hay verdad que valga, ni fe, ni esperanza, no las hay y esa es la realidad, la realidad que nadie sabe, que no digo, que niego, que negamos todos. Caminamos a obscuras en este frío mundo o en este árido mundo o en este anegado mundo. Caminamos, descansamos, subimos, bajamos, como hacer el transborde eterno, como si existiera la finalidad.
La finalidad es lo que imaginamos que pasaría alguna vez en la parada del camión.
Qué asco.


Akira

martes, 2 de septiembre de 2014

¿Qué vale?

Las fotos en cueros, los días largos, el desayuno cortado, el café bien caliente, ¿qué vale? La mugre en la ropa, el lodo en las manos, el pantalón manchado por toda la tarde, la lluvia, ¿qué vale? Los días eternos, las noches muy breves, el ruido de la mañana, la raspadura en la mano, ¿y luego?
Que los ensayos, que las tareas, que ver cómo se acomoda el tiempo, que ser sociable, sonreír, saludar, servir, ¿de qué sirve?
¿De qué sirve servir y dar, cuando se pide ayuda y todo queda en un "tú resuélvelo"?
Seguir con la boca callada. Seguir lastimada, pero seguir...


lunes, 4 de agosto de 2014

Ni las mujeres gordas merecen ser amadas.

Ni las mujeres gordas, ni las flacas. Ninguna de ellas merecen ser amadas. Quizá sí las delgadas; tampoco. Las mujeres no merecen ni amor, ni respeto, ni consideración. Son objetos para entretener pupilas y carnes, para pasar el tiempo, para repasar las acciones del día, cuando se tiene tiempo sobrante.
Las mujeres son muñecas que siempre deben estar lindas, perfumadas, depiladas; deben esperar pacientemente a que se les llame, de otro modo pueden interrumpir arduas labores no femeninas, pueden robar tiempo, estorbar. Las mujeres deben dar espacio para que el mundo gire y se haga todo por ellas, casi todo, porque ellas deben encargarse del mundo, aquél mundo invisible, diminuto, carente de importancia, aquél mundo no productivo que siempre está. Las mujeres deben facilitar el paso al mundo productivo y callar las nimiedades de su intelecto. (¡Ja! Intelecto)
La inteligencia de las mujeres consiste en hacer las cosas bellas, mejor dicho, en embellecer el ambiente, el espacio. Si las mujeres intentan hacer algo más que ello, están equivocadas. 
Una buena, decente y respetable mujer jamás dejará ver sus sentimientos, no hay que incomodar a los demás con ellos, son cosa que cada una debe resolver sola, en su intimidad, por separado, sin ayuda, sin chistar. 

Ahí va la mujer sin rezongar, a que la maltraten, la vejen, le digan que no es prioridad, que no tienen tiempo ni ganas para convivir con ella. Ahí va, o no va, se queda encerrada en su casa, esperando pacientemente a que le llamen, a que se hagan presentes para ella. Ahí queda la mujer enloquecida por los demás, porque seguramente es una loca por andar pensando, por andar sintiendo, por presumir siquiera que se le trata mal. Aquí escucha la mujer atentamente:
"No mujer, no, tú eres la que está mal, si tú piensas así es porque tu cabeza así lo está creando, porque es tu imaginación fructífera, porque no estás al cien en tus labores y te pones a pensar en cosas extrañas. Si no confías en el otro es tu problema, es tu interior el que está mal; no es que el otro actúe, engañe, moleste, maltrate, no, porque la responsable de todo eres tú y solamente tú. Espera pacientemente a que se te baje ese mal ánimo y ve cómo tu proceder siempre ha sido equivocado."

Pobre de ti, quisiera ayudar un poco más, pero en estos momentos no se me ocurre otra cosa que escribir estas palabras rápidas que tal vez no sean entendidas como se deben.




lunes, 23 de junio de 2014

A quien las lea...

A veces escribo sobre el pasado y me sobrecojo un poco, me descargo y cargo de emociones las palabras que he dicho mil y una vez. Me aburro y vuelvo a empezar. Tejo una a una las palabras para luego usarlas de mordederas y atarlas con un hilito de baba al tiempo, para que el viento no se las lleve nunca, porque son mías y de nadie más y porque son finas y merecen tener el filo de un buen cuchillo de plata, como la voz de plata del tenor polaco que canta en la ópera y que muchos admiran.
¡Qué bonito sería! Que un día, apenas despertando, llegara un recuerdo y te hiciera sonreír y que esa sonrisa se quedara pegada en tu cara y todo alrededor brillara como yo aquel día de otoño en que el amarillo me hizo brillar y merecer el halago de una desconocida del primer mundo. Sí, sería bonito recordar a alguien por la mañana y tener la posibilidad de verle por la tarde, o a medio día, cuando el sol lame las pestañas de los que gustan de levantarse tarde, o cuando el olor de chilaquiles invade los estómagos antojadizos de la gente que va por la calle con dirección de la prisa.
Sí, sería hermoso, como lo es ver los anillos de sus ojos y morder sus dedos de araña.
A veces recuerdo cuando escribo, memorizo mejor los hechizos. Olvido los motivos  y los apegos. Se cortan las frases. Viene avanzando el sueño. Las interrupciones irrumpen. El embeleso bala. Es rápido. Raudo.
Me callo.



martes, 27 de mayo de 2014

Sutil

Escribir hoy como escribir ayer. Estar de acuerdo o no. Las luchas sociales y las luchas personales. Las luchas contra sí mismo. Relacionarse con las personas correctas; saber relacionarse siquiera. 
¿Y el amor, dónde queda? El amor se queda conmigo, en cada expresión, en cada mañana, en cada gota de sudor en una camiseta usada. 
El amor lo comparto con quien no sea ciego, con quien pueda mirar con el tacto cada que le estoy tendiendo la mano, con quien sonría, aún si no está frente a mí.
El amor es sutil.



sábado, 26 de abril de 2014

El secreto

El secreto de las cosas, el misterio que guardan. El misterio que guardan que está muy cerca, tan cerca, casi dentro. Los pensamientos giran en torno a un solo tema, un tema que por pudor y respeto no toco con nadie. Nunca hablo de eso.
Lo que desanima es que cada que la oculta emoción emerge, no puedo expresarla y, cuando puedo expresarla, no lo hago; el momento ha pasado. Debe ser cuestión de tiempo. El momento es importante.
Ahora estoy sola y sólo pienso en lo que no he hecho ni dicho:
El esplendor, quisiera compartirlo...pero...




martes, 18 de marzo de 2014

Cansada de tanto ruido

Entre las decisiones a tomar. Entre los silencios. He de hacerlo solo, he de resolver las cosas, he de saber manejar todo yo sola, solita. Duele necesitar tanto de alguien. ¿Perder tanto por tan poco o perder tanto por tanto más? Yo no sé; ya no sé. No hay una respuesta fácil de encontrar, no sé siquiera si haya respuesta.
¡Ya!



Ojalá fuera fácil

viernes, 7 de marzo de 2014

Zozobra

Llegar a este momento del día, de la noche, llegar, no llegar. Ya debe dar igual. Encontrar o no encontrar satisfactores y beneficios y no llegar y no encontrar y tener sopa caliente con pan caliente o un guiso. Mejor una sonrisa, un abrazo, un agradecimiento cuando te agachas a sacar una cazuela, a pesar de que odias agacharte o cuando te empinas a buscar un cable para algo que a ti ni te gusta, a pesar de que tú nunca buscas, porque no buscas.
Odias buscar, por eso todo lo tienes en mente o casi todo en mente, a la mano a veces, pero eso importa poco, porque tus métodos, todos, están errados, no has hecho nada bueno de ti, ni de tu vida, nada de provecho. Le das la vuelta; le das la vuelta a todo, para encontrarte con quién sabe que cosa que dices que quieres, porque lo que quieres es lo que no se quiere, o tal vez lo que no es.
Miras allí y hay ropa; miras allá y telas. No eres capaz de armar un vestido a una muñeca, tan como no eres capaz de hilar pensamientos adecuados, porque no eres capaz de nada.
La sombra del fracaso no te ha seguido. La sombra del fracaso has sido solamente tú, sólo tú, tú. Así como los cuadros sinópticos eternos de tus notas y el silencio al que fuiste condenada hace casi cuatro años. No ser más, no ser, no.
Y lo único que querías era ver las nubes desde más arriba que todos los demás...


martes, 18 de febrero de 2014

La del problema


Si te callas y haces las cosas bien, todo saldrá bonito. ¿Será cierto?
Sólo querías dedicar tu tiempo en cosas productivas; cantabas, bailabas, leías, jugabas. ¿Qué pasó?
¿Por qué dejas que te absorban las preguntas que no tienen respuesta, las preguntas que tú no tienes la capacidad de resolver? Es tu culpa, es tu problema. ¿Tienes por qué? Tienes por qué.
Y pensar que sentías que la belleza comenzaba a fluir.
Respira... ya volverá el preciado momento de nuevo.

domingo, 9 de febrero de 2014

Buscando belleza

Pues nada, que nada, que siento nada, que lo que pasa no pasa y pasa de largo, que preferiría soñar y soñar hasta encontrar de nuevo la belleza que rodeaba mis ojos. ¿Dónde quedó la belleza?
Todo es estupidez.
Todo se repite una y otra y otra vez. Cada día, cada semana, cada mes, cada año. ¿No se cansa la gente de ver lo mismo cada que abre los ojos? ¿Sí? ¿No? Cada día, hágase lo que se haga, es idéntico al otro; cada día idéntico en sus detalles, en sus baches, sus amenidades e incomodidades. Tal vez el día sea distinto en su contenido, pero es igual en la forma. Eso carcome sin llegar a matar; sólo carcome, desgasta en un interminable desfilar de ojos y caras, de cabellos y conversaciones banales, casi tan banales como las mías.
A veces quisiera llegar y contar cada de-ta-lle de lo que llevo del día. A veces deseo sólo hablar de mí, y no puedo, y no es el momento, ni el lugar. Serían buenas un par de cervezas o vino tinto con quesos finos...
Si bien, el silencio no ha ayudado del todo, tampoco ha ayudado la música, menos el ruido, ni las palabras, ni el final de éstas. 
El camino es arduo, el camino es más empinado cuando ya se quiere acabar con él. El camino es un círculo sin inicio ni fin, sin sentimientos, sin pasiones, sólo es un camino a recorrer, a recobrar, a cobrar; a cobrar la vida que es la mía y que no recuperaré, como el tiempo que se escapa sin tener la posibilidad de reclamar por él (o a él). 
¿Dónde está la belleza que antes me cobijaba? ¿Dónde está la bandera que sin saber portaba? La extraño, la necesito para seguir existiendo, para luchar, para interpretar, para crear, para ser.
Si alguien la encuentra, por favor, mándela conmigo.


miércoles, 5 de febrero de 2014

Un poquito de silencio, un poquito de frialdad.

Pues no, no estoy acá, tampoco allá, ni estoy en todas partes, como Lain. ¿Qué es Lain? Un software con cuerpo, así dice la serie y el que quiera más respuestas, que vaya a la fuente, que yo no estoy para explicar historias, no y sí, pero mejor explico mi historia en este sitio e invento luego otro para explicar las otras historias, las ajenas, o las que me apropio y que valen la pena un buen (o regular) análisis. Pero no. No estoy acá para explicar otras historias más que las mías.
Constantemente recuerdo lo que fue mi vida pasada, la que tuve en otras tierras, en las frías tierras. Recuerdo que el super bowl de aquel año lo pasé con mis amigos y no lo vi en la televisión, como muchos hacen. Recuerdo las caminatas por el lago congelado. Recuerdo el silencio.
Ahora quisiera un poco de silencio...
Lo he conseguido. ¿Cómo puede sacarme tanto de quicio el pitido del teléfono, el radio prendido, el televisor merolico? Todo se convierte en incomodidad, incluso los maullidos de mi gata.
Respiro.
Respiro, leo, reflexiono un poco; reflexiono sobre la soledad, sobre la distancia, sobre la ausencia de palabras, de frases y oraciones inteligentes y compartidas. Podría ser, quizá, que no tengo mucho inteligente o novedoso que compartir, que mis conversaciones son demasiado banales, demasiado huecas o sumamente inmersas en lo cotidiano. Entre las lecturas, la televisión, las historias, las anécdotas callejeras. Entre que cada día convivo con menos personas y cada día hago que hago y termino en cualquier otra cosa.
Extraño conversaciones tontas; extraño conversaciones profundas; extraño el continuum de las vidas entrelazadas. ¿Por qué se han desamarrado los nudos que unían nuestros caminos? ¿Puse en verdad tan poco empeño en cultivar las relaciones no amorosas?
Mañana será un día no muy distinto a hoy, en donde pocos se pregunten cómo me encuentro.



jueves, 9 de enero de 2014

Crisisez

 Esta claridad que atormenta me recuerda que, con cada gesto, con cada movimiento me vuelvo vieja. Vieja para ser, vieja para no ser. En la calle no soy la misma, soy más lenta y pesada, siento que todos me ven, que me juzgan (soy yo la que juzga y mira), pero lo sé y lo siento, y siento demasiado. 
La vida no ha sido lo que han esperado muchas personas. Si de decepciones uno se volviera rico, yo sería obscenamente rica, estaría podrida en denarios, pero no, soy sólo yo y mi alma, y mi gata cuando llego a casa, y mi perra, y el gato que ya es mi gato.
Tuve la claridad y lo sé todo, lo sé mucho, lo sé y sé cómo hacer, aunque no sé exactamente hacia donde va ese hacer. Hacia el infinito, hacia la unión de la energía.
Puedo correr en el mismo sitio o salir y caminar por las frías calles de este enero de sazón metálico (falto de metal) y daría igual, realmente igual; nadie sabe para quién trabaja, y tampoco quieren averiguarlo. Todo realmente ha estado inmóvil por días, por décadas, por siglos. Somos los mismos cada mañana frente al espejo, sin remordimientos, con un horario que cumplir, con demandas, con hambres, con deseos, con todo lo contrario.
Sólo necesito un pequeño rincón, una esquina mínima para encontrar la paz y la serenidad.
Es pasmosa la claridad cuando se la tiene, es pasmosa porque no se sabe a bien qué hacer con tanta.