sábado, 10 de julio de 2021

Cancelado

Una llamada inesperada, mejor dicho, un mensaje. Un mensaje que no quiero contestar, por salud mental, por sanidad, por distancia sana y mesurada. Yo no quiero contestar cómo estoy, no quiero hacer conversación, no quiero que se sepa de mí, menos si es para pontificar, para incomodar, para querer sobresalir el dolor sobre el mío, porque quizás eso pase y quizás eso no lo quiero. Mi dolor es prioridad, es mío y lo comparto con quien yo quiera.
Me gusta el sol, las flores, los gatos y algunos perritos, pero no me gusta que de pronto me pregunten cómo estoy, máxime si no me he comunicado con esa persona en meses, muchos y largos meses, máxime si no he tenido ni una palabra, ni una ayuda, máxime si me he peleado con esa persona en sueños, si la he culpado por la desaparición del bienestar de mi madre. No, no quiero, y, sin embargo, me temo que he de contestarle con un "bien" simplemente así. Hay tantas cosas que hacer que no hay tiempo de hablar, sobretodo con ella.
Hablo sólo con quien sé que me hará bien, que son muchas otras personas, todas amigas francas, manos y oídos, lindos hermanos de alma y corazón, pero con ella, con ella nada, porque no merece mi tiempo maravilloso y precioso, porque soy cortés sólo por mi primo, porque él sí me interesa.
Esto es todo.