martes, 15 de noviembre de 2022

Escritura rápida

Hoy que estoy sola, me di cuenta que por andarle jugando al teatro este año, no he hecho las cosas que me gustan, no me mal interpreten, me gusta saltar y andar haciendo cosas nuevas, cosas que nunca antes me atreví, pero no he podido hacer lo que disfruto. No he podido leer, cocinar, no he podido escribir aquí, ni en ningún otro lado, y tampoco he podido pensar bien, bien en mi porvenir, en el mío, el personal e íntimo.
Andar de teatro es rico, es duro y fuerte, pero también aturde. No se puede pensar en más mucho, sobretodo yo, que soy una persona que sólo tiene una línea de pensamiento, aunque finja tener más. Es jugar con la gente, entregar el cuerpo, jugar y crear una fantasía, pero también es lidiar con los egos y las locuras de la gente, sobretodo de gente con pensamiento general, absoluto, gente con la que no se puede dialogar, pues ellos y sólo ellos tienen la razón.
El teatro así pareciera una secta, donde se sigue al gurú ciegamente, un lugar en donde las fantasías y la superstición lo es todo.
No soy gente de teatro, soy gente de ARTEEEEE, soy gente que le gusta expresar y provocar, incomodar. Soy gente que no precisamente desea agradar, porque el ARTEEEE, aunque sea bien ejecutado, no es un adorno para presumir, sino una manifestación del pensamiento humano, de las emociones, del cuerpo, del entorno. Soy persona de gustos simples también, me gusta cocinar, me gusta criar plantas, cuidar gatas, me gustan las niñas más que los niños, me gusta la vida tranquila y salvaje, pero no me gusta que venga cualquier prejuicioso a ensuciar mi vida simple, a vigilar que cumpla el "deber ser" según sus creencia, según sus dogmas. No me gusta la gente que mata árboles para Navidad o que pone insecticidas sin mirar por otra alternativa. No me gusta la gente que siempre mira la paja en el ojo ajeno, pero no es capaz de ver el contexto en el que está pisando. No me gustan las personas que dicen que han cambiado gracias a dios y que por eso piensan que ya cualquiera debe perdonarle y olvidar sus faltas. No me gusta que se crea que se debe amar y honrar al padre y a la madre sin conocer antes si los progenitores fueron cuidadores suficientes de sus críos.
No me gusta el "Deber ser" de nada.
No me gustan los prejuicios.
Y si continúo respirando y haciendo ARTEEEE será para derrumbar las paredes mentales de estos dos males mencionado.

Seguiré descansando.



Gaia mi amor.

martes, 5 de julio de 2022

Adiós, ayer, adiós.

Un encuentro bastante incómodo tuve la semana pasada. Un encuentro que ni esperaba, ni quería, ni sabía el porqué del objeto. ¿Para qué verla? ¿De qué me iba a hablar? ¿Me iba a reclamar algo, a pedir, a solicitar, a ordenar? ¿Querría yo pelear con ella? ¿Querría yo decirle que la culpo totalmente de la muerte de mi madre, de su cansancio previo a dejarse caer al pozo? ¿Valdría la pena el desgaste y la pérdida de tiempo?
La mesura llegó a estos, años, cierta mesura, sí, aunque no la completa calma ante las cosas inoportunas. Ansiedad sí hubo, bastante, incomodidad y alguna pelea. ¿De qué servía acceder a verla? Tal vez era mera curiosidad de saber qué quería de mí, si había alguna novedad, porque algo bueno de ella, no, totalmente no. Lo dudo.
Luego llegó a mi cabeza ese recuerdo infantil de ella cuidándome, llevándome al cine a ver Terminator 2, de darme un libro a leer, de enseñarme cosas y tenerme la confianza para habitar su casa por semanas, todo en esa infancia tan inocente, tan falta de juicios y valores en contra. ¿Qué pasó con la tía que sí cuidaba de mí, que era moderna por ser la más joven? ¿Qué pasó con esa mujer a la que yo admiraba de pequeña, que me subió al metro por primera vez, que me prestaba ropa para sentirme mayor, que me enseñó a que se puede ir al mercado a comprar una fruta cuando se tiene hambre y así matar el apetito sanamente?
Se fue con mi infancia, llegaron los prejuicios que se asientan con los años, con la adolescencia, los prejuicios que se postran sobre la cabeza de la que está creciendo y le impiden ser ella misma, hacer cosas nuevas, y buenas, y al mismo tiempo que mi inocencia desapareciera, sus prejuicios de adulto rancio, de ideas conservadoras, llenaron su mente, (o quizá ya estaban allí, pero era incapaz de verlos). ¿Qué pasó entonces? Me volví otra, me volví yo, me volví Una.
Accedí a verla, a pesar de que se me dijera que para qué. Pues accedí a verla por educación, por cortesía, por verla, porque quizá sí sería la última vez que la viera en la vida, quizá no. Accedí un poco por los recuerdos de la muy lejana tía. Fue tan mesurada la visita, tan de dientes afuera, tan falsamente cortés e hipócrita, tanto que valió la pena, por saber que yo era yo, y soy otra, y soy Una, tan lejana a la que piensan que soy, tan ajena, afortunadamente ajena, y capaz de mostrar una careta correcta, por el bien de todos, a pesar de mi disgusto, a pesar de su presencia, a pesar de que insultara ya sin razón a mi padre, todo por mi padre, por mi tío, que la acompañaba y, sobretodo por mí. ¿Valdría la pena la pelea y el desgaste físico-emocional? No.
Ya no estoy para esos trotes, ya no doy el cuerpo en cosas que no producen el bien en mí. Ya aprendí. ¿Ya aprendí?
Luego vino la llamada telefónica. "¿En qué proyectos estas? ¿Qué estás haciendo?" Cosas, esa fue mi respuesta, cosas, porque soy libre, verdaderamente libre, no le tengo que rendir cuentas a nadie, ni contar mis sueños y proyectos a ninguna persona que no lo valga, y porque, recordé también muy bien, que justo la faceta de carne de mí, la humana, la faceta de EL ARTEEEEEE que me conforma, fue la que más deseó aplastar durante mi formación. Por supuesto que no tendría que contarle absolutamente nada.
Eso, sumado a su insistencia de no aceptar la violencia (como si apartar a su hijo de su familia no lo fuera, como si pelear la cocina con su hermana no lo fuera, como si dejar a su sobrina con hambre después de una ida al hospital a ver a su hermana, no lo fuera), y de recalcar quién era su única familia en este país –su hermano, mi tío– y decir que será la última vez que estará y que sólo viajó por su única familia que le queda. No, no vale para mí ya, ni por el recuerdo, ni por la admiración que alguna vez le tuve, esa que valió para que accediera a perder un par de horas de mi vida en verla. Ya... 

...adiós a la tía


martes, 10 de mayo de 2022

Sufrimientos

Este día de la madre la recuerdo, pero no la recuerdo ni bonito ni feo, sólo la recuerdo, no a ella, sino lo que opté por hacer ese día para festejarla. Comida y pastel. No había otra cosa más que saliera de mi corazón, ni de mi bolsillo, porque le gustaban cosas muy caras, o perfumes muy oloroso, o aretes sólo de oro, porque le hacían reacción los otros, que sabía que perdería muy prontamente.
Alguna vez de algún viaje le regalé una mañanita, esa sí le gustó.
También alguna vez le regalé un rebozo, ese también le gustó.
Fuera de eso, cualquier otro regalo no sé, creo que no le gustaba, o tal vez sí, pero me era difícil encontrarlo en esas fechas, puesto que todo está retacado de cosas que el mercado dice que le gusta a las mamás, cosa más mentirosa.
Este día de la madre la recuerdo y la recordaré, porque veo que muchas la festejan, la exponen, la presumen. Yo no, sólo, acaso, muestro su imagen, la expongo un tanto. Jamás en vida la presumí, jamás dije, miren todos es mi mamá. No era vergüenza, era algo personal e íntimo, era mi relación con ella y nada más. Nadie más tenía que inmiscuirse en ella, nadie. Aunque al final resultara que todos querían meter su cuchara, que varios dijeran pestes de mí con ella y que ella optara por no decirme las cosas importantes. Aunque al final resultara que quien yo creía que era ella, no era, sino su imagen en mi cabeza, la que quise construir, la que tuve que formar para crear mi propia personalidad, tan alejada de ella como me era posible, y al mismo tiempo, tan parecida. Qué terrible.
Y ahora, en este día de las madres he llorado, pero no por ella, sino por mí, porque no entiendo, porque entiendo, pero porque necesito ternura y no la tengo, porque debo ocuparme de las cosas viejas, de las nuevas, de las nunca estrenadas y también de mi padre, porque debo ver que no se mate, que sobreviva, que viva lo más decentemente posible. Vivirá.
Y vivirá a costa del cansancio de mi cuerpo, de mi cintura rota por hacer el doble de guisado, por andar de un lugar a otro y tratar de dejar todo cubierto, para poder sobrevivir yo, y poder pensar en mí nuevamente. Hace falta mi vida, y no la tengo, no por el momento. Tan cansado mi cuerpo.
Tiene poco que me dijeron que ya no siento, que sólo pienso y es cierto, totalmente cierto, porque no puedo sentir, porque todo duele y porque, cuando necesito sentir encuentro un muro agresivo, un muro sombrío, agreste. ¿Qué culpa tiene mi padre de no poder tener toda su mente en forma?
Sólo quiero alejarme ya mismo, en este momento. Sólo eso, y sé muy bien de la fecha especial que se avecina, pero también sé que poco se podrá hacer esta ocasión y es triste, también terrible, aunque también sé muy bien que el corazón falto de ternura no podrá dar mucho ese día.
Si tan siquiera fueran dulces conmigo…

La dulzura

El pasado


martes, 26 de abril de 2022

Cansancio y un poco más.

Abril. Ya se fue abril y ni lo sentí. Entre tantos viajes y pendientes por hacer, viajes, viajes y viajes. ¿Y las fotos? ¿Y la diversión? Sólo viajes. Y sólo veía con recelo las fotos alegres y familiares de la gente, las bodas, los XV años, y yo, viajes, viajes, viajes.
Primero para peinar el asunto de los terrenos del padre, la familia ávida de sus hectáreas, de su cuarto, de su herencia. El hermano disponiendo a diestra y más que siniestra de lo que no es suyo, ayudado de la ausencia de mi padre. Todos dando por sentado que está tan enfermo que sería mejor hacer y deshacer por él, sin él. Ese viaje fue sencillo, más fácil, algo relajado. Con una parada en Oriental, otra en Libres. El enorme tren, las paletas del Pato y los quesos de cabra. Una charla con una vieja conocida, hotel decente y joda, joda, joda. Ningún otro paseo y un regreso bueno, con cemitas y alegría de no ver una súper carretera, sino la panorámica vía federal que me brindaba recuerdos, vagos, pero recuerdos.
Segundo, para peinar lo que dejó mi madre, mi madre y su hermana, aquella persona molesta que sólo gusta de estropear las cosas, aquella parienta que llegaba de extranjia para des-arreglar lo que ya estaba acomodado, como lo hizo la vez de la emergencia familiar, la vez que por su mandato se mudaron de manera revuelta y desordenada las cosas de mi madre a diversas locaciones, todas lejanas, todo mezclado. ¿Qué encontré?
Bultos de ropa, documentos desordenados, no las facturas, no los contratos, pero sí muchas cosas muy, pero muy viejas, trastos, ropa de cama, cobijas, dos o tres, quizá cuatro vidas. Las vi todas amontonadas y bien dispuestas por la sobrina, pero en desorden, de ese desorden de las cosas que no son tuyas y les das un sitio con lo que la mente te alcanza. Todas las cosas de mi madre.
A decir verdad, creía todo mucho peor. Tal vez el año transcurrido ayudó a que se fuera ordenando todo, aclaro que no solo, pero tal vez; sin embargo, ¿qué necesidad había de favorecer el caos ante el caos no pedido?
Las negociaciones.
Este viaje fue tan pesado, no sólo por los kilómetros manejados, no sólo por el estrés de no saber dónde estaba cada cosa, sino por ver qué era lo conveniente y cuáles iban a ser los nuevos términos en cuanto a los habitantes e la casa de mi madre. Finalmente, la de las decisiones habré de ser yo, ¿no? Y pues sí, así fue, porque es lo mejor para todos en este momento y porque no me doy abasto con las cosas. ¡Las cosas! ¡Cuántas cosas hay en todos lados? ¿Alguien quiere ropa de señora  mayor? ¿Alguien quiere una recámara? ¿Alguien quiere una caminadora, una cama de masajes? ¿Alguien quiere rentar una casa semiamueblada?
Las Cosas.
Mientras tanto, de tanta vuelta, tanto pendiente, tantas charlas, no hubo paseo, no hubo mucho que ver, pero sí gente horrible. Gente horrible en las calles, en el centro comercial donde paramos a almorzar, en las redes. Las señoras prepotentes queretanas amedrentando a las chicas que apenas estaban entrenando para formar parte del equipo de la cafetería. Las personas que hacían escarnio de las amigas que dejaron a la que apareció muerta en una cisterna. Las personas que se burlaban de aquéllos que lloraban una palmera que parecía que vencería a la humanidad.
La gente es horrible, es una porquería, y no cualquier gente, sino la gente del país. Ya no cada quien tiene su lucha, sino que cada quien tiene su móvil para odiar. Es tan cansado ver las estupideces de las personas, pero lo es más aún cuando una sólo quiere cerrar la mente tantito para lograr encontrar el mejor camino. 
El mejor camino.
El mejor camino sería… que dejaran estar en mi camino. ¡Cuánta mezquindad! ¡Cuánta falta de corazón y tiento! ¡Cuánto maldito egoísmo! Tanta porquería duele y hace que desee dejar de vivir, que sólo quiera estar acostada en mi cama viendo a la nada, sin decir nada, sin ver, sin oír, tan sólo sintiendo el fresco de las recientes lluvias, tan sólo acariciando la suavidad de las almohadas. Dejar de ser en la vida real y la tecnológica, simplemente desaparecer, como lo hice todo este mes de mi trabajo.
Dejar el camino, dejar.

Sombras

martes, 22 de febrero de 2022

Cosas

Hoy he hecho algo que jamás había hecho: He escrito una carta. Una carta que tiene quién la lea, mucho menos respuesta. Una carta que tiene destinatario, pero que ya no existe.
Hoy he hecho algo que jamás había hecho, porque no tenía sentido, porque no había un porqué, o sí, pero más grande era el sinsentido, enorme, como el año de sinsabor y responsabilidades ajenas sobre mis hombros.
Hoy he hecho algo que jamás había hecho: Una carta a una madre muerta. ¿Para qué? ¿Para descargar las culpas? ¿Para contar los pormenores? ¿Para preguntar sin respuesta? ¿Para azotar mis dolencias más hondamente sobre mis carnes, sobre mi seso? ¿Para agitar angustias y desventuras y ponerlas en el marco más grande de la casa? 
Hoy he hecho algo que jamás había hecho. ¿Qué punto tuvo todo esto? Sólo quedé más triste, más solitaria, con ganas de no hacer nada, de escribir más y más y de quedar en silencio, vago silencio. Sólo quedé con el estado de ánimo alterado, lejano, lacónica, como se me solía decir. ¿Para qué he hecho esto si sólo me he sentido peor?
Hoy he hecho algo que jamás había hecho. ¿Fue mi ego solamente? ¿La necesidad de recordar, de ensalzar, de crear un recuerdo, porque quizás no fue así? No se me ha desdibujado su carácter, su genio, sus manías, tampoco se me han desdibujado sus palabras y sus actos de amor y de ternura, pero no, no las digo, no las hablo, o quizá sí, y demasiado, y quizás he hartado ya a esa gente, a ese casi único interlocutor eterno.
Hoy he hecho algo que jamás había hecho. Y no quiero hablar más de ello.

Cuando aún no era mi mamá.


martes, 15 de febrero de 2022

Se fue el 14 de febrero.

Aún recuerdo cuando mi madre vivía.
Justo ayer rememoraba cuán difícil era el vivir con ella. Cuán irracional parecía a veces, casi siempre. Esa vez que le avisé que saldría con un amigo y que me llevaría tarde a casa, hasta la puerta de mi casa, esa lejana y fría y no le importó el aviso, ni la rectitud de mi amigo y su disposición, e hizo un drama de grandes magnitudes porque la película que empezaba tarde no acababa a la hora que ella quería y porque no me teletransportaba y porque me llevaba un amigo hasta mi casa a entradas horas nocturnas. No, no le importó la oportunidad y estuvo molestando vía telefónica por todo lo que pudo, hasta que se cansó y no, yo no era una adolescente, sino una mujer ya entrada en los veintes. (Antes de que me digan cualquier cosa de que por qué seguía en casa, han de saber que dejar ese techo es lo más difícil por economía y por mente, se logró, pero se le trabajó). Lo primero que dije al terminar mi relato fue: "No vuelvo a tener mamá", porque MADRE no es sólo la que te arropa por las noches, te mima y vela por ti cuando estás enfermo, ni es sólo la que siempre te respalda y que tú sabes que no estarás solo, no, madre también es aquella que crea tormentas mentales, se crea historias, te recrimina, quiere que haga lo que ella quiere cuando ella dice, sin tomar en cuenta la voluntad del hijo; madre es la que te tiene como hijo, extensión siempre suya, te inculca valores y se empecina en que cumplas sus mandatos, tal cual ella los imagina,  y que, a pesar de que sí los sigas, esté convencida de que estás errando el camino.
Sí, eso también es madre. Yo no sé qué angustia tan más grande pueda tener una madre, que se convenza día a día que afuera todo es peligro, que tú no eres capaz de sobrevivir sin su guía, que seguramente has sido el más sordo y no hayas jamás oído sus consejos sabios sobre la vida fuera y dentro de casa, sobre las relaciones interpersonales, sobre el cuidado personal. No, no lo sé. Una gran amiga me ha dicho que no tenga hijos porque se vive en total angustia por ellos, por su bienestar, y le creo, tan le creo que, ya a la distancia, lo he visto con mi madre y he visto cuanto espanto tenía ella de mí, por mí y para mí. ¿Y yo, madre? ¿No lo logré acaso?
Ya está por darse un año de su muerte, inesperada y esperada, y aún estoy en duelo. La extraño, lo bueno, mas lo malo está ya muy lejos. Esa relación terrible que tenía con ella ya no será más, para mi pena y también mi alegría. Hace un año, un 14 de febrero de 2021 lo único romántico que hice con mi Amor fue un arrumaco fugaz por la mañana, toda helada y dura, porque nos estábamos quedando a dormir en la casa donde ella rentaba y porque allí no había más que cartones y cobijas para acostarnos, y el piso, además de duro, era sumamente frío. Yo recuerdo que me acomodé para acercarme por un poco de calor al cuerpo de mi amado y ya…Feliz 14 de febrero. El resto del día, supongo, fue duro. Fue de hospital, de tronarnos los dedos por dinero, de espera porque sobreviviera mi madre, de cansancio por haber dormido muy mal. Mi Amor dice que estuvo conmigo porque ni modo de dejarme sola. Quiero pensar que hay algo más que eso, que lo hace por amor verdadero, porque él es mío como yo de él, (aunque se pongan furiosas las que rechazan el amor heterosexual, aunque sepan que el nuestro no es nada heterosexual, pero si se exaltan al leer que nosotros nos pertenecemos y simplemente le dan lectura de amor normalizado, horriblemente llamado romántico, no merecen explicación alguna de la naturaleza de nuestro amor bisexual-dominatrix-esclava que hay entre nosotros) y que valgo tanto para él como él para mí.
Me acordé de ese 14 de febrero tan áspero y lo contrasté con el 14 de febrero que acaba de pasar, donde tuve el disgusto de leer por todos lados lo terrible que es el amor heterosexual y cuánto hay que analizar y sobreanalizar las relaciones, no sólo porque el capitalismo nos dicta las conductas sociales, sino por los vínculos enfermos que se crean a partir de éste, sí, pues, todo eso es cierto, pero es totalmente injusto, cansado y hartante leer comentarios al respecto el día de los enamorados, el día que una puede y quiere estar con su Amor, porque al fin, tras un largo año, hemos tenido el tiempo de relajación y nos hemos encontrado nuevamente a nosotroas mismas. Cuando finalmente hemos podido tomarnos de la mano y recordar nuestros años juntos, sonreír, reír, tocarnos y disfrutar. 
¿Por qué convertir el Día de San Valentín en un espacio de análisis duro y seco y no dejar en parz a los verdaderos enamorados? ¿Por qué el énfasis de la lección y del recordatorio? Entiendo lo de las distintas posibilidades para ver el camino tortuoso o feliz del amor verdadero o no, pero ¿por qué demonios tengo yo que leer esas reflexiones y por qué no caen donde deben de caer?
De tanto leer estas cosas lo mejor que pude hacer fue relajarme, bañarme, perfumarme, vestirme bonito y salir con mi amorcito, a una cita íntima para comer wafles a la moda, que no había encontrado en años, café y unos tacos en el puesto de la esquina.

Gracias mi Vida, por tanto, por todo, por ti.
Mi Amor y yo

Wafles a la moda


jueves, 3 de febrero de 2022

Incómodo silencio

De un comentario cualquiera al silencio.
No sé cómo resolverlo. Esta vez no lo sé.
Quisiera tener la certeza de saber qué se oculta atrás de la cortina, qué es la molestia primaria, pero la tengo, pero no la quiero decir, porque hay algo allí enterrado que incomoda, como una uña del pie, algo que trae consecuencias y charlas que no se quieren decir, porque estorban, porque no son fáciles de expresar. Quisiera acallar lo que me muele, y no puedo, no puedo ni quiero, pero debo, porque además de mí hay otro y ese otro también ha estado incómodo; ha perdido todo un año de su vida a causa mía y de los míos. ¿Cómo salvar eso? ¿Cómo no arruinar las cosas?
Mi desinterés no ha sido más que falta de momento. ¿No merezco acaso una segunda oportunidad en el interés?
También yo soy tajante. También digo las cosas y las quiero ya. También. Pero algo trivial, que al final no lo es, ha cerrado las voces el día de hoy y se ha convertido en uno de los días más inquietos y pesados. ¿Será acaso el momento de hacer una separación de intereses? ¿Será acaso que nunca los hubo en común y que todo era fingido? ¿Qué es la realidad en esta relación? ¿El equipo simplemente se ha formado en las adversidades? ¿Será que las cosas que decía me eran interesantes no lo son y solamente me he estado adecuando a los suyos? ¿Cuáles son mis intereses? ¿Qué es el tiempo? ¿Cuál es el momento correcto para compartir? ¿Se puede regresar el tiempo? ¿Hay un futuro en común? ¿Y yo? ¿Dónde he estado yo?

¡Qué se yo!



domingo, 23 de enero de 2022

Enero, que acaba enero.

De los días buenos a los días malos, y de regreso. ¿Acaso los hubo?
Días buenos, pendientes casi saldados, casi hechos. Lo último que nos queda es esperar a que acabe el día de este mes que fue el de enero, este mes que termina para mí cuando acaba la era del Capricornio, porque el resto no es para mí el mes mío, sino de otros. Este mes que me aclara cosas y no me aclara nada; que tiene para mí la esperanza de que va todo derecho, sin falta y sin detalles, ojalá y sí se logre, esta vez sí.
Ojalá y sí se logre el año y no se quede como hace doce meses, que se quedó en esperanza vana y se convirtió en terrible llanto. Las pérdidas están atrás, pero están curadas. Se llenan vacíos con el caos que está dentro de mí casa, el caos que acaba de tirar algo de la mesa y que me niego del todo a ver de qué se trata… El caos se llama Gaia.
Un pequeño nudo de tripas y ruidos latosos, una tibieza blanca en la noche umbría, risas, carcajadas, y unas cuantas preocupaciones. El caos se llama Gaia. 
Ella a vino a nuestras vidas de la tragedia, vino a alegrar el día y dar luz en mi alma, vino a complicar la vida de las otras gatas y a descubrir la inmensidad de mi paciencia. Vino a cobrar en sonrisas los amargos duelos y tropiezos, a mostrarme lo liviano de los nudos más inmensos. 
El caos se llama Gaia.
Y de éste viene la vida y nos da pie al más natural de los órdenes, el del amor todo inmenso, todo eterno.

Gaia


domingo, 2 de enero de 2022

Mañana es mi cumpleaños 2022

El día de mañana es mi cumpleaños. Imagínense ustedes. Pasar todo un año entre trámites, consultas y cosas que no son parte regular de tu vida, ni de tu rutina, ni de tus planes. Pasar un año entero esperando que no pasa nada más malo y pasa, y pasa, y pasa.
Mi gata murió empezando febrero, empezando un año que creía sería bueno, que creía sería para mi casa, mi hogar y nuestras cosas y planes, con una bolsita de borrego de la suerte que jamás estrené porque mi gata enfermó y murió, y a los pocos días, al día siguiente, mi madre enfermó y murió, y a partir de ese momento la cabeza fui yo, la cabeza, el cuerpo, pero la vida no, la vida ya no fui yo. Tuve que hacerme cargo de lo había dejado mi madre, de mis dolores, de los dolores ajenos; tuve que ver no sólo por mí, sino por mi padre, a pesar de todo, a pesar de que no habíamos sido los más unidos. Tuve por deber y por cariño.
En este año mi amor tambaleó, no el sentimiento en sí, sino su corazón, su cuerpo, su vida. Se sintió rendido, ausente de sí, sintió que perdió todo un año y no por él. Me disculpo por eso. No podía pensar bien ni darme cuenta por completo de sus pesares, por eso, cuando hacía sus cosas, miraba que las hacía y no lo interrumpía.
¡Cuánto cansancio emocional y físico nos dio el 2021! ¡Cuántas pérdidas!
No bien recuperada estuve del dolor, cuando mi perra enfermó, enfermó y murió. Fue el colmo. Mi corazón se rompió, no tanto por su muerte, sino por su enfermedad, su incapacidad de ser más ella. Siempre tan libre, siempre tan su voluntad y luego, una semana y no se pudo levantar más. Cayó y no se pudo levantar, ni para obrar, ni para comer. Luché y luché, como con Isis, para que Gilda no muriera, y murió.
No era justo tanto penar. No es justo tanto penar y, a pesar de que todo lo demás ya tenía cierta estabilidad, la sensación de desamparo no se iba, ni se fue en mucho tiempo. Dejar a mi madre y mi padre, dejar la casa del sur, que después fue robada, y robada, y robada. Dejar parte de mi vida allá, lejos, en el frío, a mis perritos bebés, pensar que todo iba bien y luego todo iba mal, mientras seguía pensando que todo iba bien. Los silencios de mi madre, sus secretos, esos que, como telenovela, se llevó a la tumba. La enfermedad de mi padre, sus cosas pendientes y deseos que, como puedo, intento resolver. La vida trunca, en pausa, pero trunca, todas las cosas por hacer que no he, ni hemos podido emprender…
Mañana es mi cumpleaños y no quiero que el dolor me vuelva a someter. Quiero pasarla bien, con mi amor. Quisiera pasarla con mis amigos, todos ellos que me ayudaron durante el difícil trance, ya sea con sus palabras, con su presencia, con una ducha caliente, con internet o con comida, pero estamos lejos y aún estamos en esta pandemia. Quisiera caminar por allí, comer muchos mariscos y rico pastel, tener muchos regalos y sonreír y un abrazo de mi mamá, aunque ya no esté, unos golpes de cola con terribles garras de mi Gilda, aunque ya no esté y unas lamiditas constantes en mi brazo con suaves ronroneos de Isis, aunque ya no esté.
Quisiera gorditas con repollo y dejar de llorar, y tener mucho tiempo para descansar el cuerpo y esta mente que da vueltas en los pendientes y que sólo quiere un buen momento de letargo,  ensueño y diversión.
Siempre digo que ojalá nos veamos pronto, que ahora que se pueda con esta pandemia nos reunamos, lo digo con fervor y deseo constante que de sea real, de que nuevamente en esta vida, en este año, pueda volver a hacer un día de campo lleno de comida y felicidad por todos, para esos, mis hermanos de vida que han sido mi constante y mi aliento. Un día lleno de alegría y carcajadas nos quisiera regalar…

Ya mañana es mi cumpleaños.