viernes, 14 de octubre de 2016

Este corazón desvalijado.


Tras un viaje apresurado, incómodo y poco reconfortante. Tras conocer por segunda ocasión el país vecino del sur y mirar a través de él mi propio país, he de decir que la vida acá no es tan mala, ni esta parte del 3er Mundo lo es, no así sus habitantes, por ellos no meto la mano al fuego, (lo siento connacionales), porque sigo viendo cómo las voluntades son destruidas por lo que dicen los Medios, todos, la televisión, la radio y la internet, porque se paralizan con el exceso de información que hay en la internet o se quedan en el limbo y en el fácil entretenimiento sin reflexión que otorga la televisión. Pero bueno, este no es el motivo (votivo) de esta entrada, ni siquiera el del describir lo bello que se ve el atardecer a través de mi ventana y cómo, al mirar hacia la cazuela donde se ubica la gran urbe llamada ahora Ciudad De México, puedo ver cada vez menos de ella, gracias a unos majestuosos árboles que crecieron sin que me percatara. No. (¡Cómo extraño mi DF!)
                       
Allá la mentada CDMX que ya no se mira por tanto verde.

El motivo de esta redacción, que, espero no hacer demasiado enredada es el de hablar de y por mí, porque yo no soy como los otros, porque me defiendo de las agresiones externas metiéndome en un bello caparazón, en un mundo interior, como dice la canción favorita de una gran amiga del show televisivo 31 Minutos. Pero ¿qué pasa cuando este mundo interior tan precioso sufre un desperfecto? (Qué bella se ve la puesta de sol) o, mejor dicho ¿qué pasa cuando el exterior te agrede de tal forma que no te queda de otra que refugiarte en tu mundo interior, pero éste tiene una gran y absoluta ausencia? 
Lloras y lloras desconsoladamente, por las tardes, por las madrugadas, cuando vas al lugar laboral, cuando recién sales de la ducha. Lloras y no poquito; lloras mucho y fuerte por su falta, por tu falta, por tu error, tu descuido, porque sabes que no volverás a verle. Mi Bolillo. (Sé que es un objeto, un osito muy bonito y blanco con brazos y piernas largas y un moñito rojo, lo sé, sé que es un algo y no un alguien, pero tenía algo más allá que fibras sintéticas y forma de juguete: Un alma bonita.) ¿Qué se le va a hacer si ya no está, si no me esperó en el aeropuerto, si alguien lo levantó y no lo llevó a objetos perdidos y se lo quedó consigo, haciendo que yo me convirtiera en un mar de lágrimas, ya muy cansado de serlo, mas irremediablemente seguir siendo?
Este corazón desvalijado no deja de culpar mi descuidada persona, mi correr por las escaleras, mi falta de atención por esos diez minutos en la fila del bus para ascender al avión. Ya ni llorar es bueno, dirían muchos.
Pero luego recuerdo bien cómo, al estar en un país extranjero, quien fuera nuestro anfitrión pareciera que se avergonzara de su país, de sus costumbres, su comida y su gente, pareciera que su pequeño país, por ser pequeño y latinoamericano, no fuera digno de ser mirado con ojos de asombro así, tal cual es, con sus bemoles, pero con lo otro, muy rico, que hay: La diversidad en aromas, colores y sabores. 
La pobreza y la desigualdad es muy grande en ese país, pero ¿por qué ocultarla? ¿por qué querer dejar en el extranjero una imagen falsa y escénica, de un progreso que aún no está allí?, ¿por qué no dejar que el extranjero se cree un juicio propio de tu país con las cosas diversas que ha podido ver?, ¿por qué tanta vergüenza si tú también eres parte de esa Tierra, si ahí naciste, ahí creciste y de allí aún mamas?
Tanto acá como allá somos muy pobres, muy desiguales, muy contradictorios, pero no veo un motivo verdadero para ocultar tanto la cochinada como la riqueza; porque si alguien viene de lejos y quiere conocer lo que yo conozco, lo llevo a mis lugares favoritos, lo interno a mercados, le doy comida que hacen con las manos, le digo cuidado aquí, cuidado allá, pero no desprecio lo popular, ni el factor humano que está íntimamente relacionado con la Historia. Ya si el otro quiere desperdiciar el largo viaje y entrar a una cadena de hamburguesas, allá él.
Sí, estoy hablando de Guatemala y de México.

viernes, 30 de septiembre de 2016

La culpa la tiene ella.

Me había prometido no escribir nada sobre las familias naturales, sobre aquellos que creen que la buena consciencia se rige por tener un papá, una mamá y muchos, muchos hijitos; ir a la iglesia, hacer le catecismo, casarse, decirle a los hijos que se casen bien (sea lo que esto signifique). Había prometido no escribir sobre esto, porque me enojo, despotrico, insulto, rasguño, pateo. 
He leído ya bastantes argumentos para desmoronar la necedad de esos que se dejan llevar por lo que su párroco dice que debe ser la fe según su corta interpretación de unos libros ya bastante hechos a modo con el transcurso de los años. Sé que aquellos seguirán en su cuento de un milenio, mejor dicho, seguirán en el cuento de un milenio que les cuenta un otro que, a su vez, han estado escuchando el mismo cuento y lo han creído ciegamente, porque estos ya ni estudian, ya ni leen, ya sólo se quedan con su corta visión y viven cómodamente en la parroquia que les dan.
Lo sé, lo sé, me había prometido no escribir sobre esto de las familias naturales, de que esos quieren coartar los derechos humanos de los otros, de los otros en los que me incluyo, porque quizás, al hacerlo, al tratar de replicarle a esas piedras, sólo les estoy dando importancia necia. Sí, eso puede ser. 
Lo que me hizo escribir aquí fue el comentario de una señora que, al ver la noticia de una de las recientes desaparecidas, que ahora no lo está y que, lamentablemente, fue encontrada en una maleta, en uno de los Estados más violentos de este país piñata: El Estado de México (que es una prepotente existencia moral), hizo.
¿Qué dijo la señora al respecto de las muchachas desaparecidas, tras comentarle sobre la importancia de cuidar a los hijos? 
Que los hijos son los que se escapan, los que se van por allí sin avisar a los padres, los que tratan de engañarlos, y, además, esos hijos, de varones estoy hablando, son convencidos por sus compañeras, de mujeres jóvenes estoy hablando, a las que se les hace fácil todo y se los llevan a centros comerciales, a incumplir con sus responsabilidades y a mentir a sus padres. Ellas son las que se enganchan y luego se van y, a veces las secuestran, sí, pero porque ellas andan allí, metidas en otras cosas. ¡Haberlo dicho antes!
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Estimados padres de familia:
Nuestros hijos varones están sufriendo de la pérdida de la moral, debido a la influencia maléfica que en ellos ejercen sus hijas mujeres, ellas que hacen mal, muy mal en querer vivir y divertirse, en andar por allí con desconocidos, en, tras salir de la escuela, querer andar por allí vagando, comprando cosas, mirando gente, socializando.
Por esta razón, les pido de la manera más atenta que amarren a sus hijas, las castiguen, les impidan ejercer su individualidad y divertirse, porque ellas son las absolutas responsables de las malas conductas de sus hijos varones, los cuales, cegados por sus impulsos reproductivos, están imposibilitados para discernir entre hacer lo correcto o ir a divertirse con ellas.
Sin más por el momento, me despido de ustedes atentamente,

Frente Unido contra las Hembras que atentan contra las Buenas Consciencias de Nuestros Varones.

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Y luego se preguntarán por qué me altero ante esos grupos de piedras que dicen defender la familia natural, esos que culpan al otro, que sí, pueden ver hacia sí mismos, no lo niego, pero que, tras un pequeño examen de consciencia siempre, siempre, encontrarán a alguien externo para culpar y ese otro externo es el raro, el joto, la lesbiana, la vestida, la mujer, todo aquél que quiere ser sí mismo y actúa como tal. Y no, no mirarán el problema real y más grande que es el de la inseguridad y la corrupción auspiciada por el Estado y sus secuaces delincuentes.
Pinche país piñata en el que vivo yo.

miércoles, 22 de junio de 2016

La culpa no la tiene dios, ¿o sí?

La Gemütlichkeit, aquello que el hombre anhela y que, cuando la alcanza, la defiende por sobre todas las cosas. ¿Quién no quiere un poco de comodidad en su vida? ¿Quién no quiere el statu quo? ¿A quién no le duele sentir que se ha perdido lo que se ha ganado?
Pensar que sólo uno tiene la razón para mantenerse en la Gemütlichkeit debería ser un síntoma de vejez mental, de apatía, de conformismo, como conformismo hay cuando se espera "lo que dios quiera" y no se mueve un dedo. ¿Por qué dios nos ha abandonado? ¿Por qué la fe dejó de mover montañas? Porque dios y la fe está en uno mismo, las montañas las mueve uno y en uno está el luchar para que la desgracia no nos pegue (tanto), para que las injusticias sean las menos, para ayudar al otro que no es uno, tener solidaridad. Si la dama está siendo acosada, ¿por qué no unirse a ella? Si las personas están perdiendo su empleo ¿por qué no informarse antes de juzgarlos?
Para juzgar estamos todos. Tú que no eres yo, eres menos que yo. Tú, que no estás en mi lugar, no sabes, porque no tienes hijos, no pagas cuentas, no tienes responsabilidades. Tú, que nunca has dado clases, no tienes idea de lo que es lidiar con hijos de padres irresponsables. Tú, que no crees en dios, no sabes porque no estás en su gracia divina. Tú, que no tienes hijos, no sabes lo que es el amor verdadero. Tú, que no tienes consciencia social, no sabes la impotencia de no poder hacer algo por el que está siendo juzgado por todos, empezando por ti.
Todos estamos mentidos en el mismo costal, peor aún, todos estamos siendo manipulados por quienes sacan provecho del sistema. ¿Quiénes? No sé. Y aquí parecerá que me he adjuntado a algún grupo conspiranoide, que me he dejado lavar el coco por los que quieren justicia a la mala, no sé. Pero no, ese no es el caso. Es evidente que algo pasa, algo que parece que está fuera de nuestro control y no lo está.
La unión hace la fuerza o divide y vencerás.
Los que poseen la Gemütlichkeit no la quieren soltar y no dicen nada, aún cuando se les cometa injusticia.
Los que no saben que poseen la Gemütlichkeit luchan por tenerla, aunque estén en ella, es más, desde ella es que luchan. ¿Paradoja?
Los que no poseen la Gemütlichkeit, luchan porque no se les arrebate dignidad, pero, como están importunando a los poseedores de la Gemütlichkeit, son mal vistos por estos últimos. 
Las luchas están y son válidas, es menester la justicia, la felicidad, la vida digna. Las luchas lo son hasta cierto punto, hasta el punto que nadie quiere ver: el momento de los intereses personales. 
Es sumamente cansado ver cómo esas luchas son armas de algunos para obtener lo que quieren, que en este caso, desde mi punto de vista, es separar a la sociedad, tenerla encontrada en todo momento, para ganar a costa de ella. Porque sí, cada quien piensa distinto, tiene intereses propios, le acomoda uno u otro modo de vida, pero en el momento de que alguien se opone a su modo de vida, la persona salta y se va en contra de quien lo perturba, aquel que marcha en las calles clamando justicia y en contra de su grito de justicia.
¿Y si fuera al revés? Eso también ya se ha visto. El otro desacredita al poseedor de la Gemütlichkeit por creer que su demanda es tibia y burguesa. Y ¿en serio es necesario luchar por separado? ¿en serio es válido desacreditar al otro en todo momento?
Habría que ver más arriba, descubrir los hijos que mueven los movimientos, dejarlos a un lado, desenmascararlos y seguir luchando, porque los intereses de esos son los que promueven la desestabilización, la división de la sociedad. La lucha está bien, los que manipulan a las masas so pretexto de la lucha para ganar dinero y poder, no. ¿Qué no es evidente?

domingo, 5 de junio de 2016

Extraño a Osito

No debí dar a Osito para que viajara, me dijo. Tal vez, pero no hice de buena voluntad. La buena voluntad, ¿qué es la buena voluntad? Esa bondad bonita que se guarda en las gentes, eso que hace que ayuden sin pedir nada a cambio, sólo por compasión, por hacer el bien desinteresadamente.
Ayuda, y yo que no sé pedir ayuda y cuando la brindo, que no. Entonces no y no.
Yo sólo quiero mi Osito. Ya no quiero buena voluntad, sólo quiero mi Osito.
Ahora que todo terminó, ¿volverá Osito?

martes, 26 de abril de 2016

Un "hola" y un acoso.

¿Es el "hola" de un taxista en una calle acoso sexual? Ahora que todos escriben algo sobre el acoso en este país, el acoso, el abuso, la violencia, la violación, la muerte, la lucha de poder, el sojuzgamiento, la vejación, la nulificación, y todo aquello que pone en desventaja al sexo femenino ante el masculino, no me he puesto a pensar, pero sí a leer los testimonios de muchas amigas y otras anónimas sobre lo difícil que es andar por la calle vestida como sea: con un uniforme escolar, con un pantalón guangocho, con un vestido bonito, con una falda sexy, con maquillaje, sin maquillaje, con cabello recogido o despeinada. Sí, andar en la calle es difícil porque , además de haber tenido que hacer un gran esfuerzo en escoger la ropa para el día, sobretodo en esta ciudad, donde amanece frío, sale el sol, llueve y hay ventisca, todo en un día, lo es porque sabes que muchas miradas lascivas, palabras soeces y tocamientos sin consentimiento pueden estar sobre tu persona. Sí, es cierto que las mujeres nos vestimos como nos da la gana y lo hacemos no para aradar, sino para sentirnos bien con nosotras mismas por un día y así al día siguiente, porque en casa nos han molestado, nos han dicho gordas o flacas, nos han dicho prietas o güeras, nos han dicho larguchas o chaparras. No, casi que ninguna se ha salvado de las primeras miradas inquisitivas, las de nuestra familia, porque ellos ven en nosotros todo lo que desean ver en sí mismos y, si por ellos fueran, harían por nosotras las cosas, con tal de alcanzar el éxito, no estoy hablando del éxito académico (puf), sino del éxito social, porque todo es apariencia, porque una mujer que no es bonita ni tiene sonrisa agradable no puede tener amigos y mucho menos novio. De más joven mi madre me decía que traía todo el día cara de gendarme y que así los muchachos no se me iban a acercar, ¿qué le dije? porque sí, no soy hija ejemplar y le respondo a mis mayores, le dije que ni modo de andar sonriendo, porque si sonreía los viejos luego luego pensaban que les sonreía a ellos y me empezaban a molestar.
Entonces, ¿es el "hola" de un taxista en la calle acoso? Todo depende. Depende de si quiero que se me salude o no, depende del todo de su voz, depende si en su enunciación hay saliva, depende si después de ese "hola" viene alguna cosa como guapa, sabrosa, mamita, mamacita, etc. No hace mucho caminaba por mi calle oscura después de haberme bajado de mi transporte público cuando de la gasolinería escuché un chiflido, era para mí, lo supe porque no había otra persona más que yo caminando por la calle. ¿Me sentí acosada? No, al contrario, me sentí gustosa de que me chiflaran, que alguien me considerara guapa y atractiva, sí, porque a veces un clásico chiflido (fiú fiúúúúú) se agradece, sobretodo cuando se van cumpliendo los años y el cuerpo va cambiando.
¿Será acoso el "hola" del taxista o el chiflido del despachador de gasolina? No lo sentí así, ¿y por qué no? porque no los sentí ofensivos ni malintencionados, porque no percibí vulgaridad en sus acciones. Vulgar es cuando después del chiflido te avientan besos llenos de saliva, vulgar es cuando después de decirte hola te dicen más cosa. 
¿Y el "adiós guapa" también es acoso? Este tema se está poniendo complicado, hiper correctivo, este tema de relaciones de poder, de equidad, igualdad, relaciones entre los géneros y los géneros mismos se va radicalizando, porque sí, ¿qué de malo tiene que a una en la calle le chiflen? ¿es igual de malo un chiflido a una eyaculación en el hombro o las insinuaciones sexuales explícitas? Esto se está poniendo tan raro que en poco, muy poco tiempo, dirán que sí, que un "hola" o un chiflido es igual que un tocamiento o un "qué ricas tus piernas" del desconocido.
Yo, yo en mi pequeña persona, considero que no es igual, pero soy yo, que soy permisiva, que me gusta hablar abiertamente de ciertas cosas, que no me espanto, yo de treinta y tres años, que la yo de diecisiete, no diría lo mismo, porque me molestaban los viejos feos y nunca pude ponerme la ropa bonita que siempre quise, porque con mis grandes senos, con un mínimo cuello en V, parecían que se desbordarían de la blusa.
Ahora, ¿qué puedo hacer ante los acosos del sexo opuesto y las ideas de lo que es acoso cada vez más radicalizadas? Pues ver, oír, escuchar y hablar sólo lo necesario y vivir mi cuerpo como yo he aprendido que es mejor para mí, porque a veces, de tanto leer y escuchar que el otro es malo y que los géneros y que el poseer al otro y que la vaina, he llegado a pensar que algunas cosas de las que hago en mi intimidad no son adecuadas, porque, ¿qué tiene de malo amar tanto a alguien al grado de poseerlo y colmarlo de todos los placeres? Nada; eso es cosa de dos y sólo diré que es acoso, violencia, vejación, violación, maltrato cuando no hay consenso mutuo; si todas las partes están de acuerdo, si no hay nadie diciendo: "No quiero", entonces adelante, a jugar y disfrutar los cuerpos. 



domingo, 3 de abril de 2016

Estamos locas todas.

Alguna vez soñé y supe que no era normal, que lo que pensaba que sabía era pura mentira, que todo dependía de mi percepción, de la propia versión de mi realidad. Alguna vez no lo supe.
Tras el desencuentro con la que fuera mi mejor amiga 1 y luego mi mejor amiga 2, no dudé más. Ellas estaban locas y yo cuerda; y yo estaba loca y ellas no cuerdas. Por eso digo que no, que no es cierto, que uno jamás termina de conocer al otro, ni a sí mismo. Que uno debería pasar el tiempo juzgando mal a los demás y ya. 
Alguna vez, no hace mucho tiempo, pensé que podría tener una nueva adquisición dentro de mis amistades, que era una persona de avanzada, sin falsos prejuicios, libre en su pensamiento y su sexualidad. ¿Qué pasó? Pues nada, me hice una idea demasiado buena de ella y resultó que hizo una tormenta en un vaso de agua, qué vaso, en un caballito de tequila, qué caballito, en una corcholata llena de agua. Todo por asumir cosas que no eran ciertas. Todo por no tomar en cuenta que la total desconocida podría enloquecer y decir necedades, necedades necias, mocherías; todo por no adivinar que a ella le afecta mucho el "qué dirán", a pesar de las correrías que me había contado.
Perdón, fue mi error por asumir que eras chévere. 
Perdón, amiga número 1 por asumir que eras chévere, que no te importaba lo que dijeran de ti, que hacías tu arte, tus dibujos y tus lecturas por ti y para ti y que esa era solamente tu vida y nada más. Perdón por pensar que el cariño sería mutuo por siempre, que me contabas tus cosas más íntimas por confianza y lealtad. Ahora, a muchos, pero muchos años de distancia, puedo ver, por un simple y mínimo detalle, que tú no me querías sinceramente, que aquella vez que me dejaste plantada alegando enfermedad no fue otra cosa que demostrar que dentro de tus prioridades no estaba nuestra amistad, y así siguió hasta el fatídico día de la patada y la larga tarde donde las sombras conversaron.
Perdón, amiga número 2 por no ser chévere contigo, por no dar mi brazo a torcer, por reclamar tiempo y espacio para ti, por no querer entender tu posición ahorcada entre la culpígena y la bruja (a saber quién era quien). Perdón por abandonarte e irme a vivir el romance fallido que duró 5 años. A ti sí perdón; te ofrezco mil disculpas y ojalá pudieras leer esto desde donde quiera que estés. Quizá sea cobarde en no decírtelo de frente, pero sé que tienes tu reservas en volverme a ver y hablar. Lo entiendo. A ti sí, perdóname. 
A las demás no, a la amiga número 1, que le aproveche su vida de madurez, a la culpígena y a la bruja, ni qué decir, querían ser chéveres, pero creo que se han quedado en medio del camino y la la loca desconocida que no quiere que le digan mocha y amargada los mochos machistas, pues, me río mucho, mucho, mucho.


viernes, 4 de marzo de 2016

A la gata Isis

Isis ventana

Gata Isis, gata Isis, tú que sabes todos mis secretos, tú que hueles todos mis aromas, tú que duermes sobre mí de forma líquida y poco te importa si quiero despertar o no. Gata Isis, hoy te dedico esta entrada, que no esta canción, porque no he cantado y porque a ti no te importa si canto o toco el piano, lo único que te importa es un lugar calientito para dormir. Por eso, cuando tienes ya sueño, vas por mí a la cocina y me exiges que me vaya a dormir, así como tu mamá, Baka, me exigía que me acostara en el sofá a ver televisión.
Gata Isis, me llenas de pelos no la ropa, pero sí todo el suelo; y luego parece alfombra, y tengo que barrer, pero jamás parece que he barrido. Pero no me importa, porque eres tú, la gata y yo, tu mamífero proveedor de calor y de croquetas caras. Eso tampoco eso me importa, porque eres la gata Isis, esa que nació en un cuaderno de mi madre, que se fue brevemente de esta casa, pero que regresó para quedarse conmigo.
¿Te acuerdas de esa mujer malvada que te odiaba porque la mirabas fijamente?
¿Te acuerdas de esa otra mujer no malvada que te mimaba cada vez que venía?
Y ahora que viene ese enorme y guapo hombre, bien que te pones a platicar con él.
Te quiero Isis, tal vez tú me quieras menos, qué se yo, pero estoy contigo y tú estás conmigo y eso es lo más bonito. Eso es el amor más puro.

Isis con Bucho

Isis con Bolillo

Isis conmigo y Gorritosito

Isis con Osito

Isis conmigo

viernes, 29 de enero de 2016

Tótem

Me siento a mirar el gris del cielo, el frío de la inmensa nube que todo lo rodea, las copas de los árboles, la silueta del cerro que el hombre aún no se ha comido con sus feas casas. Trato de escribir algo bien estructurado, trato, no lo hago porque estoy escribiendo esto, porque me distraigo, porque veo cómo la chayotera se ha quemado con el reciente frío. Me pregunto si mis lecturas me han traído algo bueno, me han dado armas para seguir adelante o simplemente me han estado distrayendo de esta que es mi vida, que debería serlo, dinámica y llena de acción. Pero no, sigo sentada en esta silla, encobijada, con este frío, con el calentador prendido y el rehilete inmóvil.
Ayer me preguntaron si habría nieve; les he contestado que no habrá. Si tan siquiera hubiera nieve, el frío sería divertido, pintoresco, vivificante. El frío acá cala, molesta, impone ropas estorbosas y entumece las manos cuando se hacen las labores del hogar. Ya no quiero hacer labores del hogar. Quisiera que todo esto se derrumbara y pudiera construir al instante una casa nueva en un clima cálido y tierra fértil, donde con tan sólo escupir una semilla algo delicioso creciera. Sí, tal vez lo haga.
¿Qué es un Tótem después de todo? Un algo que representa una otra cosa, algo que impone respeto, amor o hasta cariño. Hace unos días me dijeron que se quedaría lejos, muy lejos, que no lo vería en un tiempo. Me pregunto si alguna vez lo volveré a ver, si me lo devolverán, si lo que mi Tótem significaba importa aún, si ese cariño bonito y ese: "te cuidará por siempre", puede estar vigente con tantos años pasados. No me había detenido a pensar en ello, hasta que me contaron de su viaje prolongado y mi vida aquí, sin él, sin su calor en mi espalda, sin sus ojos sinceros y su cabeza ladeante. ¿Qué va a ser de todas nosotras?
Un Tótem que ahora comparto con una tercera persona, pero no sé exactamente si es injusto, porque era mío, era mi querer y fue mi sanación.
Mi Tótem de la sanación del alma se ha ido y no sé cuándo volverá o si lo hará a tiempo.


martes, 12 de enero de 2016

Debería rendirme

Debería rendirme y deja que la tele me sorba el seso, o el radio, o la internet. Debería rendirme y mirar todos los días una pared y dejar que mi piel sea expuesta a la luz artificial y al aire acondicionado todas las horas de todo el día. Debería despreciar las plantas y los animales y verlos como un mero bien de consumo.
Debería rendirme. Estoy cansada de tanto odio, de tantos juicios, de tanta superioridad frente al otro, de tanto que el otro no es como yo, ergo el otro no merece lo que yo; y esto también me lo digo a mí, porque también lo hago. También veo menos a los demás porque no piensan como yo, ni razonan como yo, qué decir de los intereses. Todos esos, que no son yo, no merecen lo mismo que yo (pues no, porque no son yo), mas ¿merecen un trato diferenciado, indigno? Al revés, ¿yo también mereceré un trato diferenciado e indigno de parte de los otros que no son yo?
De esto, de la otredad, han escrito ya muchos; así que no me atrevo a ahondar en ello, tan sólo a reflexionar muy por encima, porque tampoco me atrevo a ponerme a mí misma en la mira de todos, para ser comidilla de los que no son yo.
Solamente quiero dejar aquí escrito: ¿En verdad será cierto que el otro es menos que uno mismo? ¿Será que logremos sobrevivir sin el otro? ¿Creemos de verdad que burlarse de la situación del otro sin saber su contexto es sólo risa sin sentido? ¿O acaso el reírnos del otro no es porque nos estamos riendo de nosotros mismos? ¿O acaso el reírnos del otro es para mostrar superioridad y/o tratar de ocultar que estamos en situación similar? ¿Qué tanto pecado es también lo políticamente correcto?
¿Qué coños es lo políticamente correcto?
Yo no sé si el mejor maquillaje para el odio sea lo políticamente incorrecto, lo dudo. Mejor decir las cosas, ¿o mejor ocultarlas? La verdad no peca, pero incomoda, pero ahora lo que incomoda hay que guardarlo donde nadie lo vea, no vaya a ser que a alguien se le ocurra mencionarlo y entonces haya ofendidos muchos; tanto del que se está hablando, como los que están escuchando la mención.
No sé si haya que edificar enormes murallas censoras, o si nos debemos de ir a vivir apartados de los que no son como nosotros, o si podremos aprender algún día a respetar a ese otro que no es yo o que ese otro que no soy yo también podrá aprender a respetarme a mí. 
Sí, porque ese mentado cambio no sólo está en uno, está en dos, tres, cuatro, ¿cuántos habitantes tiene este planeta?
Escrito esto y viendo la magnitud del problema, me rindo.