domingo, 29 de octubre de 2017

El ingrediente secreto es el amor.

Pocos comprenderán el porqué de estas palabras.

Cuando hago un postre, sea capirotada, pan de elote, pan de plátano sorpresa, flan o toma mi gama de pays, de queso con mermeladas, de pera, de manzana, de calabaza, cuando hago un pastel de cumpleaños especial y personalizado, tengo un único propósito: Complacer al otro, darle un bello recuerdo, llenar un momento de buen sabor y darle, también, un poco de mí.
Aprendí a hornear por el deseo de la cosa dulce después de la comida; quería hacer algo bello y sabroso, porque lo dulce tiene que ser, además de delicioso, vistoso, sino, no es lo mismo.
Hornear implica seguir instrucciones precisas, tener paciencia y calma, soportar cansancios y tener el cuidado necesario para que salga rico.
Para hornear no se necesitan máscaras ni apariencias, todo lo contrario: Es honesto, es sincero. 
Cuando lo hago, sólo soy yo y la motivación de que salga lo más perfecto posible y agradar paladares.
No estoy escribiendo esto con ánimo de presumir.
La mezcla de ingredientes y la magia de su cocción es como el amor mismo, la hechura del amor. Se requiere paciencia, mesura, dosis precisas, cuidado, gusto por el placer, armonía y consciencia plena.
Cuando uno se aburre de hacer cierto postre, es mejor descansarlo un rato, para que, después vuelva a salir gustoso. 
Es es y se sabe y no puedo exactamente escribir lo que estaba pensando.

Ante el temor y la incertidumbre, ante la zozobra y el desamparo, queda bien, o tomar la acción, o tomar consciencia. ¿Qué ha estado pasando? La acción me llenó de energía y de cansancio; la consciencia me va dejando esperanza y razones para seguir.
Esta tarde hubiera sido realmente gracioso dejar la horneada a medio hacer y desaparecer de este mundo matraca, pero no lo hice, y no lo hice por el amor que hay en todos lados, por el nuevo proyecto, por la vida nueva después de la destrucción del pequeño mundo.
Será necesario vivir según la consciencia que se ha ido despertando, aunque me sienta un poco aislada del resto, y no.
El nuevo lugar desde donde me dispongo a verlo todo tiene caos y orden y orden y caos, tiene esperanza, generosidad, egoísmo y valor. Tiene más abrazos, cuerpo, miradas,  placeres, preguntas, también tiene respuestas. Quisiera que ese lugar fuera la respuesta.
¿Qué pasó después de la gran sacudida? Simplemente somos parte de un gran todo y la forma de aceptarlo y lograr vencer al terror es abrazarnos con el todo, entregarnos a Natura, sentirla verdaderamente. Y cuando se le siente, se puede expresar de diversas formas lo que es ella, tanto con grandes actos heroicos, como con las más pequeñas acciones.
En esta empresa, en la que sigo mientras permanezca en este mundo matraca, me dedicaré a las más pequeñas acciones, las tiernas y dulces, al Arte y a la horneada, porque ambas son de mí para el otro, para agradarlo o para provocarlo, para complacerlo, para deleitarlo o, incluso, incomodarlo. Así he sido siempre, creo, pero ahora ese será mi camino, porque ese es el camino del amor y de Natura.

Cuando hago un pastel, un pay, un postre, lo hago con deseo de agradar paladares y de plasmar allí algo muy de mí, el amor que jamás digo, pero que siempre está allí, loco, lastimado, bullente, silencioso, increíble, grandilocuente, discreto y siempre auténtico.

Pan interesante de elote.

Desde allí comienza todo.