martes, 1 de diciembre de 2015

El colmo del sexismo

No sé bien a bien cuál era mi enfado para escribir acá este día. Se fue la luz por las chispas que causó la electricidad y todo se disolvió. Luego veo cierta foto que tomé en la calle el día de hoy y como que quiero recordar el motivo de mi incomodidad, pero como que se disuelve y vuelvo a ser yo, serena, con ganas de ya no leer y sólo escribir. Luego, leo un artículo sobre las esposas de los escritores del Boom latinoamericano y como que me enervo un poco y más, porque recuerdo que estoy cansada de sentir las manos como de cartón de lavar trastes, recoger basuras y guardar comidas. Sí, mis manos sufren, como también sufre mi psique, que bien podría comenzar con sus deberes más temprano, pero siempre tengo cosas de casa que hacer antes.
El otro día llegué después de mi sábado contento y qué miré: más trastes, trastes que yo no ocupé, porque dejé limpio el viernes. Después, el domingo, despierto y qué veo: trastes, trastes que yo no ocupé porque dejé limpio el sábado en la noche.
Sí, tengo ocupaciones intelectuales pendientes, ocupaciones que quizá, debería estar haciendo en este momento, pero no lo hago, porque me permito escribir antes mis desagrados, mis desasosiegos.
Pasé este día frente a una escuela secundaria de este pueblo sin futuro y lo que vi me causó indignación: Al parecer, hay entrada para niños y entrada para niñas.
¿Qué pasa aquí? ¿Qué tan espantoso está este lugar para dividir niños de niñas en una misma escuela? Si con dividir vagones del metro y metrobús no bastaba, ahora ¿dividir a los niños en sus escuelas?
Hay de proteger, (sobre)proteger a las niñas de los varones llenos de hormonas y deseos. 
Los hombres, todos, son unos monstruos, y más si no se les educa desde pequeños y se les instruye que deben respetar a las niñas. ¿Cómo se logrará superar la aversión entre sexos —hablando como si todos nos tratáramos iguales de verdad—, cómo se logrará superar la aversión del sexo masculino hacia el femenino, si por solución se sigue la de dividir a las personas, clasificarlas y aislarlas por género, número y caso?
Leía sobre las esposas de los escritores del boom, sobre cuán perfectas, calladas y sumisas fueron en pos de los logros de sus maridos y no, no me cabe en la cabeza ser así, tal vez lo fui en algún tiempo, pero no más. Irónico, sin embargo, decir que alguna vez me alejé de mí misma en pos del éxito de alguien más, una alguien más, mujer, como yo. Irónico, sólo digo.
Uno de mis libros favoritos se llama Las palabras perdidas de Jesús Díaz, un escritor cubano del que poco sé, sólo sé que ya murió. En esta novela muy cubana, muy literaria, muy llena de hombres, hay un sólo personaje femenino: Una. Es Una porque es sólo una, flaca e inteligentísima, pero a pesar de lo inteligentísima (y por flaca) sus compañeros la ven como un compañero más, casi, pues no deja de ser mujer y encargarse de servir y limpiar la mesa cuando los invita a cenar a su casa, mientras ellos departen y fuman como todos unos hombres.
Amo a Una, la amo y la entiendo y siento rabia cuando releo ese pasaje y me enojo con los otros personajes con su eterno machismo, por no ver cómo ella es persona, igual que ellos, por no agradecerle siquiera, por relegarla como sin querer de sus sesudas pláticas. Te amo Una.
¿Por qué he escrito todo esto? Pues simple. Porque he visto dos entradas en una secundaria pública, una para varones y otra para mujeres y sigo en lo dicho: Separar por géneros no es la solución.
Aquí la fotografía de mi molestia:


Escuela Secundaria Técnica 96, ubicada en Sto. Tomás Ajusco.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Noviembre 4

Ahora que ha pasado el noviembre 4, puedo escribir. Puedo escribir y no leer. Puedo vomitar y no escribir. Puedo y lo haré. Ahora que ha pasado el 4 de noviembre recuerdo cómo es que la gente me ha adoptado en la etapa más oscura de su vida y luego me ha desechado, cual si yo hubiera sido el factor más importante de la oscuridad de su pensamiento. 
No. Yo no les metí malas palabras, ni depresiones, mi malos pensamientos, ni odios, ni rencores. No tengo tanto poder sobre las cabecitas de esas pobres gentes que creen (porque aún lo creen) que yo fui la que les enseñó qué es la depresión, qué es el sarcasmo y qué es eso de no sentirse a gusto con su propia existencia.
No, señoras y señores. No tengo yo tanto poder como para poner cabizbaja a la gente, como para que la gente desee esconderse del mundo. Si ellos decidieron abrazar la depresión, fue por voluntad propia; como tampoco fue mi voluntad que ellos se alejaran porque abrazaron la fe religiosa y decidieron que yo era el factor que les hacía daño.
A muchos años de distancia, sigo sintiendo que merezco una satisfacción, que las personas a las que no hice ningún mal deberían ofrecerme una disculpa, un helado, una charla, dinero, un saludo, reconocer sus errores, porque no, yo no soy la mala del cuento.
La lealtad es algo que me caracteriza y no la traición, como alguna otra piensa.
Cómo quisiera a veces encarar a todos esos que creen en mí el mal encarnado y decirles que me han utilizado como un espejo, que me han hecho la imagen de la caja en donde guardan sus más oscuros secretos y temores, cómo quisiera que esos que han cometido injusticia hacia mí tuvieran el valor de reconocer que son ellos, y no yo, los que padecen demonios y los niegan.
Por mi parte, estaría mejor decir que los perdono, eso podría ser justo. Quizá los perdone, pero no los olvidaré. Hay gente loca en todas partes. 

Una ofrenda para todos ellos.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Bonito machismo literario

No quiero que esto lo lea nadie. No quiero siquiera escribirlo. Quisiera que esto fuera una carta personalísima. No lo será. Será una queja, una queja femenina, que no feminista, no porque no lo sea un poco, sino porque soy mujer inserta en este país piñata, en donde se supone que tanto hombres como mujeres gozan de los mismos derechos, lo cual dista mucho de la realidad.
Ya me cansé de escribir…

En fin. El chiste es que estoy haciendo un arduo trabajo literario; leo cierta novela rosa de mediados del siglo XX  y entre más la leo, más me convenzo y me entero, lamentablemente, de que ese tipo de lecturas, llevadas al cine y a la televisión, han tomado parte importante dentro de la educación sentimental de las mujeres de este país piñata. 
¿Qué es el amor? El amor es sacrificio, el amor es algo que nos hace sentir que nada es real, que se flota. ¿Qué es la mujer ante el amor? La mujer es la que ha de dejarlo todo por amor, la que ha de sacrificarse por el otro, pese a su propia felicidad, la que, cuya carrera ha de ser el amor o el matrimonio. ¿Cómo es la mujer ante el amor? La mujer es la que calla, la que resiste los embates y adversidades, la que no se queja, la que es delicada y silenciosa. 
¿Cómo debe ser una mujer? Cauta, confiada, libre de sospechas ante los demás, deliciosa, generosa, dulce, paciente, ¿y si no es así? Entonces la mujer es mezquina, egoísta, llena de rencores, estéril, seductora, caprichosa, incomprendible.
De todo esto, ¿no acaso la mayoría de la gente de este país piñata aún lo piensa? No se quejan los hombres, las mujeres, las madres, las tías, de las mujeres independientes y las tachan de egoístas y estériles por no desear hijos? ¿No ven con ojos de gratitud a las mujeres generosas y dulces, que son incapaces de pensamiento malvado alguno? ¿No acaso las gentes creen que el amor es darlo todo, dejar se ser uno mismo, ser otro por el ser amado o sacrificar la vida misma en pos de la felicidad del otro?
Ahora bien. No me digan que las madres de este país piñata no desean, no anhelan que sus hijas se casen bien, que tengas sus hijitos, que cuiden a su marido y a sus hijos, y que guarden para sí las quejas y los deseos ajenos a la vida familiar para la que se les a aleccionado toda su vida.
Soy mujer también, siento amor, mucho, pero ¿qué fue lo que mi madre me enseñó sobre compartir una casa con alguien más? Que lo cuidara, que le diera de comer, que le limpiara, que lo educara a mi modo, ¿y si no hacía eso? Pues me exponía a ser la propiedad del otro, adoptar sus modos, sus costumbres, su forma de comer y de vestir: ser absorbida.
¿O no?
¿Qué espero finalmente de la persona a la que amo? 
No quiero una telenovela por vida, no quiero ser la mujer frágil y abnegada, ni quiero ser la malvada seductora. No quiero que él sea el hombre que protege y salvaguarda el honor, ni lo quiero de proveedor, ni que me eduque, ni que me tire de a loca. No quiero sacrificios, mezquindades, o reclamos. 
La verdad sólo quiero respeto y certezas.



martes, 15 de septiembre de 2015

Viva México (mientras tomo chocolate caliente de Guatemala).

No por mucho madrugar, amanece más temprano; sin embargo al que madruga dios le ayuda. Aunque, dios le ayuda al que madruga, pero no amanece antes, por mucho que uno se levante antes que el alba. ¿Qué será mejor? ¿La acción, la pasividad, la queja perpetua, las bombas molotov, el espionaje telefónico, el sabotaje, la inserción para hacer mayor daño desde adentro, la desobediencia civil o el acatamiento de las leyes? ¿Serán los vacíos legales los eternos salvadores de los que pueden pagar por ellos? ¿Alguna vez hubo verdadera justicia? Y si no la hubo, ¿a quién le importó esta falta de justicia?
Esta clase media que, por un lado lucha diariamente por ganar un pan, una tablet (siempre me negaré a decirle tableta, esa palabra es para las medicinas), llenar el tanque de la gasolina, ver series nuevas por su sistema de entretenimiento de pago vía internet (me negaré a mencionar el nombre de la compañía), también acusa las injusticias; es testigo mudo (sí, mudo, porque en general sólo utiliza sus dedos para pulsar las teclas y escribir sus puntos de vista), y exige la restitución de las miles y millones de faltas de las que muchas veces no tiene vela en el entierro, ¿por qué? ¿Por qué esta clase media se siente responsable de los males que han estado aquejando? ¿Qué ha hecho para contribuir a la maldad, al terror, a la desaparición, a los cuerpos desmembrados, a los encarcelamientos ilegales, a las mujeres acusadas de aborto? Esta clase media, ¿acaso está atrás de estos y muchos otros actos de injusticia? o ¿acaso esta clase media, solamente ve, se queja, escribe (como su servidora), pero no sale a las calles para reclamar? Bueno, ¿para qué? ¿eso sirve de algo?
Supongamos que esta clase media sale a las calles para reclamar una u otra injusticia, además de granaderos, además de personitas con caras tapadas, además de anexos y acarreados, ¿qué? ¿En serio ha cambiado algo? No digamos algo dentro de la legalidad, de este bonito sistema, no, sino dentro de algo con mayor importancia, ¿se ha logrado algún cambio en la opinión pública?
Los que no luchan por llenar el tanque de la gasolina, sino por agarrar un lugar más o menos cómodo en el camión para cenar la torta que compraron en el paradero, ¿han cambiado de opinión? ¿Han tomado ellos un bando, han defendido sus verdaderos intereses, le han dado la espalda a la corrupción, se han sentido responsables por los destinos de terceros y cuartos, aquéllos seres humanos cuyas vidas han sido perturbadas de maneras muy desagradables?
No lo creo. No creo que toda esta lucha por internet haya valido para algo y no lo hará si las personas de esta clase media no se conectan entre a sí, cara a cara, ni si no lo hacen con las otras clases medias, ni con las otras clases no tan medias, ni con las clases altas. ¡Pero todo cara a cara! Nada de salir a las calles y ya, ni de diálogos con una sola persona; nada de esperar a que no salga aprobado en las cámaras. Podría esta clase media salir de sus casas, reunirse, charlar, beber té o café, integrarse como grupo, plantear acciones y hacer; acercarse entre sí verdaderamente.
Ah, pero siempre llegará un Judas, como en todas las historias de la Humanidad, o vendrá el mal llamado corrupción, o, en el más silenciado de los casos, vendrá la represión Estatal, a la vieja usanza de esta nación de la que dice mi credencial, soy ciudadana.
Ya terminé mi chocolate.

Paseo de la Reforma



domingo, 19 de julio de 2015

Es raro cuando es familiar.

De una salida de vacaciones, una salida familiar cualquiera. Un día de esparcimiento y feria de las flores, donde lo menos que hay son flores, donde lo más que hay es gente, comida, cumbia y solazo. Yo no sé por qué como que quiero llorar o no sé. Debe ser envidia lo que hay en mí, envidia de tener pocos panas. Me siento apartada y rara. Demasiado fuera de lugar. ¿Qué era lo que me gustaba hacer en esos ayeres? Tan fuera de lugar como nunca pensé, o acaso siempre estuve fuera de lugar, acaso nunca llenaba los estándares que la edad cumplía. Si volviera a tener los dulces veintes, haría exactamente lo mismo, sólo que con un teléfono móvil, por qué no—No es llanto, no es rabia, no es envidia, es aburrimiento de ser yo misma y no poder cambiar y decir vamos a beber hasta que las hormigas nos caminen, vamos a hacer tonterías y a no pensar en que mañana tenemos cosas que hacer.
No sé con exactitud qué tipo de desasosiego traigo, quizá sea que no llevaba yo acompañante y no pude ver las cosas que me gustan ver, y no me esperaron al caminar entre las multitudes, y cuando caminé rápido tuve que esperar en las avenidas, y cuando llegaba con flojera a casa, tampoco pude tomarme mi tiempo.
Sé que a la gente no le interesa todo lo que me interesa, pero, si me tomo el tiempo... bueno, no importa, total que en este mundo apartado no soy yo, sino otra, no usan mi verdadero nombre, por el que respondo y soy contenta, sino un nombre estúpido que le resta intelectualidad a toda persona que lo porta y debo asumir ese rol.
Será la insana envidia de no tener verdadera cercanía ni apego con las personas con las que debería...
Yo no sé cómo se le hace para eso; no entiendo el universo familiar. Pocas veces he cupido en una de esas que se llaman familias.



jueves, 25 de junio de 2015

Debería bañarme

Debería bañarme, darme una ducha con esas gotas de agua helada del supuesto verano que nos ataca todas las tardes de junio en esta ciudad matraca, dentro del país piñata, perteneciente a todo este gran mundo matraca. Algunos se preguntarán por qué ya no he escrito más en este sitio, si me he aburrido de escupir y vomitar mis inconformidades en el espacio que he creado para mi diversión y esparcimiento, para regodearme en mis dolores, mientras como chocolate, por supuesto, porque soy gran amante del chocolate; aclaro que del chocolate verdadero y no del dulce tipo chocolate hecho de grasa vegetal y muchas porquerías más. Por eso ya casi no como cosas de tiendita.
Cuando era niña, las cosas de tiendita, además de tener menos azúcar y sólo azúcar, no jarabe de alta fructosa y miel de maíz (gracias EEUU), tenían ingredientes verdaderos, chocolate verdadero, gelatina verdadera, cosas que venían más directamente del origen. Ahora, me parece, los ingredientes de las chucherías de tienditas, son producto de muchos procesos de la ingeniería de alimentos y saben a lo que les contaron que sabían los ingredientes originales.
Luego de esta breve introducción en donde expongo mi desazón por este mundo matraca presente y futuro, he de exponer el por qué no he escrito largamente en este ni en ningún otro espacio.


FIN


¿Para qué escribir palabras, frases, oraciones, párrafos, artículos, ensayos? ¿Para qué seguir escribiendo tonterías que nadie lee o que, los pocos que leen interpretan a su antojo? ¿Para qué escribir si no he escrito verdadera ficción en años?? 
Quien me conoce, no necesita leerme, quien me lee, poco me conoce.
Quisiera algún día poder escribir nuevamente y que quien me conozca me lea y sea feliz y me haga feliz diciéndome lo bien que escribo, que no he perdido el toque y que por eso nos volvimos amigos, después de todo.
Después de este conato de despedida, seguiré escribiendo, porque, además, en estos meses me ha llenado la desazón más que en otros meses, porque he visto lo bajo de la humanidad de este pueblo ínfimo, dentro de esta ciudad matraca, en este país piñata de este gran mundo matraca. He visto cómo se desmoronan velozmente las mentes, los pensamientos, los anhelos, el progreso. He visto cómo ni siquiera se borran, sino que se desdibujan las vidas de muchos más jóvenes que yo, y no por la violencia, no por las ganas de tener mucho dinero fácil, sino por la mera decidia, por la flojera, por el ni siquiera conformismo, porque el conformismo llega cuando se sabe más o menos a que se renuncia, no. Estas personas renuncian por pasividad, por dejar que sus vidas sean llevadas por la corriente—la corriente más corrompida—, una corriente que los llevará a donde alguien más quiera, a ocupar un lugar muy bajo dentro de la pirámide o a ser los reemplazos de los lugares bajos de la pirámide y no, en esta ciudad matraca, de este país piñata, dentro de este gran mundo matraca, estar abajo de la pirámide, no te convierte en la base o cimentación de la pirámide, sino en lo que soporta todo el peso sinsentido, sin-consciencia, sinrazón, sin-justicia de esta ciudad matraca en este país piñata, dentro de este gran mundo matraca.
Por tratar de ayudar a esa gente, me he alejado de acá, de mí misma, de mis muy internas reflexiones, de mis angustias propias y mis problemas por resolver y resueltos. No, no lo vuelvo a hacer. Si he de ayudar a alguien es porque ese alguien así lo quiere, de voluntad y de todo corazón.
No olvidemos también la Institución que respalda a esa gente pasiva, que maquila certificados, que malpaga (perdón, la institución no paga nada, quien paga es una Fundación), que no da nada, esa Institución tan de este país piñata, institución piñata también. No diré cuál es, siquiera diré que es una de las tres Instituciones que se dedican a la educación de este país piñata. No dudo que las primeras intenciones no hayan sido malas o que haya varios bienintencionados dentro de ella, pero los más son los que minan la voluntad de ayudar, los más son todas aquellas mentes contradictorias que dicen que te dan, no te dan, te quitan, dicen que no te quitan y terminan dándote la espalda y ahí vas tú sola consiguiendo material y lidiando con todos esos pasivos, desmadrados, siendo su madre y padre, intentando corregir bestias. ¡Joder! Si no tengo hijos es por algo.
Ahora sí, después de esta breve reflexión, he de decir que me dedicaré a mi vida. Gracias.

El edificio de La Nacional cada vez más inclinado.



miércoles, 1 de abril de 2015

Das sinnlose Leben.

Miro a la gente caminar por la calle atiborrada, la gente y la calle, los miro, no los comprendo. ¿Por qué se empeñan en ver a un personaje del cine que ni siquiera está aquí? ¿Por qué querrían ver a su doble? ¿Por qué tomarse la foto tipo selfie con enormes huesos de calaveras en semana santa?
Escucho el radio, las porquerías, las tonterías, los constantes prejuicios que pudren las bocas y los oídos de quienes escuchan, incluidos los míos. Miro el televisor y lo mismo de lo mismo; mejor lo apago y lo miro así. Mi reflejo sólo está allí, casi inmóvil, casi, porque a veces parpadeo o una mosca vuela y se atraviesa, y perturba la paz que necesito tanto.
Tengo sed.
Bebo. En algún tiempo me creí que era especial, que era única, que era capaz de hacer algo que nadie más podía hacer. Me equivoqué. Soy tan igual a todos, tan no diferente, tan parecida al común de la gente, del mundo entero, en sus días, en sus noches. Tengo habilidades, sí, como cualquiera las puede tener. Una voz singular, sí, como cualquiera la tiene también. Escribo a veces, como cualquiera escribe también... ¿Qué tiene de especial estar en esta vida o en otra? ¿Por qué no simplemente tomar otra vida, otro cuerpo, otra linea temporal? Si tan sólo pudiera, ¿de qué serviría de todos modos?
No hay nada fuera de lo común más allá de esta temporalidad, más allá de este espacio. Todo sigue igual. Y si todo sigue igual, ¿para qué seguir respirando, durmiendo, comiendo, defecando? ¿Qué sentido tiene el dinero, el poder, la angustia, la esperanza, la lealtad, la razón y el sentimiento?
Ahora entiendo muchas cosas. Ese dolor silencioso, el anhelo del caos, el bullicio, de un alma que te dé los buenos días o las buenas noches.
No estamos hechos para vivir aislados, como tampoco lo estamos para vivir en comunidad. No hestamos echos para nada. Acaso para poblar este pobre planeta cada vez más sucio y para creernos que podemos hacer de él lo que nos plazca. Traemos hijos al mundo, como perros, los aventamos, como perros, vivimos, como perros, peleamos por un hueso, como perros, por la hembra, como perros, por el macho, como perros y al final terminamos solos, como perros. Pero los perros no hacen tanto mal como nosotros, ellos miran con entera confianza, creen ciegamente. Nosotros desconfiamos y hacemos que creemos. Todo es mentira. Todo lo que hacemos es fingir que vivimos, que tenemos un objetivo, un ideal, una esperanza.
Y seguimos luchando contra nosotros mismos.


lunes, 30 de marzo de 2015

De las vueltas de la vida

O de cómo las cosas caben sin siquiera saberlas acomodar.

Pues es raro no ver a tus amigas en mucho, mucho tiempo, ni platicar con ellas por alguno de los múltiples medios que ahora existen. Es raro que cuando las ves, no sabes exactamente qué decir, qué preguntar, qué contar. Es raro ver que después de tanto tiempo son iguales y a la vez son muy distintas una de la otra. Es raro de pronto sentir que los temas de conversación se pueden agotar en 15 minutos. 
Es raro guardar las charlas por días, semanas, meses y hasta años y que pasados los siglos todo parezca tan igual y tan distinto. Es raro ser soso, cuando antes se creía ser complejo; y raro ser complejo cuando antes se era soso.
Es raro mirar al espejo y ver un cuerpo no agradable y que alguien sí lo vea agradable.
Y es aún más raro querer desahogarte y no poder, nunca poder.
Es mentira. Es raro que ante la súbita soledad, ante el súbito cambio de costumbres una persona recurra a quien menos pensaba recurrir, será que fueron mejores amigas por mucho tiempo y que eso no fue difícil de disolver, a pesar de las complicaciones que después vinieron.
Es raro encontrar la paz y la confianza en donde se perdió la confianza y un poco de paz, pero sí pasa, sí se encuentra y sí, también incomoda.
Es bien raro no tener ese vínculo mágico que siempre creí que iba a tener, esa figura de La mejor amiga.


miércoles, 4 de marzo de 2015

Isis cumple once años


Isis miau miau 

No tengo mucho qué decir hoy. Sólo felicito a mi gata públicamente, ya que nació un 4 de marzo del año 2004 en un cuaderno de apuntes de la carrera de mi mamá. Sigue acá conmigo. Es una gata bonita que busca el calor del sol y el calor de mi cuerpo, como se puede ver en la fotografía.
La amo y ella me ama a mí, ¿cómo lo sé? Porque sólo sobre mí, y sobre mi ropa, se echa, y porque sólo a mí me molesta tan así... como me molesta. Me exige, me maúlla, me da órdenes. Eso debe ser amor...

domingo, 8 de febrero de 2015

Sutil y grácil

La sutileza de una mirada, de una caricia apenas dada, el silencio feliz y los gritos juguetones.
Ser como una hoja, la más frágil, expuesta al peligro de ser destruida de un pisotón y no ser más.
Sentirse salvada por una mano suave y reconfortante. Sentir el calor de un cuello y querer recostarse en un regazo eternamente y después...
Sólo dejarse llevar por las sensaciones, los humores, los sabores. Dejar que la intuición sea la que actúe sobre el cuerpo.
Esas cosas que son como andar sobre una nube, como comer espuma todo el día. Esos sonrojos y sonrisas cómplices. Esas que ya casi no recuerdo, que han quedado atrás y que sí, extraño...