viernes, 30 de septiembre de 2016

La culpa la tiene ella.

Me había prometido no escribir nada sobre las familias naturales, sobre aquellos que creen que la buena consciencia se rige por tener un papá, una mamá y muchos, muchos hijitos; ir a la iglesia, hacer le catecismo, casarse, decirle a los hijos que se casen bien (sea lo que esto signifique). Había prometido no escribir sobre esto, porque me enojo, despotrico, insulto, rasguño, pateo. 
He leído ya bastantes argumentos para desmoronar la necedad de esos que se dejan llevar por lo que su párroco dice que debe ser la fe según su corta interpretación de unos libros ya bastante hechos a modo con el transcurso de los años. Sé que aquellos seguirán en su cuento de un milenio, mejor dicho, seguirán en el cuento de un milenio que les cuenta un otro que, a su vez, han estado escuchando el mismo cuento y lo han creído ciegamente, porque estos ya ni estudian, ya ni leen, ya sólo se quedan con su corta visión y viven cómodamente en la parroquia que les dan.
Lo sé, lo sé, me había prometido no escribir sobre esto de las familias naturales, de que esos quieren coartar los derechos humanos de los otros, de los otros en los que me incluyo, porque quizás, al hacerlo, al tratar de replicarle a esas piedras, sólo les estoy dando importancia necia. Sí, eso puede ser. 
Lo que me hizo escribir aquí fue el comentario de una señora que, al ver la noticia de una de las recientes desaparecidas, que ahora no lo está y que, lamentablemente, fue encontrada en una maleta, en uno de los Estados más violentos de este país piñata: El Estado de México (que es una prepotente existencia moral), hizo.
¿Qué dijo la señora al respecto de las muchachas desaparecidas, tras comentarle sobre la importancia de cuidar a los hijos? 
Que los hijos son los que se escapan, los que se van por allí sin avisar a los padres, los que tratan de engañarlos, y, además, esos hijos, de varones estoy hablando, son convencidos por sus compañeras, de mujeres jóvenes estoy hablando, a las que se les hace fácil todo y se los llevan a centros comerciales, a incumplir con sus responsabilidades y a mentir a sus padres. Ellas son las que se enganchan y luego se van y, a veces las secuestran, sí, pero porque ellas andan allí, metidas en otras cosas. ¡Haberlo dicho antes!
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Estimados padres de familia:
Nuestros hijos varones están sufriendo de la pérdida de la moral, debido a la influencia maléfica que en ellos ejercen sus hijas mujeres, ellas que hacen mal, muy mal en querer vivir y divertirse, en andar por allí con desconocidos, en, tras salir de la escuela, querer andar por allí vagando, comprando cosas, mirando gente, socializando.
Por esta razón, les pido de la manera más atenta que amarren a sus hijas, las castiguen, les impidan ejercer su individualidad y divertirse, porque ellas son las absolutas responsables de las malas conductas de sus hijos varones, los cuales, cegados por sus impulsos reproductivos, están imposibilitados para discernir entre hacer lo correcto o ir a divertirse con ellas.
Sin más por el momento, me despido de ustedes atentamente,

Frente Unido contra las Hembras que atentan contra las Buenas Consciencias de Nuestros Varones.

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Y luego se preguntarán por qué me altero ante esos grupos de piedras que dicen defender la familia natural, esos que culpan al otro, que sí, pueden ver hacia sí mismos, no lo niego, pero que, tras un pequeño examen de consciencia siempre, siempre, encontrarán a alguien externo para culpar y ese otro externo es el raro, el joto, la lesbiana, la vestida, la mujer, todo aquél que quiere ser sí mismo y actúa como tal. Y no, no mirarán el problema real y más grande que es el de la inseguridad y la corrupción auspiciada por el Estado y sus secuaces delincuentes.
Pinche país piñata en el que vivo yo.