jueves, 19 de marzo de 2020

Canas de Primavera

Aquí, aquí, y no allá.
Los días transcurren, como no pensé que transcurrirían, con sorpresa, y no, con duda, y no, con noches y sí. Ninguna llamada esperada, ninguna visita tan deseada, y despreciada. Lo único que quería era…
Luego que sueño y que sueño con ganas, y luego no hay ganas, no hay nada, sólo la vida seca, maltrecha, ni siquiera cansada, sólo la vida que parece que ya no quiero, la vida que me viene estrecha, y luego ancha, y luego otra vez estrecha. Vienen las gatas y me alegran la mañana, luego duermen, cuajadas por la calor primaveral, esa que está sobre nuestras cabezas, esa que pega y vuelve a pegar, no aguanta nada, dirán, aguanto todo y más.
Me he sumergido en la revolución porque me he cansado de pensar sólo en mí y luego, y luego ya no hay revolución, sólo cansancio, y sólo yo, mi pie, yo, mis deseos, yo, no hay nada, yo, la flojera, yo, ¿por qué siento rechazo?
De verdad que la diosa ha de estar quebrada, de verdad que parece que me ha abandonado. Sólo vacío, sólo un hueco seco, tieso, ni siquiera muerto.
Sólo quería un poco de atención materna, no la hubo, y mis lágrimas inverosímiles fueron detenidas por los sudores y los trabajos necios. A veces hubiera querido que…
Y resultó al final que fue lo mejor que pude hacer cuando salí de esa casa, pero resultó también que todo el mundo como lo conocía no existe más, así, súbito, así, sin una base, un apoyo, un lugar alterno para ir a visitar y a descansar de vez en cuando.
Nada.
Y luego resultó que todo fue molestia.
Nada.
Mejoro para ser una molestia, para que ambos pies duelan y se sientan mal, se sientan feos. Esta vida es como un barco naufragante, a veces, a veces sólo tiene rumbo cambiante, así sin el naufragio, pero mi cuerpo, mi cuerpo no se siente.
Mi cuerpo no se siente, sólo se siente la molestia, mi cuerpo no es mi cuerpo, es de la molestia, que ya ni siquiera es dolor, pero es algo que me posee, que posee mi cuerpo y que me deja en nada, es nada.
Esta gran nada que me está consumiendo.

 

domingo, 8 de marzo de 2020

8 de Marzo 2020

Confesiones.

En diciembre de 2019 tuve un enfrentamiento terrible con mi familia. ¡Ah, la familia! ¿Qué haríamos sin ellos?

Esta entrada la dedico a unas chicas maravillosas, unas chicas que me dieron razón para seguir luchando, esperanza.

En diciembre de 2019 tuve un terrible enfrentamiento con varios miembros de mi familia, corrijo, con uno en particular, el más nocivo, la tía con la que comparto nombre. Ella, la que entorpeció todo, mujer machista, la que siempre defendió a un amigo que de pronto tuvo desacuerdos conmigo, la que es amiga de una psiquiatra que lamenta que se haya quitado la homosexualidad de las enfermedades mentales, la que iba a consulta con un yerbero poblano que me dijo que el sexo en exceso era enfermedad y orillaba a la gente a la homosexualidad, la que sobreprotegió a su hijo y nunca le contaba las cosas de la familia, la que odia a mi padre.
Mi padre, esa persona que pocos conocen, ni yo, ni él tal vez.
Mi padre tuvo una crisis psicótica por infartos cerebrales, estuvo internado en psiquiatría gran parte de diciembre, para ir brevemente a un asilo y luego retornar a psiquiatría, ¿por qué? Porque la tía que lo odia impidió que se tomaran las medidas pertinentes para su adecuado ingreso, porque se cree la dueña de mi madre, de la casa, de las vidas que no son suyas. Esa tía, que otrora parecía progresista, ahora es una señora institucional, que cree que hay una sola razón, la suya, y que se empeña en tener el control de todo, esa señora que ayudó a la ruina de diciembre de 2019.
Regresemos a mi padre. Él, el que tiene mucha cola que le pisen, odiado por la tía por hostigarla, con denuncias en su antiguo centro laboral de parte de unas compañeras suyas (a las cuales les creo totalmente); el típico ojo alegre, macho mexicano y poblano, celoso, de esos de escenitas de celos a mi madre, lo cual, supongo, hizo que ella se aislara del mundo exterior; infiel, hasta que se rompió la rama y lo sacaron de casa. Mi padre es todo lo que se puede esperar de un hombre en este país piñata, bueno, casi todo, porque no era un borracho, eso sí no. Tampoco era tan mal padre en los años de mi infancia, bueno, quizá sí un poco consentidor, pero me enseñó a ser una niña segura de mis capacidades físicas, no me obligaba a ser lo que una niña tiene que ser, me llevaba a los ensayos del coro, a los conciertos, jugaba conmigo en el parque, me respondía las preguntas que le hacía sobre el impala, hasta me conseguía los libros que en la escuela y en la facultad me pedían que ya estaban agotados. 
Supongo que dentro de su mente eso era ser padre, pero en algún momento él se fue de la casa, yo crecí y dejamos de conocernos. O quizá nunca nos conocimos, o quedamos desconocidos.
Él creció en un mundo sin papás. Fue mandado a un internado muy pequeño y no volvió al hogar jamás. Se la pasó de escuela en escuela, hasta terminar la ingeniería en el Politécnico. Luego entró a trabajar, luego se casó, tuvo una familia, fue infiel, se fue de la casa, regresó, se fue, regresó, se fue…regresó, se quedó y pasó todo aquello del diciembre de 2019.
¿Por qué escribo de mi padre a colación del día de la mujer? 
¿Por qué describo a esa tía, que es mujer como yo, de esa forma despreciable?
¿Por qué no hablo de mi madre?
Bueno, porque mi madre es cosa aparte y esto no es diván.
De la tía y de mi padre hablo porque son mis muestras representativas de lo estúpido que es el machismo.
Ella hace y piensa las cosas en función de lo que cree que está bien, según parámetros machistas: proteger a los hombres, repudiar a los homosexuales, joder a las mujeres, porque sí, lo que hizo en el asilo no fue otra cosa que arruinar el descanso de mi madre. Dirán, ¿y el asedio de mi padre hacia ella? Es culpa de mi padre, no se le puede justificar.
Él actuó como se supone que se debía hacer en el México de la Postmodernidad (oh, este país piñata), siguió los pasos dictados, fue el eterno proveedor, hasta que se cansó, hasta que estalló y enfermó, y quedó en el loop constante de su enfermedad,  su sexualidad perdida, de ya no ser hombre. Sí, porque ya no eres hombre cuando dejas de ser proveedor y no puedes tener sexo nunca más. Se acabó, mejor morir, ya no tiene sentido seguir si no se puede ser hombre, e s e   h o m b r e  que esta nación quiere, que este mundo matraca creó…Este hombre macho que se consume por no poder ser lo que en verdad quiso ser, por tener que cumplir su función dentro de la sociedad.
¿Qué quería ser mi padre además de ingeniero proveedor? Le gustaba dibujar y cantar. (Sí, por eso yo también canto), quería hacer muchas otras cosas, también mi madre, pero ambos tuvieron que dedicarse a formar un hogar, a mí, a criarme, y lo dejaron todo, se dejaron.
Dirán que fue su decisión y sí, pero tampoco había otro camino que seguir, o sí, pero el siempre deseado era ese: El del hogar feliz, de la gran familia mexicana…

Por casi un año estuve convencida de que ese modelo de familia, ese modelo de ser hombre, el modelo macho, ese modelo de ser mujer, el que le acomoda al macho, no podría cambiar en este país, porque todos parecen, no cómodos, todo lo contrario, pero sí conformes con ello. Nadie cuestiona el porqué del macho proveedor y de la mujer guardada. (Aunque la mujer ya trabajo, ah, pero todo lo que gana va para el hogar y los hijos, porque así debe de ser, además de que esa mujer trabajadora ha de partirse de 6 para atender todos los frentes sin decepcionar a nadie y sin derecho a descansar). 
Todo el año pasado estuve convencida de que el modelo patriarcal era imposible de tumbar, de que los señores de este país tenían todos los pelos de la burra en la mano—y de sus mujeres–, y que no habría ley, denuncia, petición, invocación, oficio, seña, grito, movimiento, revolución, que moviera el patriarcado, pero hoy, en este día, 8 de marzo de 2020, a punto de salir a marchar, puedo decir que encuentro en una colectiva de heróicas e históricas jóvenes, la energía y las ganas de tumbarlo.
¿Por qué?
Porque han demostrado que la juventud no tiene nada que ver con la ignorancia.
Me uno y quedo con ellas porque me conmueven como nadie, porque me han contado cómo desde muy pequeñas se las han visto muy mal con la violencia machista, y cuando digo muy mal, es en serio, no sólo miradas lascivas en la calle, no unos arrimones en el transporte público, sino exposición de sus intimidades y hasta golpes, con la consabida omisión de las autoridades para proporcionarles justicia.
Estas chicas me han abierto los ojos y hasta el corazón. Me han hecho entender cosas que difícilmente podría, de seguir encerrada en mis años y en mis problemáticas personales.
Porque las mujeres están siendo violentadas gravemente a edades cada vez más tempranas, y porque se las culpa y juzga duramente, sin pensar en que son personas que merecen dignidad y respeto, como  cualquiera.

Hace poco menos de un año quedé peleada con una amiga porque ella nunca pudo entender que utilizar el término de ideología de género era ofensivo para la comunidad LGBTTTI. Me enojé mucho con ella y me enoja más ahora, porque es profesora de chicas de edades tiernas, como las de la colectiva, y no veo que ella esté haciendo la diferencia que deberíamos estar haciendo nosotros, los de treinta y más sin hijos y con posibilidades intelectuales para jalar a los que siguen y darles total apoyo. Sigo molesta con ella también por otras cosas…

Mi madre no puede con su alma y mi padre perdió su salud. Ambos llevaron la vida que se supone que debían llevar, la linea marcada, tan machista y patriarcal, la misma linea que pega en la vida de las más chicas y también de los varones, ese machismo que lo consume todo.


miércoles, 4 de marzo de 2020

El verdadero amor. 4 de marzo.

Isis, la gata Isis cumple años, ¿cuántos años cumple ya? 
Dieciséis, ni más, ni menos. ¿Qué siente Isis de ser tan mayor?
Me mira con hastío, con pereza, me mira con insistencia. Algo quiere, ¿qué querrá? ¿Qué es lo que quiere la gata?
Comida, agua, salir a la terraza, salir a salir, pancita, que le hable, que me suba, que la contemple, todo quiere, todo quiere de mí y de Gato miau, porque ahora él también está en la ecuación, se convirtió en parte de la casa y sabe sacar provecho, ¡su esclavo!
La gata Isis a veces se lava, a veces se lame, casi siempre duerme; de vez en cuando platica. Ahí viene. Mira a la cama, da un salto, sube, me dice miaaaaau, me mira, mira mis pies, me vuelve a decir miaaau, luego miauu, se acerca a mí con pasitos, le acaricio el lomo y la cola, hace ummm, hace un poco de masitas, hace su maniobra de aproximación para echarse (Isis 380), lentamente se echa, o no, se queda sentada como pensando en si lavarse y lo hace. Se lava una pata y luego mejor no, se echa lentamente en su lugar de la cama (el lugar de Gato miau, ¡pero qué importa!) Se lava la pata delantera, se detiene, algo mira, mejor se hace ovillo y se mantiene atenta a los ruidos externos.
Isis, ¿qué piensas, gata? ¿Estarás cansada de esta vida larga? ¿Será que sí me quieres y por eso soportas tanto al lado mío?
Isis se acuesta y creo que es feliz, a pesar de que las otras gatas suban y vengan a importunarla, y hasta se coman su comida (aunque eso no le hace mella, total, que el urinari siempre está colmando el plato).
Cumple años la gata Isis, mi corazón, no hay más palabras dichosas para ella que las que las que sueltan mis labios por las noches, cuando está molestando queriendo salir o quién sabe qué: "Isis, ven gatita, no estés chingando, ven súbete, no tengo patita, tengo sueño, déjame dormir, ven súbete, Isis, no estés jodiendo…"

Feliz cumpleaños a mi gata bonita, la aplastable y pomponosa Isis.

Miaaaaaaau