jueves, 24 de septiembre de 2015

Bonito machismo literario

No quiero que esto lo lea nadie. No quiero siquiera escribirlo. Quisiera que esto fuera una carta personalísima. No lo será. Será una queja, una queja femenina, que no feminista, no porque no lo sea un poco, sino porque soy mujer inserta en este país piñata, en donde se supone que tanto hombres como mujeres gozan de los mismos derechos, lo cual dista mucho de la realidad.
Ya me cansé de escribir…

En fin. El chiste es que estoy haciendo un arduo trabajo literario; leo cierta novela rosa de mediados del siglo XX  y entre más la leo, más me convenzo y me entero, lamentablemente, de que ese tipo de lecturas, llevadas al cine y a la televisión, han tomado parte importante dentro de la educación sentimental de las mujeres de este país piñata. 
¿Qué es el amor? El amor es sacrificio, el amor es algo que nos hace sentir que nada es real, que se flota. ¿Qué es la mujer ante el amor? La mujer es la que ha de dejarlo todo por amor, la que ha de sacrificarse por el otro, pese a su propia felicidad, la que, cuya carrera ha de ser el amor o el matrimonio. ¿Cómo es la mujer ante el amor? La mujer es la que calla, la que resiste los embates y adversidades, la que no se queja, la que es delicada y silenciosa. 
¿Cómo debe ser una mujer? Cauta, confiada, libre de sospechas ante los demás, deliciosa, generosa, dulce, paciente, ¿y si no es así? Entonces la mujer es mezquina, egoísta, llena de rencores, estéril, seductora, caprichosa, incomprendible.
De todo esto, ¿no acaso la mayoría de la gente de este país piñata aún lo piensa? No se quejan los hombres, las mujeres, las madres, las tías, de las mujeres independientes y las tachan de egoístas y estériles por no desear hijos? ¿No ven con ojos de gratitud a las mujeres generosas y dulces, que son incapaces de pensamiento malvado alguno? ¿No acaso las gentes creen que el amor es darlo todo, dejar se ser uno mismo, ser otro por el ser amado o sacrificar la vida misma en pos de la felicidad del otro?
Ahora bien. No me digan que las madres de este país piñata no desean, no anhelan que sus hijas se casen bien, que tengas sus hijitos, que cuiden a su marido y a sus hijos, y que guarden para sí las quejas y los deseos ajenos a la vida familiar para la que se les a aleccionado toda su vida.
Soy mujer también, siento amor, mucho, pero ¿qué fue lo que mi madre me enseñó sobre compartir una casa con alguien más? Que lo cuidara, que le diera de comer, que le limpiara, que lo educara a mi modo, ¿y si no hacía eso? Pues me exponía a ser la propiedad del otro, adoptar sus modos, sus costumbres, su forma de comer y de vestir: ser absorbida.
¿O no?
¿Qué espero finalmente de la persona a la que amo? 
No quiero una telenovela por vida, no quiero ser la mujer frágil y abnegada, ni quiero ser la malvada seductora. No quiero que él sea el hombre que protege y salvaguarda el honor, ni lo quiero de proveedor, ni que me eduque, ni que me tire de a loca. No quiero sacrificios, mezquindades, o reclamos. 
La verdad sólo quiero respeto y certezas.



martes, 15 de septiembre de 2015

Viva México (mientras tomo chocolate caliente de Guatemala).

No por mucho madrugar, amanece más temprano; sin embargo al que madruga dios le ayuda. Aunque, dios le ayuda al que madruga, pero no amanece antes, por mucho que uno se levante antes que el alba. ¿Qué será mejor? ¿La acción, la pasividad, la queja perpetua, las bombas molotov, el espionaje telefónico, el sabotaje, la inserción para hacer mayor daño desde adentro, la desobediencia civil o el acatamiento de las leyes? ¿Serán los vacíos legales los eternos salvadores de los que pueden pagar por ellos? ¿Alguna vez hubo verdadera justicia? Y si no la hubo, ¿a quién le importó esta falta de justicia?
Esta clase media que, por un lado lucha diariamente por ganar un pan, una tablet (siempre me negaré a decirle tableta, esa palabra es para las medicinas), llenar el tanque de la gasolina, ver series nuevas por su sistema de entretenimiento de pago vía internet (me negaré a mencionar el nombre de la compañía), también acusa las injusticias; es testigo mudo (sí, mudo, porque en general sólo utiliza sus dedos para pulsar las teclas y escribir sus puntos de vista), y exige la restitución de las miles y millones de faltas de las que muchas veces no tiene vela en el entierro, ¿por qué? ¿Por qué esta clase media se siente responsable de los males que han estado aquejando? ¿Qué ha hecho para contribuir a la maldad, al terror, a la desaparición, a los cuerpos desmembrados, a los encarcelamientos ilegales, a las mujeres acusadas de aborto? Esta clase media, ¿acaso está atrás de estos y muchos otros actos de injusticia? o ¿acaso esta clase media, solamente ve, se queja, escribe (como su servidora), pero no sale a las calles para reclamar? Bueno, ¿para qué? ¿eso sirve de algo?
Supongamos que esta clase media sale a las calles para reclamar una u otra injusticia, además de granaderos, además de personitas con caras tapadas, además de anexos y acarreados, ¿qué? ¿En serio ha cambiado algo? No digamos algo dentro de la legalidad, de este bonito sistema, no, sino dentro de algo con mayor importancia, ¿se ha logrado algún cambio en la opinión pública?
Los que no luchan por llenar el tanque de la gasolina, sino por agarrar un lugar más o menos cómodo en el camión para cenar la torta que compraron en el paradero, ¿han cambiado de opinión? ¿Han tomado ellos un bando, han defendido sus verdaderos intereses, le han dado la espalda a la corrupción, se han sentido responsables por los destinos de terceros y cuartos, aquéllos seres humanos cuyas vidas han sido perturbadas de maneras muy desagradables?
No lo creo. No creo que toda esta lucha por internet haya valido para algo y no lo hará si las personas de esta clase media no se conectan entre a sí, cara a cara, ni si no lo hacen con las otras clases medias, ni con las otras clases no tan medias, ni con las clases altas. ¡Pero todo cara a cara! Nada de salir a las calles y ya, ni de diálogos con una sola persona; nada de esperar a que no salga aprobado en las cámaras. Podría esta clase media salir de sus casas, reunirse, charlar, beber té o café, integrarse como grupo, plantear acciones y hacer; acercarse entre sí verdaderamente.
Ah, pero siempre llegará un Judas, como en todas las historias de la Humanidad, o vendrá el mal llamado corrupción, o, en el más silenciado de los casos, vendrá la represión Estatal, a la vieja usanza de esta nación de la que dice mi credencial, soy ciudadana.
Ya terminé mi chocolate.

Paseo de la Reforma