lunes, 27 de junio de 2011

Zeit zu... Vakuum


¡Joder! Así se pasa una noche, una tarde, un mediodía, una mañana. Entre lluvias, comidas, cocinas, coach potatoes; así viene este día que dediqué a la nada y a todo, a mirar lo que faltaba y a no repensar nada y entonces llega la hora de "¿por qué no platicar?" y me acerco a la puerta y ésta está con llave, para que después me digan con la mano en la ¿cintura? que jamás estoy, que jamás convivo, que jamás digo nada de mí.
Si llorara ahora sería una total pérdida.
Hace tan poco, si acaso unos días, no había más que vacío; cada palabra pensada, escrita, dicha, estaba hueca, o era el aburrimiento de la calle, del día, de saber que todo estaba tan igual que como siempre, o era lo que jamás había esperado, o era el demonio de todos los meses.



(Y de nuevo, cuando pienso que tengo la idea, la molestia bien clara para poderla expresar por estos medios, se me escapa, se vuelve simplonamente complicado; revientan mis mejillas y el ruido de la lluvia me distrae.) (Y ni siquiera puedo decir que yo no debería estar aquí.) (Y ni toda la droga visual que hubo hoy me distrajo de lo que me incomoda.)



(¿Qué es lo que me incomoda?)
Sentir, no sentir, decir, no decir, querer decir y no decir, comer, no comer, sentir calor, sentir frío, anhelar, esperar, jugar, pensar, desear, sentir (de nuevo), estar dentro, estar fuera, estudiar, no estudiar, escribir, dejar de hacerlo, el aislamiento, la gente, la soledad, la compañía, la casa, la suciedad, la limpieza que no se ve, la acumulación de cosas inservibles, los sonidos que no puedo controlar, que me llamen cuando no quiero contestar, la ficción, la realidad, la ficción que no me deja escapar de la realidad, la mala almohada, los alambres del colchón, las muecas, los ojos volteados, no ver a nadie, ver a todos, la enfermedad propia, la enfermedad ajena, el silencio, el control, el autocontrol, el desconocimiento, el sueño asustado.

Noch einmal bin ich Heimatlos.




miércoles, 22 de junio de 2011

Vino el ver-ano, las lluvias.


Está de moda hablar de sentimientos, los más superficiales, con el tono más grave.
Está también de moda ponerse entre mis piernas y ronronear hasta cimbrar la casa.
Está de moda tener las ventanas abiertas y chiflar para que el viento acerque unas nubes negras y se riegue la tierra.
Está de moda decir nada. El silencio. La estupidez. La cerrazón.
O, como dijera mi primo: Tiene la zurrazón en la boca.

lunes, 13 de junio de 2011

Y eso será todo lo que diré sobre ese tío...


...cuyo nombre no recordaremos más.



¿Qué sonidos escucho esta noche? El rechinido de unas llantas, ¿o acaso el silbar del viento? Si los árboles se miran agitados, debe ser entonces el pavimento estúpido contra la rueda que ha sido herramienta favorita del hombre. Ya no lo hay.
La pequeña sensación de reconocer que se ha estado tan mal por muchos años, que se han hechos ridículos y medio, que se debieran, justo ahora, tirar a la basura tantas hojas. Esas hojas sin sentido, sin placer, embarazosas, las que jamás en la vida volveré a mostrar a nadie. ¿Sería yo capaz de tirar los sueños que creí verdaderos cuando adolescente era?
Recuerdo ahora cuando K me explicaba su desazón ante la frase de su hermana: "No vale la pena". No vale la pena hacer tal o cual; tú no vales esa pena, ese trabajo, ese cualquier mínimo—o máximo—dolor. Entonces comprendí la magnitud de la frase; lo ínfimo que uno puede llegar a ser ante los ojos de alguien: Ni para eso valgo yo.
¿Con qué otra sorpresita me pueden salir?


Al final de día, cuando se queda sola, sabe, quiere, necesita decir algo más, pero no encuentra a quien, porque todos están lejos, distraídos, ocupados, aislados, ¿o acaso es ella la que está así? Sabe que en su ardiente pecho no queda más que guardar silencio, o guardarlo todo para después, o callar para siempre jamás.



Quisiera, pues, dejar de tener tantas preguntas en el tintero.

(pensando en las preguntas jamás hechas)


miércoles, 1 de junio de 2011

Distracciones


Distracciones, violencias, mirar al Destino y no quererlo ver de frente, por primera vez caer por otro lado y preguntar miles de cosas. ¿Dónde están las ganas tantas de hacerlo todo a la vez? Un cansancio prematuro y dolores de semanas enteras, que hacen que me arrepienta de respirar siquiera. ¿Dónde está el sueño plácido y temprano?
Las curiosidades que se asientan al lado derecho de mi cama y yo que les doy paso y pierna suelta y mis ojos, cerrados, repasan lo que vieron todo el día; el aburrimiento de la tarde y los cólicos pesados, abominables. Cólicos de todos tipos desde los días inmemoriales. ¿Qué se siente, pues, ya no tener dolor? ¿Es como sentir que no se tiene cuerpo más?
La mente previsora que no existe en mí. La mente que planea las vueltas y revueltas, la que pasa de una idea a otra, para no poder hacer nada concreto. La mente que no se deja descansar y quiere hacerlo todo de nuevo; o de viejo. La mente que extraña gente, cuerpo, ánimos, estatuas, fortificaciones, tragedias, comedias, amargores y palanquetas. La mente que no deja usar cabalmente el dedo meñique de la mano izquierda. La mente que sueña que está soñando, pero que sigue activa, en vigilia, atormentada por los sueños que vendrán, continuación de los que tuvo.
¿Y qué con las peleas?
La mente que lo sabe todo y que intenta engañarte. El autoengaño, el kitsch, el hombre-kitsch, los productos, la disfrutabilidad. ¿De qué es la labor existencial? Refugiarte del mundo exterior, del presente inseguro; refugiarte en la intimidad del hogar y rodearte de objetos que te provoquen nostalgia y melancolía.
La mente que está cansada de tratar de enfocarse en una sola cosa.

Yo