martes, 30 de septiembre de 2014

La pérdida de la fe en la humanidad

Anécdotas de la vida real.

Los alumnos ineptos, que cuando les estás resolviendo el problema, miran al techo, que cuando das el tema para ellos, voltean y te dan la espalda. Los alumnos que te desgastan la vida, las horas, que no aprueban el examen. Los alumnos que no asisten, que se van antes, que ponen como excusa la fiesta. La gente que es eternamente niña, infantil, irresponsable de sí. La gente que sólo piensa en qué color de labios se pondrá la boca o qué cinturón se le verá mejor a sus botas, qué celular es mejor para las redes sociales, quién ganará en el programa de televisión... La gente inepta. 
Si demonios, quieren ser mejores, ¿por qué no lo buscan de verdad? ¿por qué se conforman con lo que tienen al alcance de la mano? ¿por qué no juegan a ser algo más que esos pequeños insectos, peldaños, basuras, que están echadas a un lado?
¿Por qué no toman el compromiso consigo mismos, aunque les cueste tiempo, esfuerzo, sangre?
¿Por qué dejan todo para el último momento? ¿Por qué se lo dejan a alguien más? Que el otro firme, que el otro diga, que el otro vaya... Que pena me dan.
No, no es pena, es asco, es casi una rabia que me lleva a la náusea.
Una parte de esa gana por ver a la humanidad reconocerse y levantarse, se ha ido.
¡Idiotas! ¡Tarados! peor... ¡MEDIOCRES!

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Personas raras, personas que te proponen cosas, personas que te hacen recordar lo que solías hacer, con quién te solías juntar... Esas cosas ricas que solías disfrutar. Personas que te preguntan, te quieren enredar ¿y luego? Luego sólo te quedas con el deseo, las ganas y el disgusto de la no satisfacción. Te quedas sólo con el deseo de volver a sentir esa suavidad, esa delicadeza, ese despliegue de fuegos artificiales y energía encaminada a un sólo objetivo, el más bello, el indescriptible, ese que ningún hombre experimentará...
Y así me quedo, sólo pensando, sólo rememorando las cada vez más lejanas sensaciones.
Ese placer.





domingo, 7 de septiembre de 2014

El extremo vacío de los quicios

El quicio, sacar de quicio. Casi, casi me sacan de quicio y caigo y quedo chueca, casi o ya estoy chueca, o ya estoy fuera de mi quicio y estoy volando hacia la locura de las respuestas sin preguntas. Entre no saber qué vale o si lo vale o si quien vale lo vale o valemos... madre. Valemos madre todos, así, sin material, sin dudas a resolver, porque no las hay, porque no hay solución, porque la vida es eso que no tiene explicación, que sólo sucede, como risa estrepitosa, llenadora. 
El quicio de la vida. Si la vida no tiene pies ni cabeza, menos quicio y, ¿por qué estoy escribiendo esto? ¿por qué no simplemente me pongo a decirle a cada uno lo que pienso de ellos? Yo los quiero o los amo o estoy decepcionada o siento el abandono de sus días. Cada quien hace lo suyo lo mejor que puede, igual que yo con los alumnos cada que los veo. Si acaso le viera sentido nuevamente...
No hay sentido, no hay consenso, no hay verdad que valga, ni fe, ni esperanza, no las hay y esa es la realidad, la realidad que nadie sabe, que no digo, que niego, que negamos todos. Caminamos a obscuras en este frío mundo o en este árido mundo o en este anegado mundo. Caminamos, descansamos, subimos, bajamos, como hacer el transborde eterno, como si existiera la finalidad.
La finalidad es lo que imaginamos que pasaría alguna vez en la parada del camión.
Qué asco.


Akira

martes, 2 de septiembre de 2014

¿Qué vale?

Las fotos en cueros, los días largos, el desayuno cortado, el café bien caliente, ¿qué vale? La mugre en la ropa, el lodo en las manos, el pantalón manchado por toda la tarde, la lluvia, ¿qué vale? Los días eternos, las noches muy breves, el ruido de la mañana, la raspadura en la mano, ¿y luego?
Que los ensayos, que las tareas, que ver cómo se acomoda el tiempo, que ser sociable, sonreír, saludar, servir, ¿de qué sirve?
¿De qué sirve servir y dar, cuando se pide ayuda y todo queda en un "tú resuélvelo"?
Seguir con la boca callada. Seguir lastimada, pero seguir...