jueves, 4 de marzo de 2021

De las pérdidas.

Tiempo ha que no he escrito, ni leído. Tiempo ha que no he escrito aquí, ni allá, ni en lugar alguno. He estado ocupada, atribulada, desvencijada. He estado, y eso es ganancia.
Hoy no haré ninguna felicitación para una gata, porque ha muerto.
Hoy no río.
Hoy sólo recuerdo y conmemoro, un poco, sólo un poco, porque duele.
Porque el dolor es suma de dolores, vacíos y silencios.
Porque hay mucho por decir, pero más por hacer.
Me dicen que me tome un tiempo, que respire, que haga por mí, que me apapache, pero el tiempo viene volando y me lleva de vuelta a la resolución de cosas, las más inesperadas.
No pensaba que mi madre moriría.
Pensaba que la cuota era mi gatita Isis y que mi madre sobreviviría, que su cuerpo aguantaría nuevamente las batallas y que la tendríamos en casa en un par de semanas más…y no.
No resistió su corazón.
Falleció.
Murió un lunes 22 de febrero. Fui al hospital, porque insistieron y cuando llegué la noticia fue funesta, implacable, terrible. "¿Ya se murió? Pensé que sobreviviría."
Y no. Ahí quedó la prieta. 
Se llevó su voz, sus dedos ya chuecos. Se llevó sus secretos y problemas. Se los quedó todos y dejó aquí un regadero de emociones intensas, un regadero de hojas, cuentas, enredos. Dejó una hija que no sabe qué hacer con su padre, porque está allí, todo triste y desbaratado, todo sin saber exactamente qué día es por los antipsicóticos que le recetaron hace tiempo.
"Yo no sé qué voy a hacer sin mi mamá." Y no, no lo sé.
Estoy siguiendo la bola. Estoy consiguiendo tiempo, pero no lo tengo, como ella no lo tuvo para sí, como mi gatita hermosa que se fue en un estertor, como mi madre que simplemente tuvo paro y su corazón ya no jaló, a pesar del medicamento, a pesar del carrito de choques. Nadie pensaba que eso pasaría. Tampoco ella, ella que pensaba que iría a casa pronto, que necesitaba sus ropas para irse a su casa y luego ir a su otra casa, aquélla que tanto estuvo preparando para finalmente habitar un espacio a su gusto. El espacio que se quedará vacío, sin ella. Sus sartenes, su cocina integral, sus muebles bien pensados, morados, según recuerdo.
"Se murió mi mamá." Recuerdo que escribí. Y mis amigos no lo podían creer.
"Ya se murió mi mamá." Recuerdo que le dije a su hermana y lloró desconsolada. "¿Qué vas a hacer? ¿La vas a cremar y la vas a traer para acá?" No, ella nunca quiso ser cremada.
Tantas llamadas y palabras. Tantas suspicacias.
Y nada, nada me dio sosiego.
Acaso algunas notas, acaso el abrazo largo de mi tío y el llanto de mi prima, acaso el apoyo fuerte de mi Amor y mis gatitas sobre el pecho. Y mi casa tan sola, sin mi Isis, esa gata que sabía darme el consuelo exacto ante todo, esa gata que se dejaba cargar y llenar de lágrimas, la que me miraba paciente mientras dormía. La amo.
Y mi madre muerta, que también amo.
Tal vez jamás se lo dije.
Tal vez siempre pensó que no la quería.
Quién sabe.
Tampoco sé si me quería de verdad o si creía que mi vida era un juego de niños. No lo sé. No sé.
Mientras sus amigas diciendo pavadas, que la llevé a que la mataran al seguro social, sí, ¿y con qué se pagaba el resto del hospital? "Ella tenía dinero." "¿Dónde, tú sabes?, me ayudaría mucho." "No lo sé, eso te corresponde a ti saberlo."… Saberlo, si ella jamás me dijo nada, si ella todo lo guardaba y luego, cuando me quiso contar todo, no pudo, ya no pudo, y se fue a un hospital, la entubaron y poco hablé con ella, acaso unos días que estaba más consciente, porque entre la oxigenación baja y las toxinas que no filtraba su único riñón, ella alucinaba, veía cosas y luego se ponía necia. Quería irse a su casa.
Yo no la dejé.
Mi madre muerta y la vida que sigue y el dolor encarnado, silente, terrible. Quizás muchos entiendan, se agradece que lo digan.
Gracias mi madre, por hacerme, aunque sea yo un desmadre.
Qué triste.