jueves, 22 de marzo de 2018

Romances de Primavera.

De los romances de Primavera puedo hablar largo y tendido, despacio, tranquilamente y a la vez con pasión. Los romances de Primavera son aquellos que llegan a mí en marzo, me incendian, llenan de gozo y placeres y ¿permanecen?
Yo hubiera querido que mis romances de Primavera permanecieran conmigo toda la vida, que al verlos siempre apareciera una sonrisa, que siempre hubiera amor mutuo y deseo. Hubiera querido que no se catalogasen como fugaces. ¿Por qué se van los romances de Primavera, si son tan bellos? ¿Por qué deciden irse? ¿Por qué deciden que yo soy el problema, la causante de los problemas, el foco de los males, y se retiran? ¿Por qué soy yo y no ellos?
¿Qué de malo tengo yo?
Lo que tengo de malo es que fueron ellos y no otros mis romances de Primavera, que escogíles tan inseguros y emocionalmente indispuesto. El problema sí fui yo, pero ¡esos qué! No sufren ni tantito, sólo retiran sus cartas y se van tan frescos, tan campantes, tan incapaces de expresar sus sentimientos a mí; yo que sí, estoy loca, pero no del tipo opresor y estereotipado mexicano.
Si soy loca es porque tengo poca contención, pero mi locura baja fácilmente, cosa de saber abrir los brazos y contenerme con ternuras varias, y ya, casi, a veces no tanto, a veces sale el diablo y le sopla y mis ascuas se convierten en quemante fuego, que todo desea arrasar. ¡Pero ni eso conocieron ese par de romances de Primavera!
Se quedaron a medias, con camino tranquilo, muy fácil.
Ya quisiera mi GRAN AMOR que les hubiera tocado tantito de lo que a él le ha tocado. Pero él no se arrincona, sale al ruedo y me enfrenta con su cornamenta. Cornamenta contra cornamenta, para ambos, exhaustos, lograr acuerdos en medio de ojos suaves y caricias. Mi GRAN AMOR también fue mi romance de Primavera, pero él sí permanece, él no tiene miedo, él está aquí para mí, como yo lo estoy para él. ¿Cuál fue la diferencia?
Su disposición emocional, su falta de miedo y su absoluta fe en nuestro amor.
Lo amo.




lunes, 19 de marzo de 2018

Confundidos

Hemos llegado aquí con total confusión, con ganas de hacer y con pesadez de la buena; con ganas de dormir y quedarse allí por horas, días, semanas. Luego nos acordamos que hay tanto que hacer, que hay muchos objetivos por cumplir, que lo esencial no está en el dormir, sino en el sueño por cumplir, porque los sueños se pueden cumplir, al igual que las pesadillas.
Lo que tanto pedí se me concedió. Lo que tanto rogué que no pasara, pasó.
He llegado aquí confundida, tratando de darle vueltas a la vida, pero la vida es la que me ha dado vueltas, la que me ha dejado impávida ante las reacciones de las gentes, porque reacciones ha sido muchas y de muchos, y de distintos tipos.
¿Cuánto pesa un nombre?
¿Cuánto pesan un par de palabras?
¿Valen, aunque al final no fueran nada en realidad, aunque, de hecho, sí se hayan ido con el aire? 
¿Valen porque están en mi memoria? ¿No valen porque no hay sustento en ellas? ¿Qué hace una palabra, qué hace una idea?
Lo sé, lo sé todo y lo siento, más bien lo resiento. Hace daño, quizá, sí que lo hace, pero lloro de vez en cuando, lloro no sólo por mí, sino por dos que lo resienten, y ya no debería estar llorando, pero, ya no debería llorar, no porque no lo valiera, sino porque ya no debería de sentir; sin embargo lo siento. ¿Qué siento?
La total y plena confusión en mis acciones, como si hubiese obrado mal, como si: "la culpa, aunque ésta me destruya a mí…"
Finalmente es una lucha de egos, una lucha de manías, de ideas, prejuicios, caracteres, libertades. Quien haya ganado no importa mucho. Quiero pensar que cada uno se ha llevado su parte.
La que no ha quedado sola no he sido yo, ha sido el otro, porque tengo mi energía, mi amor y mi placer. Tengo la Vida en mis manos y me acompaña mi Muerte. Tengo un camino venturoso y contento, a veces terrible, a veces magnífico, ¿qué no vale eso? ¿Qué no vale eso para mí? ¿Qué no es suficiente?
Es suficiente, pero a lo lejos suena cada vez más débil una campanilla que anuncia duda y confusión, que me invita a voltear allá atrás, para convertirme a mí misma, no en estatua de sal, sino en un nudo, un reflejo de lo que ya no soy. No quisiera volver allí. ¿Qué hago para acallarla?


lunes, 12 de marzo de 2018

Bala perdida

Yo era una bala perdida, o eso pensaba, o lo era porque anduve de arriba a abajo por los caminos, o por uno sólo, porque en realidad esta vida es una sola vida con varios caminitos, vereditas, pasitos, boulevares, avenidas y camas.
Yo era una bala perdida, o eso era lo que los demás pensaban, o piensan, porque me ven inestable emocionalmente, pero no lo soy del todo, sólo un poco, poquitito, tanto como las hormonas me llevan, porque en parte son las hormonas, en parte mis ideas, mis obsesiones, mis motivos, mis votivos. 
Yo era una bala perdida y aún lo soy, nomás un poco, a veces, cuando caigo de nuevo en las manos adecuadas, cuando me dejo acariciar, mirar, admirar, fornicar. Lo soy en tanto el otro quiera y yo lo permita. Lo soy en tanto yo quiero y permito. Soy una bala perdida, la más buena, filosa, brillante, apetecible, acariciable, y soy la mejor bala perdida.
Yo soy una bala perdida, he andado de mano en mano, he dado de comer y me han comido, he jugado a ser niño y niña, hombre y mujer, he dado y me han dado, he explorado y me han explorado. La bala perdida fugaz y no, la que se queda incrustada en el pecho de muchos y de nadie, la bala, el mordisco, el lejano recuerdo, quizás un mosco molesto. Eso soy, eso siempre he sido, sí.
Sin duda he sido la bala perdida que siempre he querido, a la que pocos han amado, con la que algunos se han regocijado, la que da placeres y comida a unos cuantos, o comida a muchos, pero placeres a otros cuantos. ¿Y qué me ha quedado?
Me ha quedado la satisfacción de ser, de nunca haber dejado de ser (bueno, por un breve tiempo sí dejé de ser, pero volví), de no hacerle daño a nadie inocente, de no andarme con enredos de telenovela barata, de ser congruente y constante. Me ha quedado la satisfacción de seguir haciendo de mi cola un papalote y volar ese papalote alto, bien alto, con las mejores compañías y al lado del más grande amor.
Prefiero ser mil veces la bala perdida que cualquier señorita mustia que al final irá de matrimonio en matrimonio dejando crías en la familia disfuncional del mundo matraca.
Prefiero ser mil veces la bala perdida que vuela y vuela y no tiene empacho en no usar calzones un día, dejar el sostén en casa o enunciar su verdad y su amor con vehemencia, ¿o será con demencia?




domingo, 4 de marzo de 2018

Un escrito para Isis, 4 de marzo.

Para mi querida gata Isis:
Hoy cumples 14 años. Hace unos días desperté un pensamiento en la cabeza: que estabas por cumplir los 14 años, ¡tanto tiempo juntas! Has estado conmigo y yo, contigo, salvo unos cuantos meses en los que no estuve viviendo conmigo, pero luego volví, nos reconciliamos y no nos hemos separado.
Tanto, tanto tiempo que me has dado, tanta vida, tanto amor, si eso se puede llamar amor.
Has estado conmigo durante las 3 grandes relaciones de mi vida, has convivido con los tres, les has platicado, les has dicho te te rasquen la panza, que te den de comer, que quieres dormir, que qué bueno que vinieron, para dormir más calientita (aunque eso implique que la cama se mueva un poco más).
Antes te ibas por días, semanas, y regresabas hasta con arañas. Ahora no sales de casa ni a tomar el sol, apenas asomas tu nariz para oler cuando hay viento, además de que está el Gatucho y se miran feo. No me importa que ya no salgas, ni que duermas por tanto tiempo, no me importa que me aplastes y que me mires con desaprobación; me importa poco que me levantas por las noches porque quieres salir a mear o a comer más, poco, porque sí me importa, porque pareciera que esperas el momento preciso del bello sueño para interrumpirlo. Gata mañosa.
A pesar de que platicas de más, haces ruido, esperas a que duerma para ponerte a maullar, y hasta una vez me enfermé porque me hiciste levantar de la cama tres veces en la noche más fría de este invierno, a pesar de todo, te agradezco por toda la vida que me has dado y me sigues dando, por tus ojitos sobre mí, por tus pelos que tengo que cortar, por tus arañazos en mi antebrazo, por tus orejitas frías, por dormir espalda contra espalda conmigo y por la exigencia de mi atención.
Gracias Isis.
Felices 14 años. 
Quédate conmigo todo lo que quieras.