jueves, 21 de febrero de 2019

Escapada hacia la ciudad.

Hemos ido a la gran ciudad, sí, a la Ciudad de México. Hemos ido con un objetivo específico, como siempre pasa, porque no vamos de oquis. Hemos ido al museo a ver la exposición de Saturnino Herrán y otros Modernistas en el MUNAL. Nos ha encantado.
Hemos comido comida japonesa, porque acá en Cuautla nomás no hallamos variedad gastronómica que satisfaga nuestro sibarita paladar. Me he quedado en la casa de mi madre, he dormido en mi vieja cama, he charlado sobre tema varios, he desayunado allá y después fui a un examen profesional.
No recuerdo —como casi siempre que escribo aquí con una intención— el porqué de querer escribir ahora. No creo que sea exactamente para contar las anécdotas varias sobre la capital, sobre el clima del que, por alguna extraña razón, todos se quejan, ¡si está rico, hay viento que refresca y hay sol!
Pinches chilangos, y sí, siempre lo he dicho, desde niña, no aguantan ni tantito calor, no saben lo que es el incendiarte con la PINCHE CALOR.

Fui a la casa de mi madre y de bajada he visto un operativo quesque anti talamontes, "ya pa'qué", pensé, después de que vi cómo el cerro del Ajusco está ya casi por la mitad sin árboles; y no creo que sea por el clima, porque sí llovió en esta temporada invernal y no está haciendo exactamente calor de sequía. Pobre cerro, pobre sierra del Chichinautzin, lo mejor sería que todos los habitantes humanos de esa zona ¡desaparecieran! No que se mudaran, no, que ya no existieran. Se están comiendo el bosque con su avaricia estúpida, ¿saben para qué talan los árboles? No, esos árboles no dan madera fina, ni pisos bellos, ni tablones interesantes, no, esa madera no se puede utilizar mucho más que para polines, sí, los ahora tan populares polines, gracias al temblor del 19 de septiembre de 2017. ¡Polines! Palotes de madera que sostienen edificaciones en construcción o por caerse. ¿En serio por eso están matando un bosque?? 
Al subir a ese pueblo, tras quince minutos de estanco en la pequeña y única calle principal, también recordé por qué salí de allí. Sí, ese lugar es insoportable, no sólo por el clima, sino por toda la falta de generosidad de esas gentes. Si no caben los autos, ¿por qué estacionarlos para que quepan menos?
No, tampoco abrí esto para escribir de las neurosis pasadas.

De casa de mi madre traje libros, muchos libros, libros para leer, porque noté que me hace falta leer, saber, absorber, crecer más. Me gusta la tranquilidad de la lectura, la capacidad de la mente de enfocarse en algo y quitar la paja y las tonterías de la cotidianidad. 
Falta leer y reposar lo leído.
Falta escribir ficción.
Falta hablar de lo leído.
Y de regreso me puse en el celular —porque la mandarina apagó el camión— a leer un texto feminista que comenzó a inquietarme. El libro comienza planteando la incomodidad de las mujeres que se supone lo tienen todo: Una familia, pareja, hijos, casa, carrera, pero que aún les falta ese no sé qué de no saber quiénes son. Sí, algo así he visto por allí y por allá. Ya sabré qué mas dice, porque me tuve que bajar del autobús.
Ojalá ese texto me dé una solución a los ruidos de mi cabeza. Ojalá.

También hemos ido a la titulación de un buen amigo. Iba a poner que fue divertido, pero no fue exactamente eso. Pensar que cupo la posibilidad de no ir, pero no, si no íbamos, nos arrepentiríamos. La amistad es algo serio e importante, casi tanto como el amor en pareja.

¿Y la gran ciudad?
Por un momento sentí nostalgia en ella. Después, al transitar por Tlalpan y ver cómo se estaban chingando (no hay otra forma de escribirlo) unas edificaciones pequeñas y podría decirse que hasta históricas para, asumo, construir de esos edificios gigantescos, sobrevaluados y pretensiosos encima de un suelo que —ya se vio— no es el apto para esas construcciones. No aprenden, ¿verdad? Puede más la ambición que el sentido común y de conservación.
Por esas cosas nos fuimos de la que fuera nuestra ciudad natal, por esas y otras tantas.
Seguiremos yendo a visitar, ya sea por trabajo, ya sea para ver las exposiciones que nos faltan, pero echar raíces allí, lo dudo, ¡ni cómo! Cada vez es más cara, la gente es más egoísta y nosotros simplemente queremos calor.

Cerro del Ajusco desde la Unidad de Posgrado. UNAM.

martes, 19 de febrero de 2019

Las cosas bonitas.

¿Qué son las cosas bonitas?
Las extraño.
Extraño las cosas bonitas que miraba en la calle.
Extraño los días despreocupados en la acera.
Extraño los detalles de las banquetas, los muros, las casas, las historias que se guardan.
Las extraño.
Extraño las caminatas sabatinas y los chistes; el buen humor y las risas. Extraño la superficialidad de la vida, la total falta de seriedad y los días, y las noches.
¿Qué son las cosas bonitas?
Viendo en otro sitio veo que las personas no cambian del todo, aunque digan que se han superado, que la valentía las ha llevado adelante y están, ¿solas? No lo sé. No quiero investigar.
Hablando con el pasado veo cómo, en efecto, la gente no cambia, no para bien, no para mal, simplemente permanece igual, quizás actuando un poco distinto, opinando de manera más informada, cauta, recatada, pero casi siempre con el mismo punto de vista que tenían hace diez años. ¿En qué año estamos ya?
Sí, digamos que extraño la simpleza de las cosas, la tonta certeza de la comida caliente al regresar a casa, la falta de pendientes que se deben hacer para sobrevivir el día a día.
Las cosas bonitas como un perfumito, un jabón sabroso, un vestidito de rebaja, una crema de niña, aretes divertidos, anillos antiguos, rescatar algunos libros. ¿Son las cosas bonitas algo tontas?

¿Venimos al mundo a embellecer el entorno y a cuidar a los otros?
Hablando de política de este país piñata. ¿De verdad no les escandaliza que un grupo de mujeres que se dicen ser feministas se nombren madres de la patria? ¿Madres? ¿En serio?
1. No todas la mujeres son madres. No todas quieren. No todas deben. La maternidad es cosa seria
2. ¿De la patria? La patria ya es una figura en sí, no necesita una madre. Ya es una Patria.
 Dicen que las mujeres están para embellecer el entorno y cuidar del otro. ¿En serio?
3. Las mujeres vienen a este mundo matraca a ser personas y vivir como otras tantas, luchar, respirar, ser, hacer, no a adornar. No somos flores, jarrones, cuadros. Con perdón de las flores, que tampoco vienen a adornar, sino a cumplir su función en la vida de las plantas. Son seres vivos.
4. Estos últimos años se ha estado pugnando porque las mujeres no sean las cuidadoras natas. No. Las mujeres, como personas, tenemos el derecho a decidir si vivimos o si no vivimos y nos la pasamos cuidando; es decir, ¿cuántas mujeres no se quiebran por tener que cumplir con sus obligaciones profesionales a la vez de andar de cuidadoras de todos en la casa? No. En serio, no tenemos que andar cuidando gente, también tenemos que ver por nosotras, corrijo, primero tenemos que ver por nosotras. Ya luego los otros. Aunque suene egoísta, lo siento, no me importa.
Ya estuvo de mujeres fundidas por tener que abarcarlo todo. Que los demás también vean por ellos.
He terminado, por el momento, con este paréntesis político.

Tal vez no sólo la superficialidad sea lo que extraño, sino también la furia encausada, la lucha congruente, el feminismo sin ánimos de culpar a todos, ver que sí, se debe ser de armas tomar y hacer por sí mismo, ser responsable y no estar en la estupidez absoluta de que el otro es más que el otro, sino el enemigo porque no se es como uno piensa que se debe de ser.

¿Dónde están las cosas bonitas ahora?



martes, 12 de febrero de 2019

Mundo pequeño, mundo extendido.

Mundo pequeño:
La casa, la convivencia en pareja, las gatas, la limpieza, el amor, los alimentos, la comida, la audición, los cariños, el orden, la puntualidad, la dilatación.

Mundo extendido:
La escuela, el trabajo, los días, los planes, los proyectos, las semanas, el tiempo, los pendientes, la contingencia, la gente, la familia, los amigos, las charlas, esos tiempos.
Los tiempos que ya no hay, que dejaron de ser, por mí, por todos, por esta distancia que puse de por medio, ¿por qué no ponerla? ¿Qué ganaba con estar allá con ellos? ¿Qué gano con estar acá sin ellos?
En mi todo, en mi todo que comparto con otro, con otro y con nadie más, porque, aunque quiera compartir con alguna persona más, me es difícil abrirme, ser, decir quién soy y cómo soy; poder entablar una plática sincera, sin otro interés que el ser.
Me es difícil acá.
Me fue difícil allá.
Pero en el año último de estancia en la gran ciudad pude ver a muchos a los ojos y no decirles nada, y decirles todo, todo con sólo una cita casual con cada uno. Todo.
¿Qué hago al respecto con ese maravilloso material?
Nada, nada aún.
Los pendientes por hacer me comen, me carcomen el alma. El duende que me muerde en el corazón se llama "Cosasporhacer"

Quisiera compartir este mundo pequeño al mundo extendido sin el agobio de las cosas mínimas a cumplir. Quisiera un par de días con la suciedad y mi mente.

Y pensar que muchas estamos así. ¿Es un mal de la edad?