viernes, 29 de enero de 2016

Tótem

Me siento a mirar el gris del cielo, el frío de la inmensa nube que todo lo rodea, las copas de los árboles, la silueta del cerro que el hombre aún no se ha comido con sus feas casas. Trato de escribir algo bien estructurado, trato, no lo hago porque estoy escribiendo esto, porque me distraigo, porque veo cómo la chayotera se ha quemado con el reciente frío. Me pregunto si mis lecturas me han traído algo bueno, me han dado armas para seguir adelante o simplemente me han estado distrayendo de esta que es mi vida, que debería serlo, dinámica y llena de acción. Pero no, sigo sentada en esta silla, encobijada, con este frío, con el calentador prendido y el rehilete inmóvil.
Ayer me preguntaron si habría nieve; les he contestado que no habrá. Si tan siquiera hubiera nieve, el frío sería divertido, pintoresco, vivificante. El frío acá cala, molesta, impone ropas estorbosas y entumece las manos cuando se hacen las labores del hogar. Ya no quiero hacer labores del hogar. Quisiera que todo esto se derrumbara y pudiera construir al instante una casa nueva en un clima cálido y tierra fértil, donde con tan sólo escupir una semilla algo delicioso creciera. Sí, tal vez lo haga.
¿Qué es un Tótem después de todo? Un algo que representa una otra cosa, algo que impone respeto, amor o hasta cariño. Hace unos días me dijeron que se quedaría lejos, muy lejos, que no lo vería en un tiempo. Me pregunto si alguna vez lo volveré a ver, si me lo devolverán, si lo que mi Tótem significaba importa aún, si ese cariño bonito y ese: "te cuidará por siempre", puede estar vigente con tantos años pasados. No me había detenido a pensar en ello, hasta que me contaron de su viaje prolongado y mi vida aquí, sin él, sin su calor en mi espalda, sin sus ojos sinceros y su cabeza ladeante. ¿Qué va a ser de todas nosotras?
Un Tótem que ahora comparto con una tercera persona, pero no sé exactamente si es injusto, porque era mío, era mi querer y fue mi sanación.
Mi Tótem de la sanación del alma se ha ido y no sé cuándo volverá o si lo hará a tiempo.


martes, 12 de enero de 2016

Debería rendirme

Debería rendirme y deja que la tele me sorba el seso, o el radio, o la internet. Debería rendirme y mirar todos los días una pared y dejar que mi piel sea expuesta a la luz artificial y al aire acondicionado todas las horas de todo el día. Debería despreciar las plantas y los animales y verlos como un mero bien de consumo.
Debería rendirme. Estoy cansada de tanto odio, de tantos juicios, de tanta superioridad frente al otro, de tanto que el otro no es como yo, ergo el otro no merece lo que yo; y esto también me lo digo a mí, porque también lo hago. También veo menos a los demás porque no piensan como yo, ni razonan como yo, qué decir de los intereses. Todos esos, que no son yo, no merecen lo mismo que yo (pues no, porque no son yo), mas ¿merecen un trato diferenciado, indigno? Al revés, ¿yo también mereceré un trato diferenciado e indigno de parte de los otros que no son yo?
De esto, de la otredad, han escrito ya muchos; así que no me atrevo a ahondar en ello, tan sólo a reflexionar muy por encima, porque tampoco me atrevo a ponerme a mí misma en la mira de todos, para ser comidilla de los que no son yo.
Solamente quiero dejar aquí escrito: ¿En verdad será cierto que el otro es menos que uno mismo? ¿Será que logremos sobrevivir sin el otro? ¿Creemos de verdad que burlarse de la situación del otro sin saber su contexto es sólo risa sin sentido? ¿O acaso el reírnos del otro no es porque nos estamos riendo de nosotros mismos? ¿O acaso el reírnos del otro es para mostrar superioridad y/o tratar de ocultar que estamos en situación similar? ¿Qué tanto pecado es también lo políticamente correcto?
¿Qué coños es lo políticamente correcto?
Yo no sé si el mejor maquillaje para el odio sea lo políticamente incorrecto, lo dudo. Mejor decir las cosas, ¿o mejor ocultarlas? La verdad no peca, pero incomoda, pero ahora lo que incomoda hay que guardarlo donde nadie lo vea, no vaya a ser que a alguien se le ocurra mencionarlo y entonces haya ofendidos muchos; tanto del que se está hablando, como los que están escuchando la mención.
No sé si haya que edificar enormes murallas censoras, o si nos debemos de ir a vivir apartados de los que no son como nosotros, o si podremos aprender algún día a respetar a ese otro que no es yo o que ese otro que no soy yo también podrá aprender a respetarme a mí. 
Sí, porque ese mentado cambio no sólo está en uno, está en dos, tres, cuatro, ¿cuántos habitantes tiene este planeta?
Escrito esto y viendo la magnitud del problema, me rindo.