martes, 29 de enero de 2019

Terrorcito

Habría que hacer un análisis muy amplio sobre la masculinidad, sobre la cosificación de la mujer, sobre el miedo del macho hacia la mujer (o hembra, por qué no), sobre su actuar sumamente violento en estos últimos años en este país piñata llamado México.
Leí por ahí una teoría interesante de por qué la ausencia del padre en la crianza del hijo, sea varón o mujer, afecta la masculidad y la transforma en no otra cosa que un macho violento, que rechaza a la madre cuidadora, que lucha eternamente contra el padre, que desea ser más que él y, en consecuencia, se hipermasculiniza hasta el punto de ser el violento, ajeno a todo lo femenino, misógino, incapaz de manejar sus emociones. 
Sí, lo estoy manejando de manera simplista tal vez, es un resumen vago que viene del fondo de mi cabeza, como resultado de una discusión grata sobre el tema y sí, quedamos de acuerdo en que el padre debería estar más cerca de sus hijos desde la salida del vientre, oh clemente, que debería estar presente para lograr conectar sus emociones con el crío y no sólo esperar largos años hasta que se le pueda enseñar algo útil. Debería, sí.
Pero en este país piñata llamado México eso es casi imposible. Primero por la crianza machista que todos, la que imposibilita que el padre se acerque a un bebé, ya sea por prohibición de las mujeres de la familia, como por su total miedo a romperlo, o porque simplemente, el padre no está.
La figura del padre en este país no existe. Eso lo sabemos. El padre sólo representa o algo vago, lejano, algo duro, alguien que da dinero, alguien que viene por las noches y los fines de semana se la pasa durmiendo o haciendo cosas de "El hombre".
Tampoco me voy a meter en psicología, porque no es mi fuerte, porque, si se quiere leer sobre ello hay un sinfín de textos que hablan mejor que yo sobre la figura del padre.
Suponiendo que el padre no está en este territorio por todas las razones sociopolíticas posibles, ¿cómo se salvarán los habitantes del país piñata?
Nunca habrá padre presente. Nunca habrá contacto con las emociones. Prevalecerán los machos misóginos incapaces de ver al otro —el otro que no debiera ser el otro, sino el igual, el que casualmente, y no, es una mujer— y tener consideración por él.
Estamos condenados.
Y dentro de esta condena queda la ola de desapariciones, feminicidios y nuevos secuestros a mujeres en la capital del país. ¿Y qué pasa? ¿De verdad por qué no hay fuerza policiaca que haga algo? ¿Es tan difícil abrir una investigación y dar con las redes de crimen organizado que seguramente están tras todas esas atrocidades en contra de mujeres y niñas?
Sin quererlo, y queriéndolo, lo he nombrado Terrorismo de Estado, (aunque algunas damas ya me han dicho que he sobre dimensionado el asunto y por eso he optado por cortar con ellas). ¿Por qué decirle así a la falta de interés de las autoridades en hacer una investigación ante la obviedad de la situación? Es decir, si se sabe que hay redes de droga que no sólo comercian con droga, sino con órganos, niños, mujeres, hombres, todo lo que se pueda vender en el mercado negro, ¿por qué no actuar?
Justo por eso. No se ha hecho verdaderamente con el problema de la droga, mucho menos con nimiedades como la desaparición forzada y a plena vista de muchas, muchas mujeres y niñas, al fin que son más de la mitad de la población, que son grupo vulnerable (vulnerado, diría yo), que son histéricas, argüenderas, mentirosas, traicioneras, que deberían quedarse en su casa a hacer labores del hogar y no salir a la calle a simplemente pasear, o ir al cyber a hacer una tarea. Porque el "ellas se lo buscaron" significa: "Ellas están afuera y podemos tomarlas para nuestros fines."
Pero no, así no piensan las autoridades, así piensan los delincuentes, mismos que, yo supongo, le dan algo a los que deberían vigilar para que no hagan nada, para que asientan cuando les diga un hombre que esa mujer está histérica y mal de su cabeza. El gobierno no piensa que las mujeres sean El Otro, la otra, la incomprensible, la dócil, la que no debería hacer ruido.
¿Y cuando ella hace ruido? Fácil, se le calla, hasta se le desaparece.
¿Y si hay muchas que hacen ruido? Fácil, se les inyecta miedo, temor, terror. Porque, según estoy leyendo, el Terrorismo de Estado es  
«…una forma del ejercicio del poder estatal cuya regla de conocimiento permite y/o impone, con miras a crear el temor generalizado, la aplicación clandestina, impredecible y difusa, también personas manifiestamente inocentes, de medidas coactivas prohibidas por el ordenamiento jurídico proclamado, obstaculiza o anula la actividad judicial y convierte al gobierno enagente activo de la lucha por el poder»1
¿Qué es esto? Según entiendo, en mi poca cabeza, que el Estado ejecuta el terror de manera clandestina (puede ser mediante delincuencia organizada), para el ordenamiento de los inconformes. Este terror puede darse no sólo mediante la fuerza policiaca sobre el ciudadano, sino con la falta de autoridad sobre quienes lo están amedrentando y quitando no sólo su tranquilidad, sino hasta su vida. 
¿No está pasando justo esto en la sociedad del país piñata llamado México?
O acaso estoy alucinando, me estoy yendo por caminos errados, por imaginerías mías. ¿No acaso el Estado es falto de acción ante el terror perpretado por —asumo, supongo— grupos de delincuencia organizada contra mujeres, no es omiso?
¿Y le convendrá?
Claro que sí.


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1GARZÓN VALDÉS, Ernesto, Filosofía Política,
Derecho, Colección Honoris Causa, Universidad
de Valencia, 2001, p.147.

viernes, 25 de enero de 2019

Siempre el silencio

Siempre el silencio cansa, cala, llena de hoyos, molesta.
El silencio, sin una sonrisa, sin una mirada. Como estar sola.
Así no me parece tan mala idea el suicidio. Así sola, como antaño, como si fuera siempre.
Siempre el silencio ahonda los problemas, llena de estática, intranquiliza.
¡Qué silencio!
Aquel al que uno no está acostumbrado, aquel que uno no desea. Como si fuera mi culpa.
No es mi culpa, me digo; sin embargo pareciera que sí, que no pongo suficiente atención, que lo que hago no es suficiente para mantener la armonía, que debo prestar atención en los detalles.
Quizás en mis detalles sí prestan atención, quizás a mí sí me escuchan y es puro egoísmo el mío.
Siempre torpe, siempre incomodando, demasiado protagónica en la vida de la gente.
Sería bueno ser como vapor de aroma suave, delicada, casi imperceptible. Sería bueno simplemente absorber y no incomodar a la gente.
Sí, así ha sido siempre. Así lo he arruinado todo, siempre y para siempre.
Sería mejor siempre el silencio.




lunes, 21 de enero de 2019

La primera de enero

¡Cómo pasa el tiempo!
Llegamos aquí en agosto y ya es enero, e-ne-ro.
Quedamos en que acá haríamos las cosas que nos gustan y apasionan. Aún no ha pasado ello.
Supe que una poetiza murió. Leí sus poemas por primera vez. Me arrepentí de hacerlo. No me gustaron. ¿Es en serio que así es la poesía publicada en el siglo XXI? ¿Y las formas? ¿Los fondos? ¿La retórica? ¿Las figuras?
Escribir por tema poesía no es lo conveniente. Lo deseable es escribir poesía de todo aquello que te mueva la entraña, te parta el alma, conozcas, te arranque el corazón, te parta en pedazos. Escribir desde muy adentro, desde las profundidades de la mente. Sino, no. ¿En serio eso leen ahora?
Sujeto, verbo, predicado.  No más.
También me dijeron por ahí que la industria editorial pide textos así, sin más juegos de palabras, sin retóricas locas. La lengua descorazonada.
Escribir entonces y ya. ¿Por qué sólo piden que se cuente una historia? ¿Y la forma de contarla ya no vale? Justo eso es parte del placer de la lectura, del placer estético.
Escribo esto porque todos se han estado interesando en problemas políticos demasiado calientes, demasiado calientes y egoístas, por eso he optado por no decir nada, nadita al respecto, por apegarme a mi agenda política y acatar mis reglas, así, también egoísta, porque, como ya había dicho, es mi trinchera. ¿Mi trinchera?
La trinchera del placer, de cuerpo, de EL ARTEEEEEE. La posición desde la divinidad de lo Femenino, el origen, la vida misma, ¿y a qué vinimos sino a gozar??? ¿Y cómo gozar? Pues con el cuerpo, ¡qué más! Y en este cuerpecito hermoso tenemos una bella mente, mente que hay que alimentar y cultivar con EL ARTEEEEEE.
Vamos a hacer arte.
¿Qué la gente no se aburre de no hacer arte? ¿Qué la gente no se cansa de oír las mismas canciones insípidas de dos acordes (o uno) y cuatro —por mucho— notas en su melodía? ¿No se aturden de los gritos desafinados, de las palabras burdas, de la falta de elaboración en el mensaje? ¿No??
Se puede hacer de la vida arte, así como se puede hacer arte de una vida. 
El arte como forma de vida.
Ya sé que un montón de autores ha escrito sobre ello.
Me pregunto, ¿cuándo, cómo, hasta dónde podremos hacerlo?
El ruido de agobia. El ruido me quita la tranquilidad. El ruido me impide concentrarme en las cosas que importan. Eso descubrimos aquel día en que le conté a mi Amor sobre qué fue lo que me puso mal durante el temblor del 19 de septiembre: El ruido.
Sin silencio poco puedo hacer.
Me descubierto, tal vez ya sabía, que el silencio es mi mejor aliado, que mi cabeza es tonta, que no puedo andar por la vida si no estoy dándole voz a mis pensamientos únicamente. El acto más egoísta.
Si no sigo los pasos que me estoy nombrando en silencio, pierdo el hilo de los acontecimientos, aunque sean los más cotidianos y automáticos. ¿Me estaré poniendo vieja?