martes, 23 de noviembre de 2021

No sufran.



No me gusta que mis amigas sufran. No me gusta que quien quiero tenga dolor del alma. ¿Qué hacer para evitarlo? Nada. Quisiera poder abrir una caja mágica y arreglarlo todo de un cerrón, cerrón tostón. Quisiera poder tener la gracia de calmar sus penas con tal sólo oírlas. Una amiga muy sincera sufre hoy por haber terminado su relación de doce años. Otra amiga muy breve sufre por las mismas dolencias que yo misma: La pérdida de la madre y se hija única. Qué refriega que nos toca. A ambas las entiendo, a ambas las quiero, en la misma cantidad y medida, así como también he padecido su dolor, ajeno y propio. Es tristísimo sabernos solas, cuando no debiéramos. Es terrible saber que alguien siente lo mismo que tú has sentido. ¿Qué es de nosotras, las dolientes, una vez que ha pasado? Las siguientes. No me gusta que mis amigas sufran, ni mi amiga bella y candorosa, ni mi amiga madre tan lejana, tampoco mi amiga soltera, ni la casada, ni la juntada. No, ninguna, porque ninguna de ellas merece el llanto y el desasosiego, ninguna de ellas merece padecer. Todas ellas, tan bellas, tan generosas y tremendas. Todas ellas decorosas, despeinadas, vellosas y tiernas. Todas nosotras, que fuimos niñas, que crecimos entre mofles y ruinas, que alcanzamos a comprender el mundo en medio de todo barullo. Todas nosotras, tan grandes y fuertotas, y que ahora sufrimos. No nos gusta sentir pena, pero menos ellas, ellas que me lo han dado todo y yo, que tan poco les puedo dar. Las amo.



domingo, 26 de septiembre de 2021

Me desborono

Estoy demasiado triste para mí, para crear, para formar. Estoy demasiado triste para leer, para llenar, razonar y reformular espacios, teorías. No quiero saber de las cosas del mundo, de lo externo a mí, de lo que ha molestado a las demás por siglos. Hoy no. Hoy no quiero ver por nadie, por las desvalidas, por las aguerridas. Quiero ver en mí, en mi destino, en el tajo cortado que he dejado de lado, allá, lejos, en el pasado, en el frío y eterno invierno de mi juventud, la que cesó el día 6 de febrero y terminó de rematarse el 22.
No quiero sino pensar en mi destino erradicado, terrado, por mi corazón dejado de lado, ese que casi no daba de sí ya. ¿Quién iba a pensar que una ausencia así haría tal mella en el camino?
Interrupción.
Continuación.


Desvío mi mente y la mirada hacia los deseos varios. El se etérea y eterna, quedarme como espina dentro del abismo suave de todos los que me tocan, pero quien ha quedado dentro ha sido mi madre.
No tengo ya referente, ni memoria, no recuerdo mucho de los cuentos y vivencias, unos lugares vagos a los que fui ya hace muchos años. Un canal, un río, árboles y calor. Y nada ya está allí, supongo, son difusos momentos poco significativos, para nadie, para mí solamente. Un  pequeño grano de arroz, y roto.
Ese soy yo.

Escribir de corrido tampoco puedo hoy. Quizá debería dejarlo aquí, tal vez no. Este desgarre, este ansia de escuchar la perfección, el lamento contento, el día de sol idóneo para secar la ropa. Este trauma insostenible y la flexibilidad. Nada.

¿Qué es de mí, tabla a la deriva en este río casi seco?



sábado, 10 de julio de 2021

Cancelado

Una llamada inesperada, mejor dicho, un mensaje. Un mensaje que no quiero contestar, por salud mental, por sanidad, por distancia sana y mesurada. Yo no quiero contestar cómo estoy, no quiero hacer conversación, no quiero que se sepa de mí, menos si es para pontificar, para incomodar, para querer sobresalir el dolor sobre el mío, porque quizás eso pase y quizás eso no lo quiero. Mi dolor es prioridad, es mío y lo comparto con quien yo quiera.
Me gusta el sol, las flores, los gatos y algunos perritos, pero no me gusta que de pronto me pregunten cómo estoy, máxime si no me he comunicado con esa persona en meses, muchos y largos meses, máxime si no he tenido ni una palabra, ni una ayuda, máxime si me he peleado con esa persona en sueños, si la he culpado por la desaparición del bienestar de mi madre. No, no quiero, y, sin embargo, me temo que he de contestarle con un "bien" simplemente así. Hay tantas cosas que hacer que no hay tiempo de hablar, sobretodo con ella.
Hablo sólo con quien sé que me hará bien, que son muchas otras personas, todas amigas francas, manos y oídos, lindos hermanos de alma y corazón, pero con ella, con ella nada, porque no merece mi tiempo maravilloso y precioso, porque soy cortés sólo por mi primo, porque él sí me interesa.
Esto es todo.



lunes, 19 de abril de 2021

Confesiones de Primavera

Desde diciembre de 2019 que mi vida perdió rumbo, y tomó uno distinto e igual a la vez. Desde diciembre que se metieron a la casa de mi madre y se quedó sin ella, voluntariamente, deseando estar de nuevo allí, a pesar del frío, a pesar de la vida mala que tuvo, deseaba estar en su casa, a pesar de decir que tenía otra nueva, lista para ser estrenada, deseaba su casa, esa casa, la misma de donde huí, la misma a la que le lloré un poco cuando desalojé más de mis cosas, mi cuarto, su cuarto, el cuarto del Huehue. La casa bonita que necesita más vida, que requiere toda la vida y nada del frío.
Desde 2019 se perdió el rumbo de todos.
Creo que primero del Huehue, cuando una perdió parte de su mente, por su vida disipada, disoluta, variada, desordenada, su vida, esa que perdió y anhela, yo sé que la anhela. Se ve en sus ojos tristes de párpados caídos.
Luego fue mi madre, con su hogar su casa, la pérdida de algo que desconozco, el temor, la angustia, la paranoia. Sólo ella supo de qué huía; sólo ella supo el nombre del terror que le alimentaba. Su casa que ya no era su casa, porque ya no quiso. ¿Qué fue de ella? Que se perdió en sus angustias, que le carcomió el alma el terror sin nombre y con cara. Hasta que murió.
Mi mamá se murió porque se quedó sin casa.
Luego fui yo. Con padre que es como un niño y sin madre. Mirando por él, sabiendo los pendientes de ella. Luego estoy yo, que me fui lo más lejos posible de esa gran casa con el sueño de volver a ver a mi madre en su casa, do quiera que fuera y no, ya no la vi. ¿La última vez que la vi? ¿Lo último que le dije?
¡Vámonos María! Y se la llevaron los camilleros a su clínica del IMSS para que siguiera con su hospitalización, hasta que el cuerpo ya no le dio. Y quedé.
Si bien, en febrero del 2020 me sentía desamparada, ahora lo estoy más.
Ese desamparo que te quita el aliento y que no te deja pensar. Ese desamparo que sólo provoca el anhelo de que tu padre te vuelva a conseguir un libro que no se ha editado o del poder contarle a tu madre alguna mala acción de un tercero. ¡Qué terrible el convertirse en tus padres así de pronto!
Estuve huyendo de mis responsabilidades familiares durante un año, para que cayeran sobre mis hombros de la manera más funesta. ¿Huyendo? ¿Hacer mi vida era escapar y evadir a los padres?
Al parecer así siempre parece que fue.
No tengo más que decir por ahora.
Ah no, sí.
Es muy, muy molesto que cualquier persona me diga que necesitaré terapia.



jueves, 4 de marzo de 2021

De las pérdidas.

Tiempo ha que no he escrito, ni leído. Tiempo ha que no he escrito aquí, ni allá, ni en lugar alguno. He estado ocupada, atribulada, desvencijada. He estado, y eso es ganancia.
Hoy no haré ninguna felicitación para una gata, porque ha muerto.
Hoy no río.
Hoy sólo recuerdo y conmemoro, un poco, sólo un poco, porque duele.
Porque el dolor es suma de dolores, vacíos y silencios.
Porque hay mucho por decir, pero más por hacer.
Me dicen que me tome un tiempo, que respire, que haga por mí, que me apapache, pero el tiempo viene volando y me lleva de vuelta a la resolución de cosas, las más inesperadas.
No pensaba que mi madre moriría.
Pensaba que la cuota era mi gatita Isis y que mi madre sobreviviría, que su cuerpo aguantaría nuevamente las batallas y que la tendríamos en casa en un par de semanas más…y no.
No resistió su corazón.
Falleció.
Murió un lunes 22 de febrero. Fui al hospital, porque insistieron y cuando llegué la noticia fue funesta, implacable, terrible. "¿Ya se murió? Pensé que sobreviviría."
Y no. Ahí quedó la prieta. 
Se llevó su voz, sus dedos ya chuecos. Se llevó sus secretos y problemas. Se los quedó todos y dejó aquí un regadero de emociones intensas, un regadero de hojas, cuentas, enredos. Dejó una hija que no sabe qué hacer con su padre, porque está allí, todo triste y desbaratado, todo sin saber exactamente qué día es por los antipsicóticos que le recetaron hace tiempo.
"Yo no sé qué voy a hacer sin mi mamá." Y no, no lo sé.
Estoy siguiendo la bola. Estoy consiguiendo tiempo, pero no lo tengo, como ella no lo tuvo para sí, como mi gatita hermosa que se fue en un estertor, como mi madre que simplemente tuvo paro y su corazón ya no jaló, a pesar del medicamento, a pesar del carrito de choques. Nadie pensaba que eso pasaría. Tampoco ella, ella que pensaba que iría a casa pronto, que necesitaba sus ropas para irse a su casa y luego ir a su otra casa, aquélla que tanto estuvo preparando para finalmente habitar un espacio a su gusto. El espacio que se quedará vacío, sin ella. Sus sartenes, su cocina integral, sus muebles bien pensados, morados, según recuerdo.
"Se murió mi mamá." Recuerdo que escribí. Y mis amigos no lo podían creer.
"Ya se murió mi mamá." Recuerdo que le dije a su hermana y lloró desconsolada. "¿Qué vas a hacer? ¿La vas a cremar y la vas a traer para acá?" No, ella nunca quiso ser cremada.
Tantas llamadas y palabras. Tantas suspicacias.
Y nada, nada me dio sosiego.
Acaso algunas notas, acaso el abrazo largo de mi tío y el llanto de mi prima, acaso el apoyo fuerte de mi Amor y mis gatitas sobre el pecho. Y mi casa tan sola, sin mi Isis, esa gata que sabía darme el consuelo exacto ante todo, esa gata que se dejaba cargar y llenar de lágrimas, la que me miraba paciente mientras dormía. La amo.
Y mi madre muerta, que también amo.
Tal vez jamás se lo dije.
Tal vez siempre pensó que no la quería.
Quién sabe.
Tampoco sé si me quería de verdad o si creía que mi vida era un juego de niños. No lo sé. No sé.
Mientras sus amigas diciendo pavadas, que la llevé a que la mataran al seguro social, sí, ¿y con qué se pagaba el resto del hospital? "Ella tenía dinero." "¿Dónde, tú sabes?, me ayudaría mucho." "No lo sé, eso te corresponde a ti saberlo."… Saberlo, si ella jamás me dijo nada, si ella todo lo guardaba y luego, cuando me quiso contar todo, no pudo, ya no pudo, y se fue a un hospital, la entubaron y poco hablé con ella, acaso unos días que estaba más consciente, porque entre la oxigenación baja y las toxinas que no filtraba su único riñón, ella alucinaba, veía cosas y luego se ponía necia. Quería irse a su casa.
Yo no la dejé.
Mi madre muerta y la vida que sigue y el dolor encarnado, silente, terrible. Quizás muchos entiendan, se agradece que lo digan.
Gracias mi madre, por hacerme, aunque sea yo un desmadre.
Qué triste.