miércoles, 1 de abril de 2015

Das sinnlose Leben.

Miro a la gente caminar por la calle atiborrada, la gente y la calle, los miro, no los comprendo. ¿Por qué se empeñan en ver a un personaje del cine que ni siquiera está aquí? ¿Por qué querrían ver a su doble? ¿Por qué tomarse la foto tipo selfie con enormes huesos de calaveras en semana santa?
Escucho el radio, las porquerías, las tonterías, los constantes prejuicios que pudren las bocas y los oídos de quienes escuchan, incluidos los míos. Miro el televisor y lo mismo de lo mismo; mejor lo apago y lo miro así. Mi reflejo sólo está allí, casi inmóvil, casi, porque a veces parpadeo o una mosca vuela y se atraviesa, y perturba la paz que necesito tanto.
Tengo sed.
Bebo. En algún tiempo me creí que era especial, que era única, que era capaz de hacer algo que nadie más podía hacer. Me equivoqué. Soy tan igual a todos, tan no diferente, tan parecida al común de la gente, del mundo entero, en sus días, en sus noches. Tengo habilidades, sí, como cualquiera las puede tener. Una voz singular, sí, como cualquiera la tiene también. Escribo a veces, como cualquiera escribe también... ¿Qué tiene de especial estar en esta vida o en otra? ¿Por qué no simplemente tomar otra vida, otro cuerpo, otra linea temporal? Si tan sólo pudiera, ¿de qué serviría de todos modos?
No hay nada fuera de lo común más allá de esta temporalidad, más allá de este espacio. Todo sigue igual. Y si todo sigue igual, ¿para qué seguir respirando, durmiendo, comiendo, defecando? ¿Qué sentido tiene el dinero, el poder, la angustia, la esperanza, la lealtad, la razón y el sentimiento?
Ahora entiendo muchas cosas. Ese dolor silencioso, el anhelo del caos, el bullicio, de un alma que te dé los buenos días o las buenas noches.
No estamos hechos para vivir aislados, como tampoco lo estamos para vivir en comunidad. No hestamos echos para nada. Acaso para poblar este pobre planeta cada vez más sucio y para creernos que podemos hacer de él lo que nos plazca. Traemos hijos al mundo, como perros, los aventamos, como perros, vivimos, como perros, peleamos por un hueso, como perros, por la hembra, como perros, por el macho, como perros y al final terminamos solos, como perros. Pero los perros no hacen tanto mal como nosotros, ellos miran con entera confianza, creen ciegamente. Nosotros desconfiamos y hacemos que creemos. Todo es mentira. Todo lo que hacemos es fingir que vivimos, que tenemos un objetivo, un ideal, una esperanza.
Y seguimos luchando contra nosotros mismos.