martes, 27 de febrero de 2018

La diferencia

La diferencia entre tú y yo es mucha, variada, amplia.
Con amor, la diferencia es poca, es nula, casi nula; la diferencia no importa.
Con desamor, la diferencia lo es todo, aplasta, magulla, ahorca, anula. La diferencia cada vez más grande.
Yo no supe de diferencias hasta que me encontré con una inmensa, una que no había visto jamás porque no me importan muchas cosas, no deberían de.
Pero hay personas que sí toman la importancia de cosas que yo no y ahí, justo ahí está la diferencia, la irremediable diferencia que nos lleva a la separación más cruenta, llena de preguntas, de inconsistencias, de acciones ilógicas. 
¡Qué irracional su forma de ser racional!
Y sólo me quedé llorando y pensando en qué había pasado, en qué había hecho mal, en cómo había ocurrido algo así. De repente aún me quedo en eso. De repente me arrepiento de haber dicho, hecho cualquier cosa. De repente ya no.
Pasa el tiempo, los días. Los objetivos se reacomodan. Los días, las horas, los minutos. Me acomodo, no me acomodo y de nuevo pienso en lo que no pienso y veo claramente, después ya no tanto.
La diferencia queda clara, tan clara. Esa diferencia de edad, de miras, de destino, de metas; esa diferencia que, si tan sólo uno no quiere salvar, no pasa nada, no se va más allá de la inminente caída.
Voluntad.
La diferencia entre tú y yo estriba en la voluntad.
Tu voluntad la has entregado al ser viejo y abandonar lo difícil.
Mi voluntad está en seguir haciendo, no dejar la vida.
Así son las cosas. Así es el abismo, ese que no quisiste saltar por mí, por ti, ese que no es el que tú piensas que es, sino el que formaste con tus prejuicios. Sí.
Dejaste la belleza embarrada en el pavimento de Periférico y te llevaste la diferencia bien encarnada en tu pétreo y fosilizado corazón.




miércoles, 21 de febrero de 2018

Fácil.

Cuán fácil se le hace a la gente traer hijos al mundo. No entiendo el porqué; no entiendo cómo. Simplemente es inconcebible para mí eso de aventarse al embarazo, los cuidados, el parto, el yugo eterno de un humano inocente; un humano inocente más sobre este mundo matraca.
Dejar tu individualidad, tu egoísmo, tus cosas valiosas, tus libros, tus saberes, dejarlo todo atrás por la crianza de un fruto de tu vientre, oh clemente.
Justo ayer en una buena charla desesperada algo ha salido a la luz.
¿Tienen a los hijos por el amor que éstos les puedan dar? ¿Es cierto que el amor padre-hijo es el amor verdadero? ¿Es cierto que el amor que un hijo te da, nadie más te lo puede dar? Supongo que no es más que el lazo biológico, el lazo familiar, hogareño, el lazo de la tribu.
No lo sé.
Me veo como hija y sé que no soy ni la mejor, ni la ejemplar, ni la que se desvive por sus padres; todo lo contrario. Será por eso que no creo que el amor de un hijo hacia sus progenitores sea invaluable, aunque sí puedo reconocer que el amor de los progenitores hacia su vástago, lo es, ¿por qué?
Tal vez porque se echaron ya el compromiso y no hay forma de deshacerse de éste o tal vez porque es la copia genética de ellos y así lo dicta la biología (¡nah!)
Qué se yo.
Sólo sé que los motivos para traer hijos al mundo son variados, variopintos y ninguno me convence, ninguno, salvo el hecho de traer una copia genética para que continúe en la especie humana la información, con todo y enfermedades, malestares y locuras.
¿Para qué otra cosa, sino?
¿Es ese suficiente motivo?
Yo sé que no y justo por eso sé que ese acto es sumamente egoísta. Este mundo matraca no puede más con tanto humano de dudoso raciocinio. Esta Madre Tierra está sobrepoblada.
Y sin embargo…


El tiempo corre.



martes, 20 de febrero de 2018

Escrito al vapor.

No suelo escribir a esta hora, pero escribo y ya.
Escribo sobre mis dolencias, mis dudas, mis sueños y mis deseos. 
¿Qué es el deseo? ¿Cuál es el deseo de hoy?
Deseo dormir. Deseo soñar. Deseo despertar y ser igual de feliz de lo que era hace unos meses. Deseo volar. Pero sobretodo, deseo no sentir más frío.
¿Dónde está el sol que calienta, que abrasa, que manifiesta con su calor su amor por mí?
¿Y yo de esa forma manifiesto mi amor?
¿Dónde están todos los que alguna vez he amado? ¿Y los que no?
Desde este punto de vista parcial, egoísta, mínimo, quisiera simplemente saber, saber más, tener, poseer, quisiera que todo hubiera sido un mal sueño y que mi amor fuera completo y no hubiera sido arrancado un pedazo, ahora tan difícil de remendar.
No sé por qué estoy así. Debe ser por el ciclo y el frío, el frío que no ayuda, porque ni siquiera me permite trabajar en mis cosas.
Quisiera emborracharme en este momento y dormir hasta mañana. Faltar a clase, dejar todo botado y soñar y soñar, pero sigo adelante, casi sin descanso, continúo sin mucho esmero y falta de sorpresas.
Justo es eso, se ha eliminado el factor sorpresa y todo corre en linea recta interminable, tan sólo interrumpida por los sustos de los temblores. Pero los temblores no tiene la culpa, la Madre Tierra es así y simplemente hay que aceptarla.
Aceptar.
Y lo que no acepto es esos comportamientos del Hombre.
Y lo que no acepto y de todos modos no puedo soltar.
A veces pienso que necesito algo más que estar conmigo misma.
Necesito otra voz.




domingo, 11 de febrero de 2018

Y me quedé pensando.

Hoy he oído algo, algo que me ha recordado otra cosa, ¿qué otra cosa?
Los planes, mis antiguos planes. Y me he quedado pensando, ¿en qué cosa?
¿En qué he estado pensando? ¿En qué estaba pensando esas tardes de viernes?
Alguna vez me vi tentada a vestirme y salir, sin explicaciones, simplemente dar la espalda y no volver, aunque hubiera vuelto enseguida, quizás aún volvería.
¿En qué he estado pensando todo el día?
He cumplido la edad en la que esperaba haber cumplido los planes biológicos; sin embargo no los he concretado, por una o por otra, por mi vida, por la vida de los demás, por el bien de la Humanidad, por pensármela, por las imposibilidades. ¿Y qué sigue?
¿Lo haré? ¿Algún día de estos años que me restan lo haré? ¿En serio?
Yo siempre había pensado que sí, que lo haría, pero que sólo sería producto mío, porque nunca me imaginé con un alguien masculino a mi lado y siempre me puse como límite esta, esta mismísima edad que acabo de cumplir hace poco más de un mes.
¿En verdad lo quiero? ¿En verdad lo necesito? ¿En verdad soy capaz?
No tengo mucho poder adquisitivo, no. No tengo lugar seguro, no. Mi mente no es segura, no. 
Hace unos meses me lo plantee seriamente y la posibilidad quedó, luego dejó de existir. ¿En qué estaba pensando al estar con esa persona?
Y ahora, ahora, ahora. La posibilidad me asustaba, me asusta, me sigue asustando, no dejará de, porque ¿soy capaz? ¿seremos capaces? ¿se puede? ¿en verdad quiero? ¿en verdad quiere? ¿en verdad queremos?
El tiempo corre y nos come, y me come más a mí y muy en serio. Este cuerpo está óptimo, pero, como dijera un no-amigo: "¿Por cuánto tiempo?" Y esto sí es de pensarse, eso sí es de pensarse.
Creo que ese es mi mayor miedo, justito ese. Y es que no me veo así y luego sí y luego veo lo que me rodea y me lo quiero ahorrar, pero luego siento que me arrepentiré si no o si sí, porque es una carga eterna, que nunca acaba y sí, porque acaba con tu fuerza vital.
Y me quedo pensando…