jueves, 25 de junio de 2015

Debería bañarme

Debería bañarme, darme una ducha con esas gotas de agua helada del supuesto verano que nos ataca todas las tardes de junio en esta ciudad matraca, dentro del país piñata, perteneciente a todo este gran mundo matraca. Algunos se preguntarán por qué ya no he escrito más en este sitio, si me he aburrido de escupir y vomitar mis inconformidades en el espacio que he creado para mi diversión y esparcimiento, para regodearme en mis dolores, mientras como chocolate, por supuesto, porque soy gran amante del chocolate; aclaro que del chocolate verdadero y no del dulce tipo chocolate hecho de grasa vegetal y muchas porquerías más. Por eso ya casi no como cosas de tiendita.
Cuando era niña, las cosas de tiendita, además de tener menos azúcar y sólo azúcar, no jarabe de alta fructosa y miel de maíz (gracias EEUU), tenían ingredientes verdaderos, chocolate verdadero, gelatina verdadera, cosas que venían más directamente del origen. Ahora, me parece, los ingredientes de las chucherías de tienditas, son producto de muchos procesos de la ingeniería de alimentos y saben a lo que les contaron que sabían los ingredientes originales.
Luego de esta breve introducción en donde expongo mi desazón por este mundo matraca presente y futuro, he de exponer el por qué no he escrito largamente en este ni en ningún otro espacio.


FIN


¿Para qué escribir palabras, frases, oraciones, párrafos, artículos, ensayos? ¿Para qué seguir escribiendo tonterías que nadie lee o que, los pocos que leen interpretan a su antojo? ¿Para qué escribir si no he escrito verdadera ficción en años?? 
Quien me conoce, no necesita leerme, quien me lee, poco me conoce.
Quisiera algún día poder escribir nuevamente y que quien me conozca me lea y sea feliz y me haga feliz diciéndome lo bien que escribo, que no he perdido el toque y que por eso nos volvimos amigos, después de todo.
Después de este conato de despedida, seguiré escribiendo, porque, además, en estos meses me ha llenado la desazón más que en otros meses, porque he visto lo bajo de la humanidad de este pueblo ínfimo, dentro de esta ciudad matraca, en este país piñata de este gran mundo matraca. He visto cómo se desmoronan velozmente las mentes, los pensamientos, los anhelos, el progreso. He visto cómo ni siquiera se borran, sino que se desdibujan las vidas de muchos más jóvenes que yo, y no por la violencia, no por las ganas de tener mucho dinero fácil, sino por la mera decidia, por la flojera, por el ni siquiera conformismo, porque el conformismo llega cuando se sabe más o menos a que se renuncia, no. Estas personas renuncian por pasividad, por dejar que sus vidas sean llevadas por la corriente—la corriente más corrompida—, una corriente que los llevará a donde alguien más quiera, a ocupar un lugar muy bajo dentro de la pirámide o a ser los reemplazos de los lugares bajos de la pirámide y no, en esta ciudad matraca, de este país piñata, dentro de este gran mundo matraca, estar abajo de la pirámide, no te convierte en la base o cimentación de la pirámide, sino en lo que soporta todo el peso sinsentido, sin-consciencia, sinrazón, sin-justicia de esta ciudad matraca en este país piñata, dentro de este gran mundo matraca.
Por tratar de ayudar a esa gente, me he alejado de acá, de mí misma, de mis muy internas reflexiones, de mis angustias propias y mis problemas por resolver y resueltos. No, no lo vuelvo a hacer. Si he de ayudar a alguien es porque ese alguien así lo quiere, de voluntad y de todo corazón.
No olvidemos también la Institución que respalda a esa gente pasiva, que maquila certificados, que malpaga (perdón, la institución no paga nada, quien paga es una Fundación), que no da nada, esa Institución tan de este país piñata, institución piñata también. No diré cuál es, siquiera diré que es una de las tres Instituciones que se dedican a la educación de este país piñata. No dudo que las primeras intenciones no hayan sido malas o que haya varios bienintencionados dentro de ella, pero los más son los que minan la voluntad de ayudar, los más son todas aquellas mentes contradictorias que dicen que te dan, no te dan, te quitan, dicen que no te quitan y terminan dándote la espalda y ahí vas tú sola consiguiendo material y lidiando con todos esos pasivos, desmadrados, siendo su madre y padre, intentando corregir bestias. ¡Joder! Si no tengo hijos es por algo.
Ahora sí, después de esta breve reflexión, he de decir que me dedicaré a mi vida. Gracias.

El edificio de La Nacional cada vez más inclinado.