miércoles, 29 de agosto de 2018

Morenita Cuautla

Sentados en un restaurante de cadena para utilizar la internet. Aún no tenemos la internet, pero sí tenemos ¡estufa! ¡refri! ¡camita! Falta una lavadorcita, pero aún aguantamos.
¿Qué haremos acá? Pues vivir, experimentar, crear, ser nosotros y ser más nuevos y, a la vez, ser más viejos. Viejos y felices.
Construimos, construiremos y seremos. 
La vida se ha convertido en lo cotidiano, lo necesario, lo que falta, no es queja, es lo que es y punto. La vida será lo cotidiano, lo novedoso, la costumbre, la sorpresa, tan sorpresa como los alacranes al caer la noche o la inundación de la escalera por la tormenta extraña.
Anhelamos tomar cauce en la cotidianidad, retomar la rutina, reír y contarlos lo sucedido durante el día. Será pronto, muy pronto…eso espero, esperamos.
Y del amor, ¡qué puedo decir! Acá sigue y creciendo. 
La vida acá es lenta, pero segura, llena de calor y lluvias nocturnas. Silencios necesarios y risas auténticas.
Ya va haciendo hambre, pronto cocinaremos nuestra comidita.



miércoles, 22 de agosto de 2018

Nueva vistas. Despedidas.

¿Qué puedo decir?
Nada y mucho.
Puedo decir que esperaba verlos a todos antes de mi partida, esperaba que fueran a mi último concierto, esperaba dar una buena presentación, esperaba los, los esperaba.
Llegaron pocos, pero llegaron, aunque hubo desconcierto, porque ella fue y parecía que no había ido. Se fue furtivamente sin siquiera saludarme. Luego resultó que no era lo que esperaba, que su mente…No supe más de ella; no la quise molestar, no la quise importunar y, es por eso, que de ella no me despido. Se enterará por amistades mutuas, que me he ido.
No me voy lejos, me voy a otro Estado, ¿por qué me voy? Porque estoy cansada del frío, estoy cansada de tener la nariz llena de estornudos, justo como ahora, estoy cansada de sentir dolor en las articulaciones por el frío, de no poder dormir con los brazos afuera de las cobijas, de vivir en esta casa, de dormir en esta cama…en esta cama.
Pocos entienden mis motivaciones; muchos dicen que por qué me voy, que por qué calor, que qué haré allá. Pues lo mismo de acá y más, porque mis brazos estarán libres de suéteres, mi cuello estará libre de bufandas, mi nariz estará libre de congestión.
Hay otras razones, por supuesto, razones como el amor, como el sexo, como los mejores aromas con una lluvia, la existencia de sapos, de caballitos, de verde y de río. Y no estar más aquí, en esta casa, en este resguardo doloroso, en este silencio deleitoso. Lo bueno que allá también habrá silencio.
No me despido de ella, ni del idiota, mucho menos de la que representa el sumo terror. 
No me despido de casi nadie, salvo del que se haga presente. Por eso no me despido, y sí, me despido por este medio, como ya me despedí de mi ciudad, la que era bella hace diez años, de mi café de confianza, de mis calles, mis avenidas, mis recuerdos y correrías. Me despido de esos días divertidos, de esos ayeres, del ruido, de la gente, de las risas y también de las lágrimas.
Iré a ver otro mundo, que es este mismo, pero más tibio y confortable para este cuerpo tan castigado por los fríos húmedos y eternos. Iré a fabricar sueños a otras tierras, a conquistar corazones y alcanzar anhelos. (Todo se lee tan cursi).
Se van conmigo la gata, mis pertenencias, mi cabello y mi amor.
Ya nos vamos.

Bueno, le acabo de decir a ella, la ex buena, que ya me voy.