martes, 31 de agosto de 2010

No hay silencio.


No hay frío, no hay lluvia, no hay calor, no hay desierto. Hay grillos que me llaman más allá de mi ventana, que me quieren decir muchas cosas, pero no argumentan, así como yo tampoco puedo hacerlo. Mente dispersa y tibia, rellena de huesecillos sedientos de algo más que yo misma.
Los tropiezos, los regaños, los engaños, las manías en puerta, traspuerta, entrepuertas.
Venida a menos, como siempre, llena de agradecimientos, que no de gracia y alborotando mentes sin tener permiso.
Al otro lado, la expectativa.


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