miércoles, 4 de agosto de 2010

La cuarta de agosto.


Mucha atención en la boca. El resto del cuerpo en total descuido. El cabello enredado por no lavarse; las cejas bien peludas y despeinadas; las piernas chayotudas.
Salgo de la ducha dispuesta a ser una chica linda, a olvidar el porqué he estado molesta, ¿por qué los demás me molestan? Hago lo que yo quiero o eso creo; sin embargo las más de las veces me veo en situaciones en las que no estoy cómoda y al final que quedo con ningún tiempo para lo que es verdaderamente importante.
Hacer listas, tener medidas, hacer conversiones, lavar ropa, buscar libros, cuidar de mi.
Es ahora cuando todo debería centrarse en mi y justo ahora es cuando quiero ver a todos y brindar y gritar y ofrecerme a ellos en el non sancto sacrificio.
"Ya habrá tiempo" pienso para mis adentros.
Verdadera cuenta regresiva...

Y es que de pronto me encontré tan harta, tan sin ganas de hacer nada, con tanto deseo de que alguien distinto clamara por mí. Luego llegó la tarde y lo olvidé todo; me entregué al entretenimiento que me ofrece mi amada, a sus besos y mimos. ¿Qué haré yo tan lejos de ella?




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