lunes, 17 de junio de 2019

Día uno punto uno.


¿Qué es el hacer las cosas sola nuevamente?
Despertar sola, desayunar sola, hacer lo que toca del día sola.
Y que te duela la panza sola.
Total que no hiciste lo que tienes que hacer. Aún puedes hacerlo. Te la piensas porque se te fue el día en el recargón. Todo por andar comiendo pozole y manita de puerco.
La noche no fue tan dura, no salieron malignos, ni llovió locamente, tampoco hubo muchos mosquitos. 
Simplemente fue un día extraño, desperdiciado en la fila del supermercado, tratando de aprovechar las ofertas de día. ¿Sí habrá sido oferta?
Y luego nada. Dolor de panza, pesadez, y una llamada por hacer.
La haces y ¿por algo suceden las cosas?
Ahora, de nuevo, todo es incierto, de nuevo no sabes qué pasará con el pedazo de tierra que te corresponde. Si acaso ya podrás fincar, o tendrás que esperar un poco más.
Ya quieres fincar.
Anoche la luna estuvo realmente linda, lo hiciste saber. Te hubiera gustado no tener que verla sola. Te hubiera gustado compartirla con quien más amas en este mundo, y en el otro.
Oh, de nuevo ese dolor de panza (no debiste haberte comido ese bombón del día de la madre, ni modo, por glotona).
Y una amiga muy linda ha parido, lo ha logrado de manera natural. La felicitaste porque pareciera que en estos días los médicos de este país ya no desean los partos naturales. Por ahí leíste que son importantes para el cuerpo de la madre y para el desarrollo de hijo por nacer. Por ahí leste que una cesárea está mejor pagado en un hospital privado. Para pensarse, ¿no?
En fin, que quizá no estás sola, pero sí en silencio, porque tu gata casi no me habla y las gatitas de afuera están derretidas en el cemento. (Ay, pero ni hace tanto calor).

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