jueves, 20 de junio de 2019

Día cuatro punto uno.

Hoy tuviste un día bueno, productivo al menos. Saliste de casa a más o menos buena hora, hiciste tus mandados sin contratiempo. Llegaste justo a la hora de comer y listo. Nada como el placer de comer el arroz ese que has ido perfeccionando en estos meses. Antes se te batía un poco, antes no era tan perfecto, pero, desde que llegaste acá, haces el mejor arroz de tu vida. ¿Será que es el que venden acá? También, pero tus platillos son cada vez mejores gracias a tus utensilios de cocina, esos que trajiste de casa de tu madre y que de todos modos ya no utilizaba. Esos hermosos hierros que cuecen sabrosa la vida.
Caminaste sin mucha preocupación después de comprar los higaditos Isis, tomaste una foto que te salió interesante. Decidiste ponerle un filtro para darle el toque caluroso, todo por no cambiar la configuración de la cámara. Y piensas en Petra; quieres usarla. Si acaso no te diera miedo sacarla a las calles de Cuautla y Yautepec, sacarías las fotos verdaderas más chulas. Ya habrá el tiempo.
Quieres volver a practicar tus artes. Tu foto, tu canto, tus tablas. La escritura, al parecer, la has estado practicando mucho últimamente, todo gracias a la ausencia de mi amor. (Aunque sea en este diario, pero es práctica, porque es constancia). De igual manera, anoche hiciste una entrada para otro sitio, una muy sencilla y con fotos vistosas. Pensar que ya ahora una imagen dice más que un millón de palabras.
¿En qué momento nos volvimos tan visuales?
¿Eso nos está minando el intelecto?
Pareciera que sí, que lo visual simplemente está arrasando con nuestra capacidad de discernir, de empatizar, de tratar con el otro. 
Piensas mucho en tus amigas.
Tus amigas tan lindas, tan inteligentes todas. Por eso las amas, por eso son tus amigas. Piensas en tu amiga de la infancia, en que sufrió mucho en diciembre por la pérdida de su padre y que no pudiste estar a su lado por una méndiga enfermedad, ni cómo ir. Te sientes mal por no acompañarla, realmente mal. La ves a través de la red social. Le escribes a veces. Ves cómo se desenvuelve, cómo quiere, cómo vive, cómo se divierte. La conoces desde hace tantos años que podrías adivinar por qué hace lo que hace, y te sientes mal de haber estado tan lejos de ella durante años, de no haberla podido entrevistar para EL ARTEEEEEEE. La has invitado a tu casa este verano. Ha dicho que viene. La esperarás gustosa. Le harás comida sin carne porque ya no la come (tampoco miel, eso es muy raro); le presentarás a tus gatas y la llevarás a pasear a ver el tren, oh, ese pobre tren que hacía no muchos años aún corría, pero que ahora, misteriosamente, le faltan piezas importantes y es imposible echarlo a andar.
Vendrá.
Este verano se te muestra caluroso, pesado, expectante.
Ya pronto vendrá tu amor.

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