miércoles, 5 de febrero de 2014

Un poquito de silencio, un poquito de frialdad.

Pues no, no estoy acá, tampoco allá, ni estoy en todas partes, como Lain. ¿Qué es Lain? Un software con cuerpo, así dice la serie y el que quiera más respuestas, que vaya a la fuente, que yo no estoy para explicar historias, no y sí, pero mejor explico mi historia en este sitio e invento luego otro para explicar las otras historias, las ajenas, o las que me apropio y que valen la pena un buen (o regular) análisis. Pero no. No estoy acá para explicar otras historias más que las mías.
Constantemente recuerdo lo que fue mi vida pasada, la que tuve en otras tierras, en las frías tierras. Recuerdo que el super bowl de aquel año lo pasé con mis amigos y no lo vi en la televisión, como muchos hacen. Recuerdo las caminatas por el lago congelado. Recuerdo el silencio.
Ahora quisiera un poco de silencio...
Lo he conseguido. ¿Cómo puede sacarme tanto de quicio el pitido del teléfono, el radio prendido, el televisor merolico? Todo se convierte en incomodidad, incluso los maullidos de mi gata.
Respiro.
Respiro, leo, reflexiono un poco; reflexiono sobre la soledad, sobre la distancia, sobre la ausencia de palabras, de frases y oraciones inteligentes y compartidas. Podría ser, quizá, que no tengo mucho inteligente o novedoso que compartir, que mis conversaciones son demasiado banales, demasiado huecas o sumamente inmersas en lo cotidiano. Entre las lecturas, la televisión, las historias, las anécdotas callejeras. Entre que cada día convivo con menos personas y cada día hago que hago y termino en cualquier otra cosa.
Extraño conversaciones tontas; extraño conversaciones profundas; extraño el continuum de las vidas entrelazadas. ¿Por qué se han desamarrado los nudos que unían nuestros caminos? ¿Puse en verdad tan poco empeño en cultivar las relaciones no amorosas?
Mañana será un día no muy distinto a hoy, en donde pocos se pregunten cómo me encuentro.



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