domingo, 9 de febrero de 2014

Buscando belleza

Pues nada, que nada, que siento nada, que lo que pasa no pasa y pasa de largo, que preferiría soñar y soñar hasta encontrar de nuevo la belleza que rodeaba mis ojos. ¿Dónde quedó la belleza?
Todo es estupidez.
Todo se repite una y otra y otra vez. Cada día, cada semana, cada mes, cada año. ¿No se cansa la gente de ver lo mismo cada que abre los ojos? ¿Sí? ¿No? Cada día, hágase lo que se haga, es idéntico al otro; cada día idéntico en sus detalles, en sus baches, sus amenidades e incomodidades. Tal vez el día sea distinto en su contenido, pero es igual en la forma. Eso carcome sin llegar a matar; sólo carcome, desgasta en un interminable desfilar de ojos y caras, de cabellos y conversaciones banales, casi tan banales como las mías.
A veces quisiera llegar y contar cada de-ta-lle de lo que llevo del día. A veces deseo sólo hablar de mí, y no puedo, y no es el momento, ni el lugar. Serían buenas un par de cervezas o vino tinto con quesos finos...
Si bien, el silencio no ha ayudado del todo, tampoco ha ayudado la música, menos el ruido, ni las palabras, ni el final de éstas. 
El camino es arduo, el camino es más empinado cuando ya se quiere acabar con él. El camino es un círculo sin inicio ni fin, sin sentimientos, sin pasiones, sólo es un camino a recorrer, a recobrar, a cobrar; a cobrar la vida que es la mía y que no recuperaré, como el tiempo que se escapa sin tener la posibilidad de reclamar por él (o a él). 
¿Dónde está la belleza que antes me cobijaba? ¿Dónde está la bandera que sin saber portaba? La extraño, la necesito para seguir existiendo, para luchar, para interpretar, para crear, para ser.
Si alguien la encuentra, por favor, mándela conmigo.


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