miércoles, 29 de febrero de 2012

Te enamoras


Te enamoras y te sientas a pensar qué té te gusta más, cuál te gusta menos. Te doblas del dolor cuando resulta que ningún brebaje ayudará a descongestionar tus males y que te sientes tan sola como nunca jamás. Te molesta que tomen decisiones por ti y que el ordenador marque faltas ortográficas que no existen, porque el estúpido ordenador no conoce ni diminutivos ni aumentativos y parece que el mundo electrónico es incapaz de reconocer los juegos y licencias del lenguaje.
Te frustras, te arrugas y jalas de cabellos, también de los vellos y de los siniestros amigos que te ponen el pie para que caigas de rodillas ante ellos y les hagas un favor de placeres orales, te burlas un poco. Encuentras entonces los inconvenientes que tu abuela hubiera notado desde un principio. Lavarse la boca y cepillarse los dientes es tu prioridad ahora.
Hay mocos. Te sacudes con las manos y finges una mueca interesante, porque sabes que aquél vendrá pronto a saludarte y te dará una sonrisa amable, la cual después descubrirás que trae consigo proposiciones que son dignas de analizar.
Te vas, te sales, te tocas, te frunces, te aburres. No quieres pensar en otra cosa, pero te distraes fácilmente y todo lo haces a propósito para sentir la vida, antes de que te prohiban todo el placer.

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