lunes, 6 de febrero de 2012

Spät


Tarde que no te quise tarde, pero llegaste, quizás las cosas que caen por su propio peso también vienen con personas. ¿Será tarde entonces? ¿Será el día de las razones verdaderas y los momentos justos?
Tarde que no te quise tarde, pero así viniste, lleno de gotas y azahares, y azares tremendos entre los dedos de una estatua de sal, ¿por qué no resististe? Mira el peligro, teme, huye. Sensatez. No, ésa no la conoces, ni te importará cuando yo te la pida; ni lo haré.
Minutillos juguetones, esféricos, rezongones, minutillos que no vienen solos, que acompañan el sol de la mañana y la lluvia de la tarde, ¿qué tanto son tantitos más minutos después de la hora de la vida? ¿qué tanto es arribar entre cejas y pasar sin preguntar si por allí es la entrada?
Tarde vienes y tarde te vas, o tal vez temprano; no se miden aún tus pensamientos, mucho menos los recuerdos reprimidos a fuerza de golpes en la lengua contra los picos de los hierros que tienes junto a la cama.
Tarde que no te quise tarde, pero te importó un comino. Tomaste pimienta y la tiraste cerca de la puerta, para anunciar así, que con canela siempre llegarías.

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