miércoles, 1 de diciembre de 2010

Diciembre me gustó


De saber, de oír, de leer, de ti, de mí, del no se qué. De tener un nombre, de soñar, de resoñar, de resoplar, de repollo. Me deja tiempo para pensar, recordar, mironear lo que queda dentro y aquello que yo ya no quiero, que dejé de sentir y que a veces regresa. ¿Será verdad que somos igualitos? El gesto me hizo pensar y lo hice, saqué la foto y ahora la miro, la miro y sé que tal vez sí, pero ya no importa; aunque sé también ahora que–tampoco importa– todo quizá terminó antes de ser otra.
Todo pasó por haber visto nieve y haber recordado las primeras fotos de nieve que había tomado y que no poseo más, pues las dejé en otras manos.
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Mi nombre, el de mujer primera, el de la hecha de costilla, la que aceptó las condiciones del otro. El nombre que gusta y no porque se le prefiere en diminutivo "Evita" o acompañado de otro para suavizarlo "Eva ______" o que después de los veintes casi instantáneamente –y con mucha facilidad– se convierte en "Doña Eva"
El nombre que jamás parecerá maternal, el mío, me gusta.


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