miércoles, 31 de enero de 2018

31 de enero

Se acaba el mes del cumpleaños y qué me queda, un despeluche, ganas de dormir, ganas de huir del frío, ganas de cerrar los ojos y dejar que todo pase, porque estoy cansada.
Este mes ha sido largo, muy largo y, por lo mismo, cansado, muy cansado. No ha sido triste del todo, pero sí ha sido bastante estresante y algo revelador, bueno, revelador a medias, porque ya se veía venir, aunque se había tardado, pero ya se veía venir.
Lo que se ve venir y lo que se niega. Eso está bien, eso es fácil resolver; lo difícil de resolver es todo aquello es nos agarra desprevenidos, todo aquello que es inesperado y triste, muy triste.
A veces me sigo preguntando por sus razones, por si lo que dijo fue cierto o hasta qué punto de cierto fue. A veces quisiera negarlo todo, olvidar, borrar, dejar fuera incluso lo bueno. A veces, sólo a veces, acepto el amor que tengo y lo manipulo para mi placer estético.
Ya se veía venir, pero fue sorpresivo aún así, justo porque llegó en el momento justo donde otro ciclo de cansancio y desesperación iniciaba. ¡Qué tino! Pero ni modo y ni modo, qué más hacerle, pues nada.
Si él eligió el silencio y dejar de saber de mí y/o evitar que yo me entere de él, pues allá él y su estable, monótona, lineal, vida cotidiana.

Vete al diablo, vete lejos o quédate allí, encerrado en tu departamento, entre tus libros y tus comics, entre tus películas que nunca prestas, tu pantalla y tus lindos gatos. Quédate allí, encerrado, encerrado en ti, en tus cosas, en tu día a día, en tus preocupaciones libres de culpa, libres de sol, libres de sobresaltos, preocupaciones programadas, medibles, mesuradas. Quédate allí y nunca, nunca salgas y, cuando salgas, quédate en el guión, no improvises (no lo harás) y permanece así hasta que por entero las ganas de vivir, de Vivir, vivir-experimentar, se hayan ido de ti del todo, porque falta muy poquito para que eso pase, porque tenías el chance de crear, respirar, jugar, gozar, amar y lo echaste fuera de tu pequeña vida y abrazaste del todo tu cotidianidad, tus prejuicios, tu machismo enmascarado. Eres un cabrón y no, no eres un cabrón, eres un pendejo, un puto pendejo, incapaz de hablar, de pedir, de dialogar, de rescatar todo lo valioso. Y sí: Dejas fácilmente, como el conductor que atropelló a la chica a una cuadra de tu casa, sí, justo así actuaste y seguro así has actuado siempre.
Tonta de mí, que creí en tu discurso libre y despreocupado.
Quédate allí, que tengo sueño, que estoy cansada de sentirme acusada y juzgada por una persona como tú, incongruente.

Este mes se acaba, se acaba el mes del cumpleaños. Comenzará otro lleno de actividades, juegos y sorpresas; también regalos.
¡Espérelo pronto!




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