viernes, 25 de febrero de 2011

La pregunta que jamás fue hecha y fue contestada.


Una tarde de pláticas de cocina y NY, una tarde fue, la de nieve, la de comida prometida, la de sonrisas familiares y chismes parentales. Una tarde que terminó con la noticia: la respuesta que jamás fue requerida y que vino.
No fue ahogo, no fue complicación, no fue paro del corazón.
Fue suicidio.
La palabra de la que todos se guardan, de la que todos quieren saber, por si quedó una pregunta—o todas—en el aire; la que causa morbo, miedo, angustia, pero sobretodo, impotencia.
El llanto que vino después del impacto, sólo eso, mientras trataba de distraer el hambre—o tal vez por baja de azúcar—con kheer (pudín de arroz a la manera hindú), no sé de donde vino; ni sospechaba, ni suponía, ni nada.
Se mató mi primo, dije.

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