Justo antier estaba recordando el momento exacto en que me sentí desamparada, algo huérfana, lejana de mis padres, sí, huérfana y desamparada, de plano. Ese momento fue cuando tuve un esguince en el tobillo y no había quién me asistiera bien a bien, no, porque mi madre estaba lejos, mi padre enfermo, incapacitado mentalmente, y mi pareja pues, estaba trabajando y se ausentaba dos días a la semana, aunque si bien, él me acompañaba en el transporte público para mis actividades, había otras, las del hogar, en las que no podía asistirme del todo. En la más difícil era en la del baño. Vieran qué difícil es tener que bañarse con regadera y un yeso… por eso comencé a usar la cubeta comex y la jícara, era más eficiente y sencillo para no mojar la pierna; sin embargo eso daba otra dificultad: La de tener que subir la cubeta, calentar el agua, poner todo listo para no caerme. Recuerdo que un día él estaba malhumorado y me contestó de fea manera, supongo que estaba cansado, harto del baile de las cubetas, pero yo no tenía por qué tolerar eso. Recuerdo muy bien que con todo y férula calenté mi agua, me puse la cubierta en la pierna y me bañé así, yo solita, porque tenía calor, porque hacía calor, porque lo necesitaba. Nunca hablamos de eso.
A partir de entonces tuve la idea de pedir lo menos posible, a pesar de que me había dicho que le pidiera lo que fuera, que él lo haría con gusto.
Desolación. Desamparo.
La primera vez que me sentí así fue cuando necesité muletas, mismas que me prestó una amiga inmediatamente, cosa que le agradeceré de por vida y que hizo que yo la amara tanto, justo ahora la sigo amando. No. La primera vez que sentí desamparo fue cuando se metieron a la casa de mi madre y todo fue caos, y nadie sabia bien qué hacer, menos ella, y todo fue para mal. ¿Qué iba yo a hacer con mi perra? Nadie le quiso dar asilo, ni los conocidos de la familia, ni mis amigas acá; tampoco mis caseros se vieron cooperativos, a pesar de haber sido un evento bastante traumante. Sí, ahí sentí el desamparo. En una tierra lejana, sin los míos, que son pocos, con las manos atadas. Después fue el desamparo de las muletas y, después, la necesidad de usar un bastón. ¿Dónde conseguirlo en esta ciudad? No fue hasta tras casi un mes, que mi madre pudo venir a verme, que ella se pudo mover y traerme un bastón, mismo que aún conservo y adorné con estampitas de Hello Kitty. Ella y yo platicando sobre lo extraño que nos resultaba pensar: "Le voy a decir al Huehue que traiga…" y después constatar que eso ya sería imposible lo que restara de nuestras vidas. El desamparo de la persona que siempre estuvo allí, satelitalmente a veces, pero allí, y que dejara que ser/estar.
La desolación. Cuando sientes esa libertad, ese TE-MANDAS-SOLA, pero no hay más allá que ti misma, no hay a quien robarle un billet o a quien contarle cualquier pavada, que, aunque le pueda contar al padre, no habrá la misma respuesta, uno, es el padre, dos, no tiene la misma habilidad. Esa misma desolación que sentí aquella tarde en que me calenté sola el agua, cubrí mi pierna para no mojarla, y supe que era yo y yo, a pesar de todas aquellas palabras que en eso momento se vieron huecas.
Sí, este es un largo PMS. ¿Cuándo fue la última vez que me bajó la regla?