lunes, 19 de marzo de 2018

Confundidos

Hemos llegado aquí con total confusión, con ganas de hacer y con pesadez de la buena; con ganas de dormir y quedarse allí por horas, días, semanas. Luego nos acordamos que hay tanto que hacer, que hay muchos objetivos por cumplir, que lo esencial no está en el dormir, sino en el sueño por cumplir, porque los sueños se pueden cumplir, al igual que las pesadillas.
Lo que tanto pedí se me concedió. Lo que tanto rogué que no pasara, pasó.
He llegado aquí confundida, tratando de darle vueltas a la vida, pero la vida es la que me ha dado vueltas, la que me ha dejado impávida ante las reacciones de las gentes, porque reacciones ha sido muchas y de muchos, y de distintos tipos.
¿Cuánto pesa un nombre?
¿Cuánto pesan un par de palabras?
¿Valen, aunque al final no fueran nada en realidad, aunque, de hecho, sí se hayan ido con el aire? 
¿Valen porque están en mi memoria? ¿No valen porque no hay sustento en ellas? ¿Qué hace una palabra, qué hace una idea?
Lo sé, lo sé todo y lo siento, más bien lo resiento. Hace daño, quizá, sí que lo hace, pero lloro de vez en cuando, lloro no sólo por mí, sino por dos que lo resienten, y ya no debería estar llorando, pero, ya no debería llorar, no porque no lo valiera, sino porque ya no debería de sentir; sin embargo lo siento. ¿Qué siento?
La total y plena confusión en mis acciones, como si hubiese obrado mal, como si: "la culpa, aunque ésta me destruya a mí…"
Finalmente es una lucha de egos, una lucha de manías, de ideas, prejuicios, caracteres, libertades. Quien haya ganado no importa mucho. Quiero pensar que cada uno se ha llevado su parte.
La que no ha quedado sola no he sido yo, ha sido el otro, porque tengo mi energía, mi amor y mi placer. Tengo la Vida en mis manos y me acompaña mi Muerte. Tengo un camino venturoso y contento, a veces terrible, a veces magnífico, ¿qué no vale eso? ¿Qué no vale eso para mí? ¿Qué no es suficiente?
Es suficiente, pero a lo lejos suena cada vez más débil una campanilla que anuncia duda y confusión, que me invita a voltear allá atrás, para convertirme a mí misma, no en estatua de sal, sino en un nudo, un reflejo de lo que ya no soy. No quisiera volver allí. ¿Qué hago para acallarla?


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