lunes, 12 de marzo de 2018

Bala perdida

Yo era una bala perdida, o eso pensaba, o lo era porque anduve de arriba a abajo por los caminos, o por uno sólo, porque en realidad esta vida es una sola vida con varios caminitos, vereditas, pasitos, boulevares, avenidas y camas.
Yo era una bala perdida, o eso era lo que los demás pensaban, o piensan, porque me ven inestable emocionalmente, pero no lo soy del todo, sólo un poco, poquitito, tanto como las hormonas me llevan, porque en parte son las hormonas, en parte mis ideas, mis obsesiones, mis motivos, mis votivos. 
Yo era una bala perdida y aún lo soy, nomás un poco, a veces, cuando caigo de nuevo en las manos adecuadas, cuando me dejo acariciar, mirar, admirar, fornicar. Lo soy en tanto el otro quiera y yo lo permita. Lo soy en tanto yo quiero y permito. Soy una bala perdida, la más buena, filosa, brillante, apetecible, acariciable, y soy la mejor bala perdida.
Yo soy una bala perdida, he andado de mano en mano, he dado de comer y me han comido, he jugado a ser niño y niña, hombre y mujer, he dado y me han dado, he explorado y me han explorado. La bala perdida fugaz y no, la que se queda incrustada en el pecho de muchos y de nadie, la bala, el mordisco, el lejano recuerdo, quizás un mosco molesto. Eso soy, eso siempre he sido, sí.
Sin duda he sido la bala perdida que siempre he querido, a la que pocos han amado, con la que algunos se han regocijado, la que da placeres y comida a unos cuantos, o comida a muchos, pero placeres a otros cuantos. ¿Y qué me ha quedado?
Me ha quedado la satisfacción de ser, de nunca haber dejado de ser (bueno, por un breve tiempo sí dejé de ser, pero volví), de no hacerle daño a nadie inocente, de no andarme con enredos de telenovela barata, de ser congruente y constante. Me ha quedado la satisfacción de seguir haciendo de mi cola un papalote y volar ese papalote alto, bien alto, con las mejores compañías y al lado del más grande amor.
Prefiero ser mil veces la bala perdida que cualquier señorita mustia que al final irá de matrimonio en matrimonio dejando crías en la familia disfuncional del mundo matraca.
Prefiero ser mil veces la bala perdida que vuela y vuela y no tiene empacho en no usar calzones un día, dejar el sostén en casa o enunciar su verdad y su amor con vehemencia, ¿o será con demencia?




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