domingo, 3 de abril de 2016

Estamos locas todas.

Alguna vez soñé y supe que no era normal, que lo que pensaba que sabía era pura mentira, que todo dependía de mi percepción, de la propia versión de mi realidad. Alguna vez no lo supe.
Tras el desencuentro con la que fuera mi mejor amiga 1 y luego mi mejor amiga 2, no dudé más. Ellas estaban locas y yo cuerda; y yo estaba loca y ellas no cuerdas. Por eso digo que no, que no es cierto, que uno jamás termina de conocer al otro, ni a sí mismo. Que uno debería pasar el tiempo juzgando mal a los demás y ya. 
Alguna vez, no hace mucho tiempo, pensé que podría tener una nueva adquisición dentro de mis amistades, que era una persona de avanzada, sin falsos prejuicios, libre en su pensamiento y su sexualidad. ¿Qué pasó? Pues nada, me hice una idea demasiado buena de ella y resultó que hizo una tormenta en un vaso de agua, qué vaso, en un caballito de tequila, qué caballito, en una corcholata llena de agua. Todo por asumir cosas que no eran ciertas. Todo por no tomar en cuenta que la total desconocida podría enloquecer y decir necedades, necedades necias, mocherías; todo por no adivinar que a ella le afecta mucho el "qué dirán", a pesar de las correrías que me había contado.
Perdón, fue mi error por asumir que eras chévere. 
Perdón, amiga número 1 por asumir que eras chévere, que no te importaba lo que dijeran de ti, que hacías tu arte, tus dibujos y tus lecturas por ti y para ti y que esa era solamente tu vida y nada más. Perdón por pensar que el cariño sería mutuo por siempre, que me contabas tus cosas más íntimas por confianza y lealtad. Ahora, a muchos, pero muchos años de distancia, puedo ver, por un simple y mínimo detalle, que tú no me querías sinceramente, que aquella vez que me dejaste plantada alegando enfermedad no fue otra cosa que demostrar que dentro de tus prioridades no estaba nuestra amistad, y así siguió hasta el fatídico día de la patada y la larga tarde donde las sombras conversaron.
Perdón, amiga número 2 por no ser chévere contigo, por no dar mi brazo a torcer, por reclamar tiempo y espacio para ti, por no querer entender tu posición ahorcada entre la culpígena y la bruja (a saber quién era quien). Perdón por abandonarte e irme a vivir el romance fallido que duró 5 años. A ti sí perdón; te ofrezco mil disculpas y ojalá pudieras leer esto desde donde quiera que estés. Quizá sea cobarde en no decírtelo de frente, pero sé que tienes tu reservas en volverme a ver y hablar. Lo entiendo. A ti sí, perdóname. 
A las demás no, a la amiga número 1, que le aproveche su vida de madurez, a la culpígena y a la bruja, ni qué decir, querían ser chéveres, pero creo que se han quedado en medio del camino y la la loca desconocida que no quiere que le digan mocha y amargada los mochos machistas, pues, me río mucho, mucho, mucho.


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