jueves, 8 de noviembre de 2012

Pongamos nombres y apellidos

En el clima de desesperanza, de poco dinero en las arcas, de amigos y enemigos ocupados en sus asuntos,  la opción feliz, la opción para el refugio ha de ser la familia.
En un mundo en donde te reconocen como persona, como parte de su grupo y empiezan a dar consejos, los que nunca te dieron cuando más dolor del alma tenías, siempre es mejor esconderse, porque hacer oídos sordos es difícil. ¿Qué les hace pensar que ellas tienen la razón? Generalizando perdemos todos la razón y se ve en una sólo dirección, qué pena, cuánta pérdida de tiempo.
No mujeres, no formaré parte de su aquelarre, justo porque sé lo que se siente estar del otro lado: ser juzgado sin derecho a defensa alguna, ser juzgado por lo que otros hacen.
Admito que pensaba que todos eran iguales, admito que aún lo pienso en ciertas ocasiones. Sé muy bien que justo por eso no me junto con cualquiera, no tengo una relación sin saber de quién se trata, qué piensa de ciertos temas, cómo se comporta conmigo ante el enloquecimiento hormonal.
Qué tristeza que no se le pueda decir nada a esas mujeres que hablan como les tocó en la feria, qué desperdicio de energía el mío cuando intenté mostrarles que estaban equivocadas, por lo menos conmigo, que no hay necesidad de exprimirlos, ni de ocultar los sentimientos, ni amaestrarlos para que después puedan leer mis pensamientos, que no debo aprender a ser "mujercita" para tenerlo atado a mi lado, ni debo dejar de ser yo y aprender el autocontrol asfixiante que provoca las enfermedades.
Ese par de brujas que me querían meter a su club maléfico, no me conocen, ni lo conocen, si saben de nuestras penas de amores mutuas, ni de la mágica comprensión de nuestros cuerpos, ni de estas vidas paralelas que lograrán ir a la par gracias a no hacer nada de lo que ellas proponen.
¿Por qué tendría que no demostrar mis sentimientos, no dar dinero en el hogar, no ser cariñosa, no tener mi propio orden—que no el de ellas—, y dejar de gozar quien ahora muy bien sé quien soy por alguien que justo así me quiere?
¿Por qué querría yo parecerme a ellas, si no fueron exitosas en sus relaciones? A ver...
No daré nombres y apellidos, no les daré la importancia que exigen.
Mujeres del mundo: que así como son, así las quieran, no se modifiquen a imagen y semejanza de nadie.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como decía un borrachito de mi calle: No le puedes eseñar trucos nuevos a un perro viejo...No hay que perder el tiempo entonces con quuien ya vivió, mal, y aparte cree tener la neta de cómo hacerlo...