sábado, 20 de octubre de 2012

Sospiro


Suspiro, ¿por qué suspiro? Porque extraño, porque todo es extraño, porque no se trataba de esto y sí, porque todo es serio y divertido a la vez. Demasiada aventura programada en tan poco tiempo. Suspiro por falta de espacio, por falta de calma y por falta suya.
Ten siempre cuidado con lo que desees, dicen; debe ser cierto. Jamás imaginé que fuera así, tanto remolino, tanto vaivén y ven-vai. Suspiro porque estoy tranquila.
Si lo estuviera más, estaría muerta, quizás.
No, eso no es cierto.
Suspiro porque ya no pienso en nada, porque cada día que pasa cierro los ojos y pienso: "¡Qué será de mí mañana!" Luego duermo y lo olvido todo, o lo soluciono en intrincados sueños, en donde no suspiro, tampoco orino.
Suspiro porque lo tengo en mi vida y lo extrajo; justo ahora lo extraño. Y suspiro porque no extraño otra parte, otra cosa, sólo añoro. ¿Cuál será el remedio de la añoranza? ¿Cuál será el remedio de la nostalgia? Es un dolor apenas, imperceptible, punzada inquietante que mengua las energías del día y que por la noche cae como negra grieta en los lagrimales. Por eso no digo nada ahora. Por eso callo siempre.
Suspiro porque ya no pude, y lo sé, pero suspiro. Esas cosas que se llenarán de polvo, como en un museo que ya nadie visita porque hace daño. Me rebelo. Si tan siquiera fuera más fácil y pudiera dejar de sentir las cosas de golpe...
El suspiro también es de miedo, miedo a la verdad, miedo a ser sincera, a perder la calma, a hacerla perder. Esa artificialidad que cala. Será que finalmente todo quede sin aliento y pueda volar por los aires vanos de la ventana entreabierta que da a la nada.


El suspiro de las inquietudes del mundo.

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