Una pregunta curiosa se me hizo: "¿Qué le veías?"
Las piernas, quizás, o la frente con su mosquita, o sus labios chiquitos.
"¿Qué le veías?"
Los ojitos y los cachetitos, los cabellos pesados y rojos.
"¿Qué le veías?"
Las manos largas y cómo las usaba.
"¿Qué le veías?"
La cadera, el torso largo, las nalgas, los labios abiertos.
"¿Qué le veías?"
Era generosa y un tanto desaliñada, impulsiva, alegre y después...
"¿Qué le veías?"
Después fue neurótica, pasivo-agresiva, dominante y harto territorial. Después dejó de jugar los juegos de princesas y reprodujo a su padre. Después miró más allá y me castigó. Eso ya no le quise ver.
Eso que pasó, eso que casi olvido, pero que se me ha venido a la mente estos días que he pasado por los senderos antiguos de la humillación.
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